Las ciudades de ninguna parte

26 de enero de 2012
26 de enero de 2012
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El cambio de paradigma causa necesariamente un replanteamiento de los nuevos escenarios sociales y una nueva visión de los límites geopolíticos. El metálico armazón que estructura a las naciones, esas fronteras dibujadas en gran parte con sangre y cartabón, podría comenzar a diluirse si prolifera la idea del economista Paul Romer, que propone que sean las ciudades las que se instauren como núcleos independientes de poder económico.

Romer, que bautizó el concepto como ciudades chárter (ciudades de estatuto), cree que deberían existir espacios flexibles, libres de los límites que imponen las estrictas normas de comercio que establecen la mayoría de estados. El cambio, además, se está ya produciendo. La primera ciudad chárter se encuentra en Honduras.

La receta se cocina, con el fuego de la crisis económica mundial azuzando por los bajos, en grandes extensiones de terreno desocupado. “Las ciudades chárter”, explicaba Romer en una de sus charlas en TED, “son zonas especiales reguladas por una serie de normas diseñadas para atraer a habitantes e inversores”. Romer recordaba Hong-Kong, la ciudad china con laxas normas promulgadas por la soberanía británica, como inspirador ejemplo originario. “Las ciudades chárter son, sin embargo, diferentes”, dice el profesor de la Universidad de Nueva York. “No existe el componente colonial de Hong Kong, ya que las opciones ofrecidas a los nuevos habitantes de esas ciudades evitarían la coerción y condescendencia de las naciones que gestionan ese espacio”.

Cada año, 75.000 hondureños se juegan la vida para alcanzar, de manera penosa, el sueño de vivir y trabajar en Estados Unidos. Por eso, el gobierno del país pensó que no sería mala idea traer un pedazo de Estados Unidos a su territorio. El presidente Porfirio Lobo llamó a Paul Romer, encontraron un gran trozo de tierra vacía y establecieron una nueva entidad legal, denominada Región Especial de Desarrollo (RED), que se rige por su propio sistema administrativo y por sus propias leyes. “Los servicios de una ciudad chárter se financian con las plusvalías que generan esas tierras que antes no valían nada y que ahora serán habitadas”, explicaba Romer.

El resultado es un lugar que atrae a nuevos ciudadanos -—que acuden allí de manera voluntaria—, y a empresas que, por supuesto, quieren establecerse en un lugar en el que disfrutan de libre comercio.

El ejemplo de Honduras ya ha generado la curiosidad de la comunidad internacional, que mira con atención al modelo de Romer. “El modelo es fácilmente replicable en cualquier lugar que cumpla con las condiciones: un mínimo de 1000 kilómetros cuadrados, total libertad de elección para los ciudadanos y una aplicación de las leyes igual para todos. Dos localidades en China, una en Corea del Sur y otra en Singapur están construyendo ya este tipo de ciudades”, señala Brandon Fuller, director del proyecto..

Lo que queda por demostrar no es moco de pavo. En un momento en el que se cuestionan más que nunca los modelos económicos capitalistas, no faltará quien esté afilando el colmillo para saltar a la yugular de los promotores de la idea, a poco que esta comience a tambalearse. Aún está por ver que, en la práctica, la idea de Paul Romer no sea más de lo mismo, aunque, para ello, no quede más remedio que esperar algunas décadas.

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