La vagina, ese órgano incomprendido

4 de diciembre de 2017
4 de diciembre de 2017
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Vagina libro

Da la sensación de que se sabe menos de los genitales femeninos que de los masculinos. No los vemos pintados en las paredes como icono juvenil imperecedero ni los incorporamos a nuestras conversaciones como si mentáramos a un personaje famoso. El esquema de sus partes pasó por el aula sin pena ni gloria: nadie lo replicó en la pizarra cuando se marchó la profe, nadie lo pintó en el espejo del baño en un alarde pedagógico.

Suspendemos en la divulgación de la vulva, valga la aliteración. Un ensayo de dos estudiantes de medicina noruegas pretender sanar esa laguna. Se llama El libro de la vagina y en la portada tiene aquel dibujo magenta que la maestra de naturales explicó con poco éxito. Vamos, que Grijalbo, la editorial, no engaña (por si acaso: ya hemos visto mucho moflete sonrosado por culpa de leer en público 50 sombras de Grey sin saber la trama). En caracteres más pequeños, el ejemplar aclara: «Todo lo que necesitas saber y nunca te has atrevido a preguntar».

Ahora, las respuestas no llegan desde las páginas de este tratado sino a través del correo electrónico. Nina Brochmann y Ellen Stokken Dahl, las autoras, hacen un hueco en sus últimos días de exámenes. Están a punto de licenciarse y contestan de forma disciplinada, casi siguiendo el índice de su propia obra. Ese sumario que comienza por las partes del aparato genital femenino (instruyendo sobre el clítoris o el segundo orificio), continúa aclarando en qué consiste el flujo vaginal o la menstruación, da paso al sexo y los anticonceptivos, y termina con los problemas en los bajos: enfermedades de transmisión sexual, hemorroides, pérdidas de orina o incluso mutilación.

«Cometemos muchas equivocaciones a la hora de hablar de la vagina. Muchas personas mezclan términos. Por ejemplo: dicen vagina, pero se refieren a la vulva», escriben antes de abordar el error: «La vulva es la parte externa, mientras que la vagina es el tubo muscular que conduce al útero».

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Esta primera aclaración deriva en una cuestión oportuna: entonces, ¿confundimos la vagina con toda la zona genital y erógena? «¡Exactamente! Ese es un error muy común y aleja el foco del clítoris, que es el órgano sexual femenino. Es el equivalente del pene. Las mujeres también tienen erecciones, ¿sabes?», exclaman. «En nuestra opinión, nos enrocamos demasiado en el sexo con penetración y la mayoría de las mujeres necesita la estimulación del clítoris, así que alentamos a las parejas heterosexuales a hacer más que solo sexo vaginal en la cama».

Queda claro. La vagina es un enigma, incluso en la parcela que más creemos controlar. Ni siquiera la ubicuidad del porno y sus impúdicas lecciones han logrado enseñar qué es y cómo se localiza el Punto G. «Es que, de hecho, es una estructura mítica. Probablemente sean las partes internas del clítoris, un grupo de glándulas ligadas a la eyaculación femenina o ambas al mismo tiempo. Los estudios han demostrado que probablemente no sea una estructura anatómica separada, pero ¡mucha gente cree que sí lo es!», lamentan. «No hay mucha investigación aquí. Suponemos que el problema no ha sido priorizado. ¡Nos gustaría saber más sobre el punto G y las eyaculaciones femeninas!».

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Deseos aparte, hay tabués más difíciles de derribar y que complican la existencia a muchas personas. Uno es la responsabilidad de relacionar la virginidad con el sangrado. «Las leyendas sobre el himen son superantiguas. Las hemos tenido en la mayoría de las sociedades y épocas históricas. Todavía creemos en ellas. La gente está muy preocupada por la virginidad femenina, y queremos que esto se detenga.

Primero, podemos decirle a la gente que el himen no puede usarse como una prueba de virginidad. El himen generalmente es un anillo circular de tejido que es muy elástico, y es posible que no sufra ningún daño durante la primera relación sexual de una mujer. Muchas mujeres ni sangran la primera vez que tienen relaciones sexuales. Además, el himen no desaparece durante el sexo», argumentan.

Otro tema espinoso: las ETS (enfermedades de transmisión sexual). Brochmann y Stokken creen que habría que normalizarlas. No propagarlas ni descuidarlas, pero sí romper el silencio y los estigmas en torno a ellas. «Debemos diferenciar entre las potencialmente peligrosas –como el VIH– y las que generalmente son inofensivas si se tratan, como la clamidia o la candidiasis», introducen. «La gente necesita usar más condones. Queremos que la mayor cantidad posible de personas se vacune contra el VPH (Virus del Papiloma Humano) y que haya más pruebas después de tener relaciones sexuales sin protección con nuevas parejas, para que puedan recibir tratamiento».

Igual que en el libro, su discurso es directo. Sin rodeos. Como amigas que te cuentan sus experiencias con una base científica. Discuten sobre las convenciones sociales en cuanto al género como quien debate sobre un partido de fútbol. «Nos enseñan, desde una edad temprana, que las mujeres y los hombres tienen genitales diferentes y que estas partes definen quiénes somos. Nuestros genitales nos restringen», dicen las estudiantes. «El género es mucho más que genitales. Tenemos hombres con úteros y mujeres con penes. Debemos respetar la identidad y la capacidad de las personas trans para pensar por sí mismos, y dejar de decirles cómo deben sentirse», arguyen sin mencionar —en serio— nada del autobús tránsfobo de Hazte Oir que circuló por nuestro país.

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El libro de la vagina no es una enciclopedia, pero alberga episodios propios de vademécum. En un apartado se detallan los distintos tipos de secreciones y sus alteraciones. En otro se califican los tipos de anticonceptivos acompañados de una ilustración. Incluso se internan en los entresijos del orgasmo: «Hay muchos mitos en torno a él», asienten. Por ejemplo, en épocas pasadas se veían imprescindibles para concebir. Más tarde, con Freud, se hizo una escala por importancia: los vaginales eran mejores que los clitoridianos. Incluso, subrayan, con una mayoría que necesita el clítoris para alcanzar el punto mágico. «Un orgasmo es un orgasmo. No importa cómo lo obtengas. La razón por la que se obtienen de una manera u otra es anatómica. No tiene misterio», justifican.

Quizás, el mayor interrogante sea cómo lograr ese placer. Y para el deseo sí que no hay trucos ni manuales. No valen los dibujos en el encerado o las pintadas en los retretes. Aunque a lo mejor sí. «El deseo es algo complejo. Uno podría decir que depende del cerebro aunque, genitalmente, el clítoris es lo más importante para el placer sexual femenino. Necesitas encender tu cuerpo, pero también que se prenda el cerebro», indican. «A veces, los dos funcionan separados el uno del otro. Es posible que las mujeres se mojen y tengan orgasmos incluso si no sienten deseo. También es posible desear el sexo sin obtener una respuesta en el cuerpo», resumen, dando pie a un segundo libro. De momento ya han hecho bastante: descifrar la vagina, ese órgano incomprensible.

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