El éxito es un ciempiés negro que se hace el muerto para que lo atrapes. Pero una vez que te aproximas, penetra por cualquier orificio para instalarse en tu interior. Y desde ese lugar te exige, te reprende, te castiga o te amenaza.
El éxito es la mentira que el poder te cuenta para ponerte a su servicio. La promesa incumplida. El vértice de la cima que nunca ocuparás.
Pero antes de deprimirnos, conviene aclarar un tema: el éxito es una narración. Algo inexistente nacido de la necesidad de generar un sistema de cohesión dentro de un modelo económico específico: el capitalismo.
Al igual que el socialismo construyó todo su discurso ideológico sobre la igualdad, el nazismo sobre la pureza o el nacionalismo sobre la identidad, el capitalismo lo ha hecho sobre el éxito.
El éxito es la opción que el capitalismo dice proporcionarte. Y solo dependerá de ti el llegar o no a alcanzarlo. Si lo logras, serás un winner y tendrás acceso a todos los privilegios del sistema. Si no, serás un loser despreciado por cometer el mayor de los pecados: haber tenido la oportunidad y no haber sabido aprovecharla.
Esta es la ventaja de un modelo basado en el éxito. Que en él, los fracasos individuales, por muy masivos que sean, jamás serán imputados al sistema, sino a los errores o a las incapacidades de cada uno.
Se trata de una concepción del mundo altamente provechosa para dicho modelo económico, porque permite justificar cualquier fractura haciendo caer la culpa siempre del mismo lado. Y también, ya de paso, negar lo evidente a partir del siguiente discurso:
¿Barreras sociales? ¡Por supuesto que no existen! Prueba de ello es que podemos mostrarte centenares de casos de winners que las han superado. Si tú, en cambio, naciste y moriste en la misma franja económica, no es porque el sistema no sea flexible, es porque eres un loser.
Por supuesto, el problema de este modelo es el coste sicológico y social para los pretendidos perdedores. Porque al haberse ponderado tanto el valor del éxito, el fracaso se ha convertido en un abismal desgarro para el que lo sufre.
Esto ha sido así durante mucho tiempo. Pero ahora, con la llegada de la economía 4.0, la situación ha empeorado. Primero, en el plano económico, pues la ingente acumulación de capital en unas pocas manos ha acrecentado el número de losers, al reducir las amplias capas de la clase media que amortiguaban el conflicto entre los extremos. Y además, como si esto fuera poco, la exaltación mediática del nuevo icono winner, con personajes como Bill Gates, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg o Sundar Pichai, han disparado la percepción del éxito a niveles inalcanzables.
Niveles que, como efecto rebote, están llevando a muchos integrantes de las nuevas generaciones a abandonar esa irracional carrera, dándole la vuelta al papel de loser y convirtiéndolos en los winners del futuro. Es decir, en las personas que no están dispuestas a dejarse la vida en un trabajo extenuante por un precio que jamás compensará lo que obtienen por ello.
«LA VERDAD OS HARA LIBRES»
Por lo menos bajo el capitalismo el ser humano puede optar a cualquier variación de loser o winner que esté a su alcance. Bajo los demás sistemas , independientemente de cualquier otro factor, siempre eres un loser por obligación y no por vocación.
Que buen articulo. Muy sintético pero muy claro para dar una imagen de lo que es el capitalismo hoy y sus efectos desde una perspectiva psicológica. Ademas de ver su eje funcional desde lo social, es decir, el éxito como el motor automático que interiorizan las personas para reproducir el sistema.
Dame calma en el martirio