Los antiabortistas que se basan en la 'ciencia' para defender sus posturas

15 de marzo de 2015
15 de marzo de 2015
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Sábado 22 de noviembre de 2014. Manifestación contra el aborto/provida convocada por el Foro de la Familia en Madrid. Entre las pancartas y mensajes más explícitos —Ni aborto del PP ni aborto del PSOE; Cada vida importa; Mariano, ya no te voto— hay unos carteles que destacan por lo sutil. Sobre fondo negro, reza un simple I love Pepito. Pero ¿quién es Pepito? María Juanes, asistente a la protesta —24 años, fisioterapeuta, casada con 21, madre y simplemente provida— tiene la respuesta.
«Es un caso muy sonado que conozco por amigos cercanos: una joven a la que le instaron a abortar, desde el comienzo de su embarazo, cuando se dieron cuenta de que su bebé nacería con una enfermedad muy grave. Ella no se ha sentido en ningún momento apoyada por el Estado, ya que se le estaba diciendo continuamente que abortase. Sin embargo, ha sido muy fuerte, muy valiente y ha seguido con el embarazo, y todos la hemos apoyado. Es un nuevo símbolo y un ejemplo».
La afección era una anencefalia, una dolencia que hace que los bebés nazcan con partes carentes del encéfalo y el cráneo. Es prácticamente incompatible con la vida fuera del útero. Pepito nació el pasado 25 de noviembre y murió a las 10 horas.
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«El Foro de la Familia es una de las organizaciones más activas dentro de estos grupos, con un mecanismo organizativo muy sofisticado y eficaz que puede congregar en la calle a muchísima gente», explica Susana Aguilar, socióloga en la Complutense de Madrid y autora del artículo El movimiento antiabortista en la España del siglo XXI. «Cuando quieren convocar una manifestación, comienzan a contactar con cada una de las 5.000 organizaciones que lo componen y les piden que se sumen y lleven a sus miembros». Cuando creen que han alcanzado una masa crítica, se lanzan a hacer públicos sus planes.
Aguilar, que para realizar este trabajo entrevistó a miembros de estas agrupaciones, cuenta que hay una gran diferencia entre la primera generación, que en España surge a raíz de la primera ley del aborto de González en 1984, y la segunda, resultado del despertar que origina Zapatero al reformarla en un sistema de plazos en 2010. Los iniciales eran «más agresivos desde el punto de vista de los eslóganes y de las fotografías, hostigaban a los médicos y las clínicas, ponían el énfasis en el asesinato y la culpabilidad, y estaban compuestos por personas con una fuerte ideología conservadora y con un sentimiento religioso que podríamos llamar fundamentalista».
Sus descendientes no lo plantean como un tema de religión, de ética o moral, sino «que se ven legitimados en su lucha por una serie de argumentos que podríamos llamar científicos». Con una alta participación de gente joven, usan avances biomédicos «como los nuevos escáneres que permiten ver desde las primeras horas cómo se va desarrollando la vida en el útero de la madre» y, desde un punto de vista legal, desarrollan con expertos en Derecho «una nueva teoría en torno a lo que se llama el ‘nasciturus’». Con este término, presente en el derecho romano, que significa ‘el que está por nacer’, lanzan el mensaje de que es una cuestión de derecho natural y universal, e independiente de su confesión religiosa, que debe estar por encima de cualquier otra consideración.
—María, ¿por qué eres provida?
—Considero que hay que defender los derechos del concebido ante todo, ya que, aunque se dice que es la madre la que decide con su cuerpo, eso no es así, ella no tiene nada que decir. El niño necesita a su madre para subsistir durante los primeros meses de vida, pero no forma parte de su progenitora, al igual que el cordón umbilical o la placenta tampoco lo hacen. Es como un astronauta que si sale de la nave morirá, pero eso no significa que forme parte de ella. Hablar del no nacido como parte del cuerpo de la madre es una muestra de absoluta ignorancia.
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Vargas Llosa, en un artículo publicado en El País en 1998, argumentaba que es «absolutamente ocioso discutir acerca de si el ‘nasciturus’, el embrión de pocas semanas, debe ser considerado un ser humano —dotado de un alma, según los creyentes— o solo un proyecto de vida, porque no hay modo alguno de zanjar objetivamente la cuestión», ya que «los científicos solo pueden pronunciarse en un sentido o en otro, no en nombre de su ciencia, sino de sus creencias y principios, igual que los legos». Ese año, la Iglesia católica había logrado que en el Congreso de los Diputados se rechazara, por un voto, la ampliación de los tres supuestos de la ley de 1984 a un cuarto, que sería el social o psicológico.
Las regulaciones sobre el aborto por el mundo se basan en tres modelos. El más restrictivo es el de los supuestos, como la ley que aprobó Felipe González en 1984 y que marcó el surgimiento de la primera generación de antiabortistas. En España era legal abortar en caso de malformación, violación o peligro para la madre, aunque en «el desarrollo de los decretos leyes se abrió la vía a que se aplicasen abortos en clínicas privadas sin tener que entrar dentro de estos tres casos», explica la experta Aguilar. Cuando Aznar llega al Gobierno, «estos grupos presionaron para que se revocara la ley, poniéndole en una situación delicada de la que salió asegurando que, por mucho que le repugnase la idea de la interrupción del embarazo, le parecía peor criminalizar a la mujer».
Luego está el modelo de estrés, en el que «la mujer tiene que acudir a un comité médico y justificar que sufre una situación de angustia emocional por el embarazo». El último y más liberal es el de plazos, que permite abortar sin alegar causa alguna dentro de un plazo determinado. La reforma de Zapatero de 2010, que trajo el retorno de los movimientos provida tras su letargo aznarista, estaba dentro de esta formulación, con el «elemento atípico de que las chicas de 16 años podían no pedir permiso a sus padres» en determinados casos.
Al observar el mapa interactivo World Abortation Laws, la mayoría del hemisferio norte es de color verde, lo que significa una legislación de plazos, mientras que en el sur predomina el rojo —para salvar la vida de la madre o completamente prohibido— y el ocre — por motivos de salud—. Dentro de Europa, todo es esmeralda salvo Islandia, Finlandia e Inglaterra que se basan en supuestos socioeconómicos, y Polonia e Irlanda que destacan por sus colores chillones.
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—Entonces, ¿a ti qué tipo de ley te gustaría?
—El aborto no debería existir, nunca debería haberse legalizado. Incluso en países con una legislación muy permisiva, sigue existiendo el aborto clandestino, por razones tales como el adulterio o porque la mujer no quiere perder su posición social. Clandestino o bajo protección del Estado, siempre es el mismo crimen contra la vida de un inocente indefenso. Si una persona tiene la más mínima duda en abortar porque le dicen que todavía no es un ser humano lo que lleva dentro, que nunca aborte.
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Uno de los temas en los que se centra el análisis de Aguilar es «el protagonismo de los grupos laicos cristianos y su alianza de facto con la Iglesia católica» en los movimientos antiabortistas/provida. «En sus discursos defienden que no tienen una vinculación orgánica con la Iglesia», cuenta, «aunque, cuando te pones a indagar un poco, ves que muchos han sido profesores o invitados en centros educativos vinculados a la Iglesia o grupos conservadores como los Legionarios de Cristo».
Uno de estos grupos es Hazteoir.org, que podría ser definido como un ciberlobby católico. «La mayoría de sus integrantes son jóvenes, y algunos han estudiado en EE UU», y son «gente preparada que maneja muy bien las tecnologías de la información». Aguilar ve una contradicción en sus presupuestos ideológicos al tener un «elemento político ultraliberal, al estilo estadounidense, de recelo a toda intervención del Estado, pero luego le reclama que intervenga, ya que el bien supremo es la vida del ‘nasciturus’». También existe un fenómeno de sobrerrepresentación al estar una sola persona inscrita en varias de estas asociaciones.
Aguilar cree que esta guerra va a existir durante mucho tiempo, pero que es «una causa perdida», «una lucha contracorriente». «Más allá de cómo se considere el tema, España como sociedad tiene unos valores marcados en los eurobarómetros que muestran que una mayoría de la población entiende que este tema tiene que estar regulado como está ahora». Aclara que tampoco entiende la postura de algún grupo de «radicales feministas» que abanderan algo tan poco agradable como un tema de decisión casi como «un sistema anticonceptivo más», con unos «eslóganes que tampoco son apropiados».
La Iglesia española, a su vez, lo que hace «es dejar que sus obispos, de forma libre, hagan declaraciones». Estas, lógicamente, van a ser contrarias, pero por otra parte, «de forma muy astuta», se escudan en sus votos para decir que no son los convocantes, sino que es la sociedad civil la que no quiere esa terrible legislación y ellos solo se unen a título individual desde las prelaturas». Cuando el Gobierno de Rajoy dejó caer su contrarreforma de la ley de aborto el pasado septiembre, la Conferencia Episcopal le mandó una carta para reprocharle su renuncia a «proteger y defender» la vida humana «en aras de supuestos cálculos políticos».
—María, ¿votarías al PP ahora que ha incumplido su promesa electoral de cambiar la ley?
—No.
A la manifestación del sábado 22 de noviembre acudieron 1,4 millones personas, según los convocantes; 60.000, de acuerdo con los datos de la Policía.

Imagen portada: Shutterstock.com

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