[pullquote author=ยปWilliam S. Burroughs. Yonquiยป]Es una pregunta que se hace con frecuencia: ยฟPor quรฉ un hombre se convierte en drogadicto? La respuesta es que, normalmente, ese hombre no intenta convertirse en drogadicto[/pullquote]
Una enfermedad mental no es la fractura de un hueso ni un ataque vรญrico. Cuando contraemos la gripe, sabemos mรกs o menos cuรกl es el causante de nuestros mocos y estornudos. De igual manera, cuando nos rompemos una pierna, nos la rompemos y punto; conocemos cuรกndo y dรณnde nos ha pasado. Por el contrario, no se conoce la causa exacta de los trastornos mentales. Segรบn la mayor parte de la bibliografรญa especializada, suelen ser el resultado de una compleja red de elementos neurolรณgicos, psicolรณgicos y sociales interactuando a lo largo del tiempo en distintas manifestaciones e intensidades interconectadas.
Esto nos desasosiega. Ignorar los desencadenantes de algo tan devastador nos perturba en nuestra propia integridad como seres humanos. Porque no conocer significa no controlar. Por eso, la narrativa, cuya funciรณn primera y รบltima es ordenar los pensamientos en relatos comprensibles, rechaza esta realidad y ha decidido que los trastornos mentales son como romperse una pierna. Hubo un trauma en el pasado, una madre dominante, un padre ausente, una muerte violenta en la familia. Algo, cualquier cosa que sirva para explicarnos por quรฉ. Aunque sea mentira.
A finales de 1881, el mรฉdium Adam Coons (tambiรฉn conocido como Koombs) visitรณ a una viuda de mediana edad en la mansiรณn donde esta vivรญa en New Haven, Connecticut. Ella intentaba de cualquier forma posible tratar de entender las desgracias que habรญan plagado su vida en los รบltimos aรฑos: la muerte de su รบnica hija siendo apenas un bebรฉ, la muerte de su suegro y, finalmente, la muerte de su marido por tuberculosis con solo 43 aรฑos.
Coons puso en contacto a la viuda con el espรญritu del esposo reciรฉn fallecido, quien le dijo que la familia estaba maldita y que solo podrรญa librarse de la condena si se mudaba al otro lado del paรญs y construรญa una casa capaz de mantener a raya a todos los muertos de los que la familia habรญa sido responsable.

El problema es que la mujer era Sarah Winchester, viuda de William Winchester y heredera de la Winchester Repeating Arms Company, fabricante del Winchester 73, ยซel rifle que conquistรณ el oesteยป.
Tras la revelaciรณn sobrenatural, Sarah Winchester se mudรณ a una gran casa de ocho habitaciones en San Josรฉ, California. Prรกcticamente de inmediato comenzรณ a remodelarla y a ampliarla. Pasillo tras pasillo, pared tras pared, sala tras sala, ventana tras ventana y puerta tras puerta.
En la obra trabajaban de forma continua docenas de personas entre albaรฑiles, carpinteros, fontaneros y electricistas. Siempre bajo la supervisiรณn de la dueรฑa de la casa. Siempre sin ningรบn arquitecto responsable porque Sarah Winchester era la รบnica responsable. Seis meses despuรฉs de mudarse, la nueva mansiรณn Winchester habรญa triplicado su superficie y contaba con veintisรฉis habitaciones entre dormitorios, salones y corredores, ademรกs de catorce escaleras, nueve chimeneas, cuatro cuartos de baรฑo y tres cocinas.


Pero todas esas salas y todas esas fachadas no eran suficientes para aplacar la venganza que los muertos por el Winchester 73 podrรญan lanzar desde el mรกs allรก. Porque el Winchester 73 habรญa matado a miles de personas desde que saliรณ al mercado, pero matarรญa a varias decenas de miles mรกs en los aรฑos venideros.
Cada dรญa, casi cada hora habrรญa una vรญctima mรกs del rifle capaz de disparar quince balas en diez segundos, asรญ que la casa siguiรณ haciรฉndose mรกs y mรกs grande. A todas horas, en cuadrillas que se rotaban a tres turnos dรญa y noche. Durante treinta y ocho aรฑos, hasta la muerte de Sarah Winchester el 5 de septiembre de 1922, momento en que el edificio contaba con ciento cincuenta departamentos en una amalgama estilรญstica de cuarenta dormitorios, cuarenta escaleras, tres ascensores, diecisiete cuartos de baรฑo, seis cocinas, cuarenta y siete chimeneas y mรกs de cinco mil puertas y ventanas.
En todo ese tiempo, la mujer viviรณ prรกcticamente recluida en una mansiรณn que crecรญa como un cรกncer. Dibujando las plantas, planteando las nuevas escaleras, escalando cada ventana. Tomando decisiones a cada minuto. Los trabajadores solo respondรญan ante ella y ella no respondรญa ante nadie los motivos por los que la mitad de su vida se dedicรณ a ser arquitecta.

Porque la leyenda del marido muerto y los fantasmas del Winchester 73 es exactamente eso, una leyenda. Alimentada por el silencio de la mujer pero, sobre todo, propagada por John H. Brown, quien comprรณ la casa en 1923 y la abriรณ al pรบblico con el nombre de Winchester Mystery House.
Brown aรฑadiรณ unas fรกbulas mรกs, como la del nรบmero 13 que se repetรญa en puertas, ventanas y hasta en escaleras interrumpidas en el decimotercer escalรณn, y dejรณ que la imaginaciรณn de la gente hiciese el resto, convirtiendo a la mansiรณn en un epรญtome de la circense casa encantada.
Aรบn hoy se puede visitar en el 525 de Winchester Boulevard Sur, en San Jose, previa compra del correspondiente ticket, claro. De hecho, la casa estรก incluida en el Registro de Lugares Histรณricos de los Estados Unidos y ha sido protagonista de la reciente pelรญcula Winchester, protagonizada por Helen Mirren, y que incorpora aรบn mรกs elementos sobrenaturales al relato.

Porque, como ya dijimos al principio, la narrativa tiene que dar explicaciones, reales o falsas, a las anomalรญas. Y esta era muy jugosa, todavรญa mรกs a finales del XIX, cuando el mundo de lo paranormal viviรณ su gran explosiรณn. Sin embargo, hay una hipรณtesis menos voluptuosa pero bastante mรกs interesante. La recoge la historiadora Mary Jo Ignoffo en su libro Captive of the Labyrinth: Sarah Winchester era la รบltima responsable de la obra; dibujaba, replanteaba y tomaba las decisiones.
En una รฉpoca donde apenas habรญa arquitectas, Sarah Winchester fue arquitecta, aunque no tuviese tรญtulo. Quizรก usรณ la mansiรณn como manera de canalizar un trastorno, quizรก fue para aplacar espรญritus o por construir con el dinero de una compaรฑรญa que habรญa destruido tanto, quizรก fue por el deseo de hacer arquitectura. Seguramente fue por una compleja interacciรณn de todos esos factores, como en todas las enfermedades mentales. Porque la mansiรณn Winchester es muchas cosas pero, esencialmente, es la manifestaciรณn construida de una enfermedad mental.

Imagen de portada: Cullen328 (CC)