Siempre se ha dicho que estar de mal humor o enfadado hace que uno no dé pie con bola en el trabajo. Pero una reciente investigación sugiere que estar de mala leche podría ayudar a algunas personas a concentrarse, administrar su tiempo y priorizar mejor las tareas. En definitiva, les hace ser más productivos.
De hecho, los investigadores que afirman tal cosa encontraron que, en ciertos momentos, estar de buen humor puede obstaculizar la gestión del tiempo y las habilidades de organización. Y observaron que esto era así, sobre todo, en el caso de las personas extravertidas (o que experimentan estados emocionales positivos más intensos) –en cambio, los introvertidos (esos que presentan una mayor reactividad ante la estimulación sensorial) suelen detenerse cuando se sienten tristes–.
El estudio, titulado Does mood help or hinder executive functions? Reactivity may be the key y realizado por la profesora de Psicología de la Universidad de Waterloo Tara McAuley y el doctorando Martyn Gabel, analizó cómo 95 personas hacían frente a las demandas y presiones diarias según su estado de ánimo.
Cada uno de los participantes completó nueve tareas y cuestionarios distintos que medían la interacción entre el estado de ánimo, la reactividad a estímulos emocionales y varios retos laborales relacionados con la memoria y el análisis.
Los investigadores se centraron, sobre todo, en la reactividad emocional: la sensibilidad, intensidad y duración de nuestras respuestas emocionales asociadas a nuestro estado de ánimo –que dicen que son los factores de influencia en nuestro llamado funcionamiento efectivo, esto es, las habilidades para llevar a cabo tareas–.
Después, desglosaron el grupo en dos categorías de reactividad emocional: personas de alta reactividad y personas de baja reactividad. Los individuos de alta reactividad son personas más sensibles, que tienen respuestas emocionales rápidas, intensas y duraderas, mientras que los de baja reacción son más relajados y se les suele pasar el enfado rápidamente.
En la investigación, los extravertidos se desempeñaron mejor en tareas de funciones ejecutivas cuando estaban de mal humor. Mientras tanto, las personas de baja reactividad mostraron el efecto contrario: sus habilidades se detenían cuando estaban de mal humor. No eran capaces de enfocar ese mal humor hacia un aumento de productividad. Se aturrullaban.
«Hay personas que se quedan enganchadas en el enfado por más tiempo y hay otras personas que lo viven de una forma menos intensa y menos duradera, y a las que se les pasa más rápido el enfado y, por tanto, el mal humor», señala la psicóloga María Gutiérrez. «Entonces, las personas que viven sus emociones de manera más pasajera, permanecen menos tiempo con ello. Se entiende que su productividad no mejore porque están poco tiempo en ese estado de alarma o hiperactivación».
McAuley aseguró que los resultados de su estudio muestran que hay algunas personas para quienes el mal humor puede perfeccionar el tipo de habilidades de pensamiento que son importantes para la vida cotidiana. «Sabemos que la reactividad emocional difiere de una persona a otra desde una edad muy temprana y que estas diferencias individuales tienen más adelante implicaciones para la salud mental y el desarrollo», matizó en una entrevista digital.
Gutiérrez comenta que, efectivamente, estar de mal humor, siempre que sea de una manera temporal, sí que puede mejorar la productividad de ciertas personas a corto plazo. «Cuando estamos de mal humor, molestos, irritados o enfadados nos colocamos en un estado de alarma, como en una posición de estar a la defensiva; nuestro organismo está más activado y eso puede llevar a estar con más atención y concentración en ciertas tareas», señala.
«También a ser más perseverante, e incluso más competitivo, en relación a los compañeros y a uno mismo sobre el trabajo a desempeñar. Si alguien está de buen humor, más feliz, estará más relajado y el nivel de atención al detalle podría disminuir».
«Sabemos que las personas extravertidas son más propensas a dirigir su atención y energía a factores externos, a lo demás y a los demás. Sin embargo, las personas introvertidas poseen más mundo interior, es decir, focalizan mucho en ellos mismos, en sus pensamientos, en sus cuerpos, etc.», explica el especialista en psicología clínica Guillermo Dalia.
«Esto provoca que puedan intensificar las emociones displacenteras, al estar más pendientes de ellas, y que un mal humor interfiera en sus procesos cognitivos. Para otras personas, el mal humor puede ser un aliciente para seguir».
Pero McAuley advierte: «La gente no debería interpretar los resultados como si dijeran que está bien perder el control o reaccionar de forma exagerada, o estar malhumorado [todo el tiempo]». Puede que uno llegue a ser más productivo cuando está de mal humor de manera puntual, pero si vivimos permanentemente malhumorados, la productividad (lejos de mejorar) va a empeorar.
Y ojito a eso, ya que no son pocas las repercusiones que tiene para la salud estar frecuentemente irritado o de mal humor. «Ese estado de activación o alarma que comentaba antes se traduce en afectaciones al ritmo cardíaco (aumenta la presión arterial, el flujo sanguíneo, el ritmo cardíaco), problemas en la piel, puede haber un nivel elevado de estrés por la sensación de insatisfacción derivada del mal humor, la posibilidad de tener ataques de ansiedad o estados depresivos, y esto puede aumentar el solicitar una baja», advierte Gutiérrez.
Además, la psicóloga asegura que no conviene generalizar los resultados de ese estudio, ya que se llevó a cabo con una muestra pequeña y también existen otros tantos que concluyen lo contrario.
Por ejemplo, el que lleva por nombre Waking Up on the Wrong Side of the Desk: The Effect of Mood on Work Performance, elaborado por Nancy Rothbard y Steffanie Wilk y publicado en 2011, que concluye que tanto estar de buen humor como de mal humor afecta a la productividad en el trabajo, pero que el efecto causado por el buen humor es mucho más poderoso.
«Y descubrieron otro dato importante: que el humor con el que se llega al trabajo tiene un efecto mayor sobre el estado de ánimo del resto del día», apostilla.
«En general, las emociones placenteras nos son más útiles en la vida, hay infinidad de investigaciones que lo demuestran», comenta Dalia. «Las emociones displacenteras nos son de utilidad si nos alertan de algo y nos ayudan a seguir nuestro camino, pero es más útil procurarnos emociones positivas».
Vale, igual es cierto que algunas personas malhumoradas rinden mejor. Pero ¿merece la pena realmente andar más cabreado que una mona?
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