La voz que nadie escucha: cultura para reducir las condenas de las presas

29 de noviembre de 2021
29 de noviembre de 2021
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La voz que nadie escucha

Muchas de las mujeres que cumplen condena en prisión nacieron en la cara fea del mundo. Quizá por eso parezcan invisibles y sus voces no se escuchen apenas entre el ruido de la vida diaria. Según datos oficiales, las mujeres suponen el 7% de la población reclusa en España. El 70% de ellas cumple condena por hurto y el 13,81%, por tráfico de drogas, según los datos que ofrece ACOPE, la Asociación de Colaboradores con las Mujeres Presas.

Son muy pocas las que están en prisión por delitos graves como asesinatos. El 88,41% de las reclusas ha sufrido violencia machista y existe una relación directa entre eso, las secuelas psicológicas que les quedan y la historia delictiva. Además, el 80% son madres y su ingreso en la cárcel desestructura sus familias, a las que siguen cuidando incluso desde prisión.

La voz que nadie escucha

¿No merecen una oportunidad? ¿No podrían cumplir sus condenas sustituyendo las rejas por servicios a la comunidad? ¿Y si esos servicios tuvieran relación con la cultura, un área a la que muy pocas han tenido acceso?

Estos interrogantes han impulsado un proyecto piloto de reinserción a través de la cultura llamado La voz que nadie escucha. Está desarrollado por la Fundación Gabeiras y por Teta & Teta, en colaboración con Fundación Orcam, Pedagogías Invisibles y la Comunidad de Madrid.

El proyecto, explica María Lorenzo, coordinadora de proyectos en Fundación Gabeiras, tiene un doble objetivo. Por un lado, mejorar la situación de las mujeres en las prisiones. Solo existen 4 centros penitenciarios específicos para ellas en todo el país; el resto son módulos dentro de prisiones para hombres, lo que demuestra que el sistema penitenciario español está diseñado para ellos. Y esto provoca una discriminación de las presas en el acceso a los servicios formativos y culturales que ese sistema ofrece a las personas recluidas.

El segundo objetivo es proponer una alternativa para que las reclusas puedan reducir sus penas participando en actividades culturales. Porque quienes participan en este proyecto piloto creen en el poder de la cultura, en todas sus vertientes, para escapar del bucle de la delincuencia y del castigo.

«Este doble objetivo lo vamos a conseguir por una vía jurídica y cultural», explica Lorenzo. Para ello, elaborarán «un programa con Instituciones Penitenciarias que oferte actividades culturales a las mujeres condenadas, que repercutirán positivamente en sus condenas, reduciendo las penas o mejorando su situación (como ya lo hace participar en otras actividades formativas o laborales)». Y, además, elaborarán un informe jurídico que analice cuál es la situación de las mujeres condenadas, especialmente en lo referido a las actividades culturales, para analizar cómo repercuten estas en su comportamiento y reinserción.

«Existen ya muchos mecanismos que van desde el alivio de algunas penas para la obtención de ventajas (permisos o similares), hasta la sustitución total de las penas, cuando la condena cumple una serie de requisitos y no conlleva ingreso en prisión», aclara Lorenzo.

«El grupo jurídico está estudiando cuáles serían las posibilidades y dónde podría ser más útil intervenir. Nos imaginamos, por ejemplo, trabajos a la comunidad en actividades culturales para penas menores de dos años que sustituyeran la pena, participación en actividades que se realicen en las prisiones para las reclusas y mejoren su situación, etc… El campo es muy amplio, vamos a estudiarlo y a demostrar que es una vía factible».

«Por ahora, vamos a comenzar experimentando —continúa explicando la coordinadora de proyectos de Fundación Gabeiras—. Llevaremos estos últimos dos meses de 2021 un coro en colaboración con la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid a la prisión de Alcalá de la Selva (Madrid I) y una serie de actividades de artes plásticas a la prisión de Estremera (Madrid VII) de la consejería de cultura de la Comunidad de Madrid. Además, continuaremos llevando libros a las prisiones y cíes (centros de internamiento para extranjeros) con A las olvidadas», una iniciativa que recoge libros dedicados por la gente para las reclusas.

«De estas experiencias piloto sacaremos conclusiones que nos den la dimensión del impacto que supone la cultura en las reclusas y nos ayuden a elaborar el informe jurídico y el programa marco con Instituciones Penitenciarias», remata Lorenzo.

Y para ello han creado un grupo jurídico que trabaja en la elaboración de ese informe, que lleva en marcha desde el pasado mes de marzo, en el que participan Cristina Rodríguez Yagüe, de la Universidad de Castilla-La Mancha, y Esther Pascual Rodríguez, de la Universidad Francisco Vitoria. Ellas serán las encargadas de elaborar el texto final, que estará listo en junio de 2022.

«Periódicamente, cada dos meses aproximadamente, presentan un nuevo capítulo en una sesión abierta donde acuden mujeres juristas especializadas (juezas, abogadas, fiscales, etc.), además de público general. La última fue en octubre», puntualiza. «El objetivo del informe es argumentar jurídicamente que las mujeres reclusas padecen una doble discriminación, y al mismo tiempo, cómo la cultura puede ser una vía sustitutiva o complementaria para la mejora de las penas».

¿POR QUÉ SOLO CON MUJERES?

El hecho de que el porcentaje de reclusas sea solo del 7% provoca que mucha actividad prevista en las prisiones no les llegue con la misma intensidad.

«Muchas de ellas vienen de una situación de maltrato y la gran mayoría cuentan con cargas familiares de las que se siguen responsabilizando incluso desde las prisiones —explica Lorenzo—. Hemos observado que, con frecuencia, se ven doble o triplemente discriminadas, desde verse desplazadas, por las pocas prisiones y módulos para mujeres, a falta de actividad o formación dirigida a ellas».

«Pretendemos corregir esta descompensación en la oferta cultural, dotando a las mujeres de más actividad de este tipo que haga, además, especial hincapié en valores feministas. Además, queremos analizar cuáles son las situaciones que llevan a esas mujeres a estar en prisión y ver en qué casos podría evitarse una condena privativa de libertad si atendemos a la especificidad de sus situaciones».

Por eso empezar con un programa específico para mujeres, aunque son conscientes de que el alivio de ciertas penas o la sustitución de algunas por experiencia cultural puede expandirse después a los presos masculinos.

La voz que nadie escucha no es el único proyecto cultural que se desarrolla en las cárceles de mujeres. «Para nosotras es un referente el trabajo que realiza ACOPE por la trayectoria y la rigurosidad de su trabajo. Sus informes han sido una referencia constante en nuestras investigaciones», detalla la integrante de Fundación Gabeiras. Pero, en su opinión, el suyo se diferencia de todos estos programas porque es un proyecto a largo plazo.

«Tras el periodo de experiencias piloto y con el trabajo del grupo jurídico terminado (mayo 2022), podremos poner en marcha un Programa Marco de actividades dentro de Instituciones Penitenciarias, con voluntad de permanencia. Finalmente, pretendemos incorporar la participación cultural como un instrumento para la reinserción, desde el aprendizaje y no tanto desde una voluntad punitiva».

¿CÓMO AYUDA LA CULTURA A LA REINSERCIÓN DE LAS PRESAS?

«Eso es lo que precisamente van a demostrar las experiencias piloto y veremos de qué manera lo hacen», responde María Lorenzo. «Lo que sí sabemos ya, por muchas experiencias anteriores como el Proyecto Hipatia (MUSAC), el Proyecto Impresas (de Pilar Almenar Vara en la cárcel de Picassent) u otros ejemplos, es que mejora la convivencia, la autoestima, la motivación… También todo el recorrido de Teta & Teta con A las olvidadas demuestra la importancia de este tipo de actividades. Sin embargo, otra novedad de este proyecto es que lo vamos a medir».

PROYECTOS CULTURALES PARA ESCUCHAR SU VOZ

En este experimento, como lo califican desde La voz que nadie escucha, participan colectivos como Pedagogías Invisibles, un grupo de personas que lleva 12 años trabajando para que instituciones culturales y educativas se entiendan a sí mismas como agentes para la transformación social.

Su labor de mediación radica en generar espacios donde el arte y la educación confluyen para propiciar una ciudadanía crítica y una mayor justicia social. Y eso es lo que harán también en este programa piloto, acompañar en esos proyectos culturales y recoger información pertinente durante su implementación que permitirá al grupo jurídico desarrollar ese Programa Marco que comentaba María Lorenzo.

Uno de esos proyectos será el taller de artes plásticas titulado Un día tras otro y que impartirán Tamara Arroyo y Antonio Ballester Moreno, en colaboración con la Consejería de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid. Está dividido en dos bloques y se invitará a las reclusas a redimensionar lo cotidiano a través del bordado y del barro.

El coro Orcam y A las olvidadas completan estas primeras iniciativas culturales dentro de la prisión.

«Durante el desarrollo de La voz que nadie escucha, intervendremos en centros penitenciarios y está también previsto acudir a algunos cíes (Centros de internamiento para extranjeros), pero el programa marco resultante propondrá medidas para mujeres en diferentes situaciones (tercer grado, libertad condicional o privación de libertad)», resume María Lorenzo. «No está previsto el acompañamiento posterior, pero esperamos que la participación en las actividades suponga una formación personal y una mejora en sus condenas que faciliten una salida en mejores condiciones».

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