El pesimismo puede ser bello, incluso puede dibujarse en tonos pastel. Lui Mort reivindica así su derecho a no verlo todo de color rosa y brillante, a sentirse atormentado. Fue con ese nombre, Lui Mort, «con el que logré resumir un sentimiento o un conjunto de sentimientos que aparecían recurrentemente en mi vida. Atormentándome de diferentes maneras. No fue hasta que tomé la decisión de plasmar esa parte de mí en mis dibujos que pude darle vida a este nombre, y a todo lo que cuenta».
Mort define su estado de ánimo como un pesimismo congénito. Hijo de padres bastante mayores, cuenta, el recuerdo de su infancia que pervive en su memoria son largas horas de soledad y una ansiedad cada vez mayor por que ocurriera algo. Ese aburrimiento y ese desasosiego le llevaron a dibujar. Pero su timidez y el miedo al escarnio público le impidieron mostrar sus dibujos. «Luego de mucho tiempo, y con la llegada de las redes sociales, me animé a publicar, por así decirlo, el fruto de tantos años de trabajo. Lui Mort es el resultado».
No hay planificación ni borradores en sus dibujos, asegura. «El dibujo mismo es un borrador que se deja ver en toda su desnudez e inocencia. Las palabras que lo acompañan son las que el mismo dibujo solicita. Hay algo casi mágico, ahora que lo pienso fríamente, en mis dibujos». Pero que nadie entienda que con ese calificativo intenta darle una pátina de solemnidad ni de calidad a su obra. «Hablo de magia cuando intento decir que el niño que alguna vez fui habla a través de ellos. Me dice algo de mí que hasta ese momento desconocía o había olvidado».
«»Mis padres vivían en un estado de constante luto», dijo alguna vez el gran Maurice Sendak. Creo que esa frase se aplica también a mi historia. Es ese pesimismo congénito el que vuelve como olas cada vez que digo algo o que lo dibujo. No es casual en estos tiempos que esos sentimientos se manifiesten en miles de personas y en miles de lugares en simultáneo. He ahí la supervivencia del mensaje de Lui Mort», abunda el ilustrador en su personalidad.
«No es un renegar de la propia existencia lo que me lleva a seguir, sino una pregunta nunca resuelta. Es la misma pregunta que me hago cada vez que me siento ante una hoja en blanco. De todo el abanico de sentimientos humanos, ¿no es el llanto el más milagroso y el más extraño?».