Dos amigos estaban sentados en un banco fumando un cigarro y hablando de cualquier cosa cuando un coche paró cerca de ellos y se bajó un chaval en chándal, con pinta de quinqui no peligroso.
Caminó decidido hacia donde estaban y les dijo con un tono de urgencia y un pelín de desesperación: «¿Tenéis un papel?», refiriéndose, claro, a un papel de fumar, no un papel existencial ni un papel donde escribir un precioso soneto antes de que se le fuera la inspiración.
Uno de ellos le contestó que sí y le dio tres o cuatro.
El tipo, con la mano en cuenco sosteniendo esos cuatro papeles de fumar, se puso la otra mano en el corazón y respondió: «Buah, tío… me salvas la vida. Literalmente», y se fue.
Este articulo no va de la desesperación que tenía ese chico por fumarse un porro. Va del mal uso de la palabra literalmente. De los creadores de «Decir obvio muy al tun tun» y de «Cómo decimos no es lógico para decir no estoy de acuerdo».
Pero vayamos por partes.
«Me salvas la vida. Literalmente». Si el chaval que le dio el papel hubiera reparado en esa palabra tan mal tirada, quizá le habría chillado a ese coche tuneado, mientras se alejaba rugiendo y echando humo con su preciado botín de cuatro papeles:
—¡¡¡METAFÓRICAMENTE!!!! ¡¡¡¡CREO QUE QUISISTE DECIR METAFÓRICAMENTEEEE!!!! ¡¡¡FIGUARADAMENE TAMBIÉN TE HABRÍA SERVIDO!!!
Porque hay una tendencia a usar la palabra literalmente como una especie de superlativo, como para darle énfasis a la frase anterior. Hubiera salvado la vida del chico del chándal con un papel de fumar literalmente si:
- Hubiera usado los papeles para tapar una herida evitando que se desangrara.
- Estuviera participando de una yincana macabra donde solo el equipo ganador saliera con vida, y una de las pruebas finales hubiera sido conseguir liarse un porro.
- Fuera víctima de un veneno cuyo antídoto contiene celulosa o arroz, y ese papel de fumar era el último ingrediente que necesitaba.
- Fuera un superhéroe que tuviera que vencer a un villano. El villano tendría un punto débil, su kriptonita, que sería el papel Smoking.
- Cualquier situación que te imagines en la que un papel de fumar pueda salvarte la vida LITERALMENTE.
Algo que molesta especialmente del mal uso de la palabra literal o literalmente es la pausita previa. Una pausa que indica que estas decidiendo poner esa palabra. No es que se te escape, no es que digas «cocreta» en vez de «croqueta». No se te escapa la palabra, decides ponerla, y lo demuestras con la pausita. Con una pausa que te hace sentir interesante y cultivado justo antes de soltar una palabra con el sentido contrario. Cómo cabrea esto. Cabrea tanto que cada vez que se escucha, más de uno se pegaría fuego en los oídos. Figuradamente. ¿Lo vais pillando?
Literalmente deberíamos añadirlo al final de una frase cuando lo que estamos contando parece mentira o fantasía, aunque sea verdad.
«La yaya Ramona estornudó y se le salieron los ojos para afuera. Literalmente». Porque resulta que esta señora que se llama Ramona y que es abuela padece la enfermedad de Graves-Basedow (que provoca la hinchazón del tejido situado detrás y alrededor del ojo, lo que empuja el globo ocular hacia delante). No siempre, pero combinada con un fuerte estornudo puede provocar que se te salgan un poco los ojos hacia afuera, lo suficiente para crear una imagen tan dantesca como cómica. Ante un titular tan esperpéntico y tan de dibujos animados como el de «La yaya Ramona estornudó y se le salieron los ojos para afuera» añades «literalmente». O, en otras palabras, «por muy increíble que suene, es cierto».
Tenemos un rico y extenso surtido de vocablos en nuestra lengua como para ir recurriendo a la polisemia tan alegremente. El mal uso de literalmente es porque suena bien, porque mola. Y está bien usar palabras que molen. Pero, a ver, melón, mejor aprende su significado antes. Que se supone que vienes del mono, no del loro, para repetir, sin más, sin pensar en lo que dices.
Pongamos otro ejemplo de este uso cansino de literalmente. ¿Recordáis cuando, en plena pandemia, hubo cierto jaleo en los supermercados con las compras masivas de productos alimenticios? En las noticias de un canal de televisión, una reportera narró la escena de esta manera:
—Los empleados de este supermercado se están dejando la piel. Literalmente.
Al oír eso, seguro que algún morboso pensó que saldrían por la tele empleados del supermercado totalmente desollados, en carne viva, chillando de dolor mientras reponían los productos en los pasillos y estantes correspondientes. Gente celebrando morbosamente que esto ya empezaba a cobrar forma de verdadero apocalipsis, y que comprobó con tristeza que los empleados de ese súper conservaban toda la piel.
¿No hubiera sido mejor no añadir nada y no hacer la pausita? Dejarlo en que se están dejando la piel, sin más. Si la reportera hubiera querido añadir alguna palabra más, que hubiera sido metafóricamente. No es de buenas personas jugar con la ilusión de un morboso amante del gore.
El chico del chándal tenía un pase ya que, por un lado, no trabaja en los medios de comunicación y por otro, solo quiso expresar su gratitud. Y, para más inri, inspiró este artículo.
Además, nunca sabremos si hizo un mal uso del lenguaje o si realmente aquel otro chaval le salvó la vida porque su situación hacía honor a alguna de las conjeturas expuestas anteriormente. ¡Pero la reportera no!, ¡en la tele no!
Ante la duda, lo mejor es usar menos palabras. Pero si alguien quiere ir de listo o lista, mejor no repetir para no correr el riesgo de que le llamen Homo lorus. Porque si otra persona se enfada y grita a la ligera «Me cago en tu madre» y lo dice haciendo un buen uso del lenguaje, más nos vale a todos que sea figuradamente.
Artículo basura. Literalmente.