Enciendes la tele (o la radio, si desterraste la tele hace tiempo). De pronto, sin anestesia, en uno de los bloques de anuncios y acompañada de una voz digna de teleserie de sábado tarde, te interpela una frase como la que sigue:
«¿Sueñas con playas paradisíacas, asombrosos atardeceres, espectaculares monumentos o laberínticas calles llenas de historia?»
En efecto. Ya está aquí. El verano se acerca con su torpedeo publicitario. Pues, en Yorokobu, nuestra respuesta a esa pregunta es «no». No soñamos con eso.
Aquí nos van más las raruneces, así que, en el primer repertorio vacacional de nuestra historia, nos hemos propuesto huir de las típicas frases sacadas de ese corta-pega universal que utilizan todas las agencias de viaje. Por ello hemos elegido cinco suculentos destinos con una característica en particular: son lugares inalcanzables que la mayoría de terrícolas jamás podremos pisar en nuestra vida.
Este es el catálogo de experiencias únicas en lugares inaccesibles de la efímera agencia de viajes YorokobuTravel.
Buena suerte.
El olor de los misiles al amanecer en Znamensk
Si en las paredes de tu casa lucen los pósteres de todas las pelis de James Bond –con un lugar especial para las de Sean Connery–, la ciudad cerrada de Znamensk es tu lugar soñado.
Situada al suroeste de Rusia, entre la ciudad de Volgogrado y la frontera de Kazajistán, Znamensk pertenece al conjunto de complejos administrativo-territoriales cerrados (ZATO) de la antigua URSS. Estos complejos, que originariamente no aparecían en los mapas, se crearon durante la existencia de la Unión Soviética para el desarrollo, producción, almacenamiento y eliminación de armas de destrucción masiva, el procesamiento de materiales radiactivos y para instalaciones militares.
Conocida hasta 1993 como Kapustin Yar-1, Znamensk era un enclave secreto donde se ejecutaban lanzamientos de misiles desde su base de ensayo aéreo. Pertenece al conjunto de las –hasta ahora conocidas– 42 ciudades cerradas que existen en Rusia en la actualidad, en las que el acceso está restringido para cualquier persona que no sea residente.
Entre sus atractivos turísticos imposibles de disfrutar se encuentran la base de ensayo de misiles Kapustin Yar, una estatua de Lenin y un monumento al primer misil lanzado desde su base aérea.
Ignoramos dónde cayó.
Disfrutar de La Meca… desde el avión
Si no eres musulmán, lo más cerca que estarás de la Mezquita Sagrada será de esta forma:
Pero no solo eso. Ya el hecho de visitar Arabia Saudí es una auténtica prueba digna del mejor Bond de la historia: entrar al país es misión imposible para un turista extranjero que no pertenezca a los otros países del Golfo ni profese la religión musulmana. En ese caso, la única opción para poder acceder al país es acudir en viaje de negocios o en peregrinación a La Meca –previa prueba de fe musulmana sellada por un imán–.
En el hipotético caso de que pudiésemos entrar al país, para intentar visitar La Meca tendríamos que ir en avión hasta Jedahh y, desde allí, en coche. No obstante, la propia carretera hará de filtro selectivo: a pocos kilómetros de la entrada a La Meca, un cartel como este hace que salgamos repelidos como si de un campo de fuerza se tratase.
En efecto, La Meca no es lugar para infieles.
Correr la media maratón en el «país» más pequeño del mundo
Los más frikis de los viajes y del running envidiarán lo que hizo Simon Messenger en 2015:
1: Ser uno de los pocos extranjeros que lograron pisar el extraño país de Sealand.
2: Correr una maratón en su superficie de 0,0005 kilómetros cuadrados (no, no sobra ningún cero).
La historia de Sealand, más que de una película de James Bond es digna de un capítulo de Superagente 86. Todo sucedió el 2 de septiembre de 1967, cuando el británico Paddy Roy Bates, comandante del ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo la idea de ocupar una antigua fortaleza militar construida durante dicha guerra y abandonada después del conflicto.
Su intención era hacer una emisora pirata (la fortaleza se encontraba fuera de las aguas jurisdiccionales de Gran Bretaña), pero Bates fue más allá: reclamó soberanía sobre el terreno y proclamó la micronación del Principado de Sealand, con forma de gobierno de monarquía parlamentaria hereditaria.
Desde entonces, Sealand y Reino Unido se han enfrentado en diferentes disputas legales por la oficialidad de Sealand, y la nueva micronación (que comenzó a vender pasaportes de ciudadanía) nunca ha llegado a ser reconocida por ningún país miembro de la comunidad internacional.
En su breve existencia, Sealand ha vivido varias batallas y escaramuzas con supuestos barcos invasores de la Marina Real británica; ha sufrido un extraño golpe de Estado en el que el príncipe de Sealand fue tomado como rehén, siendo liberado posteriormente por su padre a bordo de un helicóptero; y ha sufrido falsificaciones de su pasaporte, cuyos poseedores se vieron involucrados en varios crímenes, como el asesinato de Gianni Versace.
Pese a la posibilidad de comprar un pasaporte (cuyas peticiones se dispararon en 2017 tras la victoria de Trump y del Brexit), el acceso a Sealand es complicado, tanto físicamente (solo se puede acceder por barco y mediante un cabrestante de aspecto no muy fiable, en un siempre agitado mar del Norte), como burocráticamente.
El caso de Simon Messenger es casi una excepción. Este viajero británico logró correr una media maratón (sobre una cinta rodante) en 2015 como parte de su reto viajero de conocer el mundo haciendo 80 carreras de larga distancia en 80 lugares distintos.
Aquí está el vídeo que cuenta su aventura:
Huir del continente y subirse a The World
Para los viajeros que estén cansados del resto de humanos, hay una alternativa. Se llama The World.
The World es un barco.
Y es caro. Muy caro.
The World comenzó su andadura en 2002 y, para varios de sus habitantes, se ha convertido en su nuevo hogar. Se trata de un enorme crucero privado que lleva dando vueltas al mundo desde entonces y, como dice Alastair Bonnet en su libro Fuera del mapa, «se ha creado una comunidad exclusiva flotante, un enclave de riqueza».
The World es muy caro: el precio para adquirir los apartamentos va de los dos a los siete millones de euros, cifras a las que hay que sumarle una tasa anual de mantenimiento (un 6% del coste de cada apartamento) además de los gastos de a bordo. El alquiler, por su parte, oscila entre los mil y cuatro mil euros diarios.
The World cuenta con varias piscinas, boutiques, restaurantes, canchas de tenis y un simulador de golf, además de 12 cubiertas. Para aquellos que tengan en el bolsillo unos cuantos millones para adquirir un apartamento en propiedad, quizá les interese saber que ser residente tiene sus privilegios: el itinerario alrededor del mundo que realiza el buque es elegido por votación por aquellos que pasen, de media, cuatro meses al año a bordo del crucero.
El sueño dorado de cualquier persona: que tu casa vaya contigo de viaje a cualquier parte del mundo.
(Aunque eso también se puede hacer con una autocaravana. O una tienda de campaña. Pero, claro, no tiene 12 cubiertas).
Ir al lugar en el que el vecino más cercano es un astronauta
48° 52′ 36″S 123° 23′ 36″W
Esas son las coordenadas del Punto Nemo, el lugar soñado para aquel que realmente quiera desconectar de la especie humana.
El Punto Nemo es el más conocido de los denominados polos de inaccesibilidad, los lugares más difíciles de alcanzar debido a su lejanía. En este caso, el Punto Nemo es el polo oceánico de inaccesibilidad, el lugar en el océano más alejado de cualquier espacio terrestre, y se encuentra en el Océano Pacífico Sur. La costa más cercana –la diminuta isla Dulcie, de 2,4 km de largo por 1,6 de ancho– se encuentra a 2.688 kilómetros.
El polo de inaccesibilidad oceánica se encuentra lejos de las rutas marítimas habituales, por lo que los humanos más cercanos a él son, de forma eventual, los astronautas: la Estación Espacial Internacional orbita la Tierra a un máximo 416 km.
De hecho, el Punto Nemo tiene una estrecha relación con el mundo espacial: el área se conoce como cementerio de naves espaciales, porque decenas de naves desmanteladas se han depositado allí al volver a entrar en la atmósfera para reducir el riesgo de afectar lugares habitados.
El Punto Nemo fue descubierto en 1992 por el ingeniero croata-canadiense Hrvoje Lukatela, pero siete décadas antes, un escritor visionario definió un lugar muy próximo a él: HP Lovecraft, en su cuento de 1928 La llamada de Cthulhu. En su relato, Lovecraft presenta la ciudad ficticia sumergida de R´lyeh, prisión del dios primigenio Cthulhu, a la cual sitúa en las coordenadas 47 ° 9’S 126 ° 43’W, bastante próximas a las del Punto Nemo.
Unas vacaciones de ensueño: bucear entre satélites mientras huyes despavorido de Cthulhu. Con suerte, incluso algún astronauta podría sacarte una foto para subirla a Instagram.