Para fabricar un ladrillo convencional hace falta una mezcla que contenga un 60% de arcilla y un 40% de arena. Para hacer muchos ladrillos, esas proporciones, en cantidades colosales. Reducir los costes de esos materiales, si bien son baratos en pequeños pedidos, supone cifras millonarias cuando se habla de grades proyectos. Ladrillos a bajo coste ajustarían algunos gastos en familias humildes, quizás hasta supondrían un empujoncito a estados en coma inmobiliario como el que sufre España. Pero la noticia mejora si se sabe que ese ahorro, además, podría arremeter contra la crisis ecológica del mismo plumazo.
Unos investigadores mexicanos han descubierto la fórmula para convertir las ruedas viejas en rectángulos duros y naranjas. Más baratos que los tradicionales, más resistentes y reciclados. Ellos plantean la solución a la otra crisis del ladrillo. El hallazgo que ha logrado el equipo del profesor Rubén Salvador Roux, líder de esta investigación desarrollada en La Universidad Autónoma de Tamaulipas (México), ha sido sustituir el 40% de arena necesaria para la construcción de las piezas por tan solo un 4% de esta añadida a polvo de rueda (llanta en Latinoamérica).
El resultado que obtienen estos investigadores utilizando ruedas en desuso trituradas son bloques de 28 centímetros x 10 centímetros con completa resistencia que, hasta donde han podido comprobar, además tienen más durabilidad que los ladrillos comunes e incluso ayuda a regular la temperatura dentro de las construcciones. El equipo de Roux tuvo que hacer varias pruebas hasta dar con el resultado perfecto. Una vez estaban seguros de que sus ladrillos sin arena estaban preparados para convertirse en parte de un muro de carga, se pusieron, literalmente, manos a la obra.
«Se ha construido en la facultad de arquitectura de la Universidad de Tamaulipas una vivienda de 78 metros cuadrados y dos pisos de altura», explica el responsable del proyecto; «para hacerlo hemos utilizado 12.000 unidades de nuestros ladrillos de llanta y el resultado ha sido perfecto».
Las conclusiones del experimento pueden poner a varios sectores de enhorabuena. Por un lado, a todos los investigadores del tratamiento de residuos que se rompen la cabeza en pensar qué hacer con las millones de ruedas que acaban en los vertederos cada año. Por otro, al sector de la construcción, que podría hallar con estos ladrillos un ahorro muy considerable.
«Para hacer el prototipo de la universidad compramos la limadura de llantas a una planta vitalizadora, y aun así, el coste por bloque fue de dos pesos (mexicanos), cuando los ladrillos convencionales cuestan alrededor de seis», pone Roux en el escaparate su propuesta en números. La intención del equipo es que su invento, dadas sus ventajas tanto medioambientales como económicas, sea utilizado para la construcción de viviendas de uso social.
Con ello no solo creen que estén dando una ventaja económica a los organismos encargados de costear estos inmuebles, sino que estarían ofreciendo viviendas de mejor calidad. «En nuestras comprobaciones hemos descubierto que otra ventaja de nuestro material es que regula la temperatura», comenta un miembro del equipo sobre las cualidades de sus casas de caucho. «Estos bloques pueden absorber la humedad y liberarla generando ambiente fresco. Y también mantiene el calor porque es un ladrillo muy grueso (14 centímetros). Esas condiciones también servirían para ahorrarse el aire acondicionado».
Aún están a la espera de saber si su invento, como sus muros, se podrá sostener en el mercado y servirán de alternativa para hacer viviendas más económicas. Su apuesta es una idea verde que vino rodando, se pulverizó y puede acabar fija en los cimientos de la construcción con conciencia.