Lucha Libro: literatura en un ring de boxeo

La noche del 17 de marzo no olía a sudor. Tampoco se produjo ningún puñetazo, a pesar de que cuatro luchadores pasaron por el cuadrilátero. El motivo de todo esto fue una –o. Todo estaba dispuesto como mandan las normas. Un recinto oscuro, máscaras mexicanas para ocultar el rostro, música a un volumen que golpeaba los tímpanos, azafatas bien redondeadas que paseaban delante del ring moviendo el culo y un presentador que estiraba las vocales hasta hacerlas sangrar. Alguien había cambiado la –e por la –o y lo que parecía un combate de lucha libre era, en realidad, la competición de improvisación literaria Lucha Libro. Esa noche habría un ganador en el ring y nadie, en principio, debía salir muerto.
La persona que cambió la –e por la –o fue Christopher Vásquez. El peruano trabajaba en una agencia de publicidad en Lima hasta que un día se hartó. Renunció a su empleo y se dedicó a escribir. Los días pasaban con un horizonte al frente hasta que terminó su primera novela. Entonces se sintió como el que se lanza contra la pared.
En muy poco tiempo descubrió que en las grandes editoriales de su país no entra ni el caballo de Troya. En las pequeñas, la puerta estaba abierta, pero, en su interior, lo que había distaba mucho de lo que prometía el cartel de entrada. «Las independientes funcionan como imprentas. Cotizan el libro y te dicen cuánto cuesta imprimirlo. No tienen mucho que ver con una editorial», relata Vásquez. «Al ver esto me quedé pensando cuántas personas deben tener libros escritos y no los pueden publicar porque no tienen suficiente plata. Publicar en este país es una lucha».
Las palabras «lucha» y «libro» no paraban de dar vueltas en su cabeza. «Luchar por publicar tu libro», «luchar por tu libro», «lucha por tu libro». El oficio de publicitario lo llevó instintivamente hasta un juego de palabras que incluso guardaba en su interior una puesta en escena: «Lucha Libro». Ese fue el día que cambió la –e por la –o, sin que en todo esto tuviera nada que ver el azar. La lucha libre también pasaba a menudo por los pensamientos del escritor. Vásquez es un aficionado a este deporte.
Eso ocurrió en 2001, pero habrían de pasar diez años hasta que un día, su esposa, Angie Silva, retomara la idea y decidiera llevarla al ring. «Esa espera nos benefició», comenta Vásquez. «En ese tiempo aparecieron las redes sociales y eso hizo mucho más fácil la difusión del proyecto».
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Esa noche competían Alighieri, Ivoire, Gato y Phénix en la Alianza Francesa de Lima. Lo habitual es que la lucha se produzca en un bar llamado La noche, pero este combate era distinto. Los luchadores competían en francés y por eso se había trasladado al auditorio de la institución académica.
Las luces se apagaron y un presentador con una pajarita roja gritó:
—Señoraaas y señoreees, muy buenas nocheees. Bienvenidos al torneo Lucha Libro, categoría francófonos. Los grandes luchadores se han tenido que enfrentar siempre a fieras, monstruos, tempestades, congresistas… Pero esta noche se enfrentarán al tiempo.
En cada combate hay cuatro luchadores que nunca coinciden en el ring. «La lucha no es entre ellos. La lucha es contra el tiempo», indica Vásquez. «Es un campeonato de improvisación literaria. Nuestra intención es incentivar la creatividad».
Una azafata paseó un cartel con el número 1 de un lado al otro del ring. Un luchador sin rostro subió al cuadrilátero. El hombre de la pajarita y la camisa a rayas blancas y negras volvió a gritar al micrófono:
—El primer escritor tiene 25 años. Pesa 65 kilos. Viene de Surco y su escritor favorito es Danteee.
El luchador se llamaba Alighieri, un nombre que, como la máscara, hacía de escondite. En el anonimato, dicen, la mirada del público pesa menos.
El presentador le indicó las cuatro palabras que tenía que utilizar en su relato y Alighieri se sentó frente al ordenador. Detrás quedaba la pantalla donde se iría viendo el relato que escribió.
—Tres, dos, uno. ¡Tiempooo!
Tenía cinco minutos.
Cuatro.
Tres.
Dos.
Uno.
Alighieri leyó su cuento al público y bajó del ring.
La sustitución de la –e por la –o cambia también el sonido del público. Lo que en otro escenario sería un «¡Ya luchen, cabrones!», aquí se convirtió en un discreto «Sobra una ese» o «Todavía tiene que incluir una palabra». Esas exhortaciones aumentan de volumen cuando Lucha Libro se celebra en su bar de siempre. Allí los gritos de «¡Control Z!» o «¡Busca un sinónimo!» son habituales. Los decibelios pierden la timidez entre cervezas y la penumbra de una sala de conciertos. «Hemos tomado la escena del rock para introducir literatura», explica el fundador. «Estar en un bar es una forma de mostrar que, además de compartir relatos, queremos pasarlo bien».
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El siguiente luchador subió al ring. Se llamaba Gato y, mientras lo presentaban, hacía gestos de felino. Es parte de la tarea del luchador. En el ring ha de ser escritor, pero no puede olvidar que tiene encima cientos de miradas. Vásquez lo tuvo en cuenta desde el principio y decidió que los seleccionados para participar en Lucha Libro recibieran un curso de escritura y otro de expresión corporal antes de subir al ring.
«Es una mezcla de espectáculo y literatura. El escritor tiene que salir en su papel y actuar en función del personaje que ha creado», indica Vásquez en una agencia limeña a la que se llega por unas escaleras de colores que imitan una pantonera. El publicitario, después de escribir dos novelas, volvió a la publicidad y hoy es director creativo en BtoB.
Los cuatro luchadores escribieron sus relatos. El presentador pide una sentencia al jurado. Lo habitual es que esté formado por escritores, periodistas y artistas. Esta vez casi todos eran profesores de francés. En pocos minutos tenían que decidir quién era el ganador.
En Lucha Libro hay cuatro combates hasta que se impone un ganador. El premiado es el único que no se quita la máscara. Los demás van descubriendo su rostro al público cuando quedan fuera de la competición. El vencedor, en el ring, recibe un cinturón. Pero el verdadero premio es la publicación de su libro. «Nuestra intención es dar a conocer a escritores inéditos, chicos que nadie tiene en el mapa. El ganador tiene unos meses para escribir su obra y al año siguiente se presenta en la Feria Internacional del Libro de Lima», explica el publicista.
Hasta ahora han publicado Historia de perdedores, de Francisco Hermoza; Cuentos a Tajo Limpio, de Alberto Schroth; Eterno retorno y otros cuentos, de Estefanía Jacobs Rivera y aún queda por salir la obra ganadora de 2014. El evento está llegando a más ciudades. Entre ellas, Canarias o Iquitos, una localidad peruana rodeada por el Amazonas.
—Aaatención. Reeesultado —grita el presentador—. La ganadora de esta noche es ¡Phénix!
El público aplaudió a la luchadora de 18 años a la que jamás podrían reconocer por la calle. Fue la única que quedó tras la máscara.
«El evento se ha ganado un lugar en el circuito literario de Perú. El escritor Oswaldo Reynoso fue jurado en una de las finales de Lucha Libro y su sola presencia supuso un gran respaldo. Eso hizo que nos vieran como algo más que un evento creativo y muy loco», dice satisfecho Vásquez horas antes de que empezara el combate en francés. «Pero lo que de verdad me gustaría es que de Lucha Libro saliera un Vargas Llosa o algún escritor de esa magnitud. Me bastaría con que saliera solo uno de esa categoría en 20 o 30 años de competición. Nos haría muy felices».
Esa noche no hubo un rasguño. Tan solo unas cuantas erratas.
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(Las fotos pertenecen a varias ediciones de Lucha Libro en la ciudad de Lima).

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