Nació en 1564 y falleció, al igual que Cervantes, en 1616 (aunque siendo 16 años más joven que el Príncipe de los Ingenios). Su primer llanto, así como el punto final de su vida, se produjo en Stratford-upon-Avon, una localidad del sur de Inglaterra que hoy no cuenta con mucho más de 20.000 habitantes.
En los 52 años que transcurrieron entre un momento y otro, William Shakespeare residió en el mismo lugar. De hecho, aún hoy se cuenta que el Bardo de Avon jamás llegó a salir de Inglaterra.
A pesar de ello, no se cortó a la hora de utilizar lejanos territorios como escenario de sus obras. Desde la Verona de Romeo y Julieta hasta el antiguo Egipto de Antonio y Cleopatra, pasando por la Dinamarca de Hamlet, gran parte del planeta fue llevada hasta las tablas de los teatros de la mano de Shakespeare.
Por si fuera poco, el dramaturgo inglés no sólo repartió personajes por todo el orbe, sino que tuvo la osadía de representar distintos caracteres en función del lugar en el que se desarrollase la obra. Todo ello, sin poner un pie fuera de la islas británicas.
Si este ligero contratiempo no supuso obstáculo alguno para que desarrollara obras en puntos distantes fue gracias a los mapas: él, al igual que muchos otros de sus contemporáneos, tuvo el privilegio de tener acceso a libros y aquellos primitivos mapas con los que pudo reunir información suficiente como para escribir obras teatrales ambientadas lejos de su casa sin parecer un patán.
Ahora, y hasta el próximo mes de febrero, el Norman B. Leventhal Map Center de la Biblioteca Pública de Boston organiza una muestra en conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Shakespeare en la que exhibe mapas de la época del Bardo de Avon o, lo que es lo mismo, aquellos en los que pudo haberse inspirado el dramaturgo para localizar sus obras. Bajo el nombre de Shakespeare Here and Everywhere (Shakespeare aquí y en todas partes), la exposición muestra una colección de 30 mapas de todo el mundo.
«Quisimos hacer que la gente comprenda mejor cómo era el mundo durante la época de Shakespeare», explica Stephanie Cyr, una de las responsables de la muestra. «Cómo veía Shakespeare el mundo a su alrededor, cómo lo hacían sus contemporáneos y cómo el público de sus obras de teatro entendía, no solo su entorno en Londres, sino el mundo en general».
Varios de los documentos de la exposición casan perfectamente con la percepción que Shakespeare demostró tener del mundo. Se trata de aquellos salidos del Theatrum Orbis Terrarum del cartógrafo flamenco Abraham Ortelius. Creado en 1570, es considerado como el primer atlas moderno, y en él se muestra el mundo conocido como el lugar teatral en el que hombres y mujeres representan a diario su función.
Europa, las Normandía y España del primer tercio del siglo XVII, Venecia o el Imperio Turco son sólo algunos de los emplazamientos que se pueden contemplar a vista de primitivo satélite en esta exposición que, además, permite demostrar la importancia del trabajo de los cartógrafos en una época en la que un mapa podía ser la única muestra de lo que había más allá de las propias fronteras.
De hecho, en muchos de estos mapas no sólo se perfilan territorios extranjeros, sino que también se muestran algunas pinceladas de la personalidad estereotipada de sus habitantes. Así, cuanto más lejano se encontraba un lugar de la bien conocida zona mediterránea, más oscuros se hacían los caracteres de los allí residentes. «Los mapas producidos ya antes de la época de Shakespeare fueron incorporando imágenes sobre la barbarie y el canibalismo», asegura Cyr.
Otro de los mapas de la exposición es uno de Chipre que data de 1650. Por aquel entonces, la isla era símbolo de la guerra y el amor. No en vano, este cliché del siglo XVII fue utilizado por Shakespeare para llevar hasta allí la trama de su Otelo, siendo un punto clave de la obra.
Qué mejor que la isla en la que la mitología ubica el nacimiento de Venus para una historia de pasiones, infidelidades, muertes y venganzas. «Los mapas tienen historia, pero son creados por personas, por lo que también contienen prejuicios», concluye Cyr.
Cuatro siglos más tarde, los mapas no son los que contienen los estereotipos que circulan por el mundo, pero sobreviven al paso del tiempo. El mismísimo Shakespeare, que no llegó a viajar muy lejos de su localidad natal, cayó en la trampa de las generalizaciones como consecuencia del trabajo de los cartógrafos. De Inglaterra a Egipto, pasando por la romántica y dramática italiana, el Bardo de Avon recorrió el atlas de los estereotipos para desarrollar su obra y convertirse en el dramaturgo universal que es considerado hoy en día.
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Las imágenes son propiedad de Norman B. Leventhal Map Center y Wikimedia