El escritor de los momentos pasados, de los objetos y las sensaciones, acaba de publicar su última novela, Donde no estás. En ella se adentra en terrenos intangibles que, paradójicamente, las palabras sí consiguen rozar. Habla de las cosas que una vez fueron y que siguen siendo por nosotros, por los que no las dejamos marchar. Habla también de memoria y de secretos.
Gustavo Martín Garzo, ganador, entre otros reconocimientos, del Premio Nadal y el Premio Nacional de literatura, dibuja en estas líneas un escenario creativo caracterizado por la búsqueda continua, la conexión indisoluble con lo que se transmite y la capacidad de asombro.
¿Puede aprenderse o entrenarse el proceso creativo o es algo personal que debe encontrar cada persona?
No creo que escuelas de letras, talleres de literatura e instituciones semejantes sirvan de mucho. No digo que estén mal, ya que se habla en ellas de libros y se intercambian experiencias con personas que tienen tus mismos gustos y, tal vez, los mismos sueños, pero me temo que es iluso pensar que uno puede transformarse en un escritor asistiendo a sus clases. El escritor es siempre un extranjero, un incorregible solitario.
[pullquote class=»left»]«EL ESCRITOR ES SIEMPRE UN EXTRANJERO, UN INCORREGIBLE SOLITARIO»[/pullquote]
¿De dónde vienen las musas y qué circunstancias hacen que se escondan?
Creo en la inspiración, pero esta sólo llega, cuando lo hace, si se la reclama a través de la escritura. La escritura es básicamente trabajo, trabajo y constancia. Se piensa mejor cuando se escribe, y a la inspiración le gusta acudir cuando alguien la llama y la espera con paciencia.
¿Puede el artista desvincularse del éxito o el fracaso de su obra?
Una novela es una prolongación de uno mismo, todo lo que pasa en ella de alguna forma te pasa a ti.
No sé que es tener éxito al escribir. ¿Vender mucho, tener una gran aceptación? ¿Lograr ese libro con el que no has dejado de soñar? Esto último nunca se consigue del todo, porque ese libro, el que de verdad hubieras deseado escribir, siempre escapa de ti.
[pullquote class=»right»]«ESE LIBRO, EL QUE DE VERDAD HUBIERAS DESEADO ESCRIBIR, SIEMPRE ESCAPA DE TI»[/pullquote]
¿Cuándo puede comenzar una persona a llamarse a sí mismo «escritor»?
Nunca soñé con ser escritor, y supongo que sólo empecé a sentirme así cuando otros empezaron a llamarme de esa manera. La escritura no es una profesión, es una aventura, una apuesta. Tal vez una espera, aunque no sé de qué.
¿Qué deberían aprender todos los contadores de historias (escritores, periodistas, narradores, guionistas…) de los cuentos clásicos?
Edith Wharton, en el prólogo a sus relatos de fantasmas, pide a los que vayan a escribir un relato de terror que tengan miedo al hacerlo, de otra forma ¿cómo lograrán que sus lectores experimenten un sentimiento semejante? Si a un escritor no le afecta la historia que quiere contar es difícil que logre convencer a los que más tarde la leerán. Tal sería el primer consejo que podría darse a un aprendiz de escritor: que trate de vivir su propia vida.
Vivirla con intensidad, sin miedo, porque solo la escritura surge de la experiencia y difícilmente podrá escribirse un buen cuento de amor si previamente no se ha conocido el tormento y el éxtasis propios de ese sentimiento humano. El segundo consejo es que lea, pues sólo imitando los modelos de los grandes maestros y respetando los libros que estos escribieron podrá estar en condiciones de hacer algo semejante; y el tercero, que sea disciplinado, pues la escritura supone un esfuerzo, y sólo el que está dispuesto a realizarlo hasta el fin, sin desfallecer, podrá acceder a su extraño y complejo mundo.
[pullquote class=»left»]«DIFÍCILMENTE PODRÁ ESCRIBIRSE UN BUEN CUENTO DE AMOR SI NO SE HA CONOCIDO EL TORMENTO Y EL ÉXTASIS PROPIOS DE ESTE SENTIMIENTO»[/pullquote]
¿Consideras que la calidad de una manifestación artística está ligada a la autenticidad o puede distanciarse de los sentimientos de su autor?
El consejo más importante que puedes dar a alguien que desea escribir es que ame la historia que quiere contar. O dicho de otra forma, debe sentir el deseo de contarla, para lo que es imprescindible que esa historia exprese su individualidad, su manera de ver el mundo. Isaac Bashevis Singer dijo que no basta con tener una buena historia sino que el escritor debe tener la convicción de ser el único capaz de escribirla. Aún más, la convicción de que si él no la cuenta nadie lo hará por él y esa historia dejará de escucharse en el mundo.
Objetos, sonidos, olores… ¿qué poder de evocación tienen los pequeños detalles?
Vladimir Nabokov decía que una historia se sostiene gracias a una buena elección de los detalles, que son los que llenarán de vida las frases y darán verosimilitud a lo que se cuenta. De forma que si se describe una playa el escritor debe ser capaz de hacernos sentir el rumor del viento y el olor del agua salada; y si escribe sobre una pequeña habitación llena de humo debe conseguir que nos cueste respirar.
Donde no estás es, de algún modo, una oda a lo intangible, a las historias que se acumulan en los lugares, al peso de las ausencias, de las cosas que ya no son. ¿Supone un reto hablar de intangibles en una época tan materializada?
«Los muertos no saben nada», puede leerse en el Eclesiastés. Morir es desaparecer, ser olvidado. Es cierto que los muertos perviven en la memoria de quienes los conocieron, pero sólo por un breve tiempo pues tampoco estos tardarán en morir. El mundo está lleno de muertos que nadie recuerda. ¿Pueden regresar alguna vez? Nuestra razón nos dice que no, pero algo en lo más hondo de nosotros se rebela contra este dictamen. En el inconsciente, escribe Freud, no existe la muerte. La literatura de fantasmas surge de la incapacidad humana para aceptar la desaparición completa de alguien. Las huellas que dejan al irse, sus objetos, la memoria de sus palabras y de sus gestos, los devuelven sin cesar a la vida. Regresan a causa de las leyes no escritas de nuestro deseo. No podemos renunciar a los muertos porque no podemos renunciar al deseo. Somos nosotros quienes les hacemos regresar. Lo hacen porque los llamamos sin darnos cuenta.
[pullquote class=»right»]«NO PODEMOS RENUNCIAR A LOS MUERTOS PORQUE NO PODEMOS RENUNCIAR AL DESEO».[/pullquote]
Los muertos dejan un hueco al desaparecer, y las vidas, con el paso del tiempo, se pueblan de huecos así. Son agujeros en el tejido de lo real, zonas oscuras que permanecen misteriosamente activas, que recuerdan los agujeros negros del mundo interestelar, que son sumideros de luz. Esta novela habla de esos agujeros que dejan los muertos al abandonar el mundo. Eso es un fantasma, una rasgadura, una grieta en el mundo de lo real.
¿Qué ganaría la sociedad si fuéramos un punto más espirituales, si escapáramos de vez en cuando de lo palpable e incluso de lo digital y buscáramos sensaciones en lo abstracto (sueños, secretos, recuerdos)? ¿Se hacía eso más hace unos años que ahora?
No sé qué decirte. En todas las épocas ha habido cosas atroces, y no creo que la nuestra sea peor, por ejemplo, que la que yo conocí de niño. La literatura nos consuela y ayuda a vivir. Por eso me preocupa tanto que los niños lean, que los adultos cuenten cuentos a sus hijos. El niño y el adolescente de hoy viven en un mundo muy agitado, lleno de estímulos y ruidos. La literatura necesita silencio, quietud, retiro. El lector es un solitario, y el mundo actual no propicia la soledad. Aun más, creo que la considera como un valor negativo. Pero la soledad nos enseña a mirar el mundo desde nuestros propios ojos, y a encontrar las palabras que de verdad nos pertenecen. Es gracias a ella como podemos abrirnos a los otros. Cualquier historia, para resultar sugestiva y hermosa, debe ser como una puerta que nos abre a otros mundos. El corazón del hombre es así y la misión de las historias es dar cuenta de lo que pasa en ese corazón.
[pullquote class=»left»]«LA SOLEDAD NOS ENSEÑA A MIRAR EL MUNDO DESDE NUESTROS PROPIOS OJOS Y A ENCONTRAR LAS PALABRAS QUE DE VERDAD NOS PERTENECEN»[/pullquote]
Se escribe para agrandar el mundo. En definitiva, por un deseo de aventura. El escritor, y el lector son, por encima de todo, viajeros de lo desconocido. Una parte importante de nuestra vida permanece desconocida, y explorar esas zonas olvidadas de nosotros mismos y de los demás es un deber. Los cuentos se cuentan para darnos placer, para protegernos de la angustia, para celebrar la belleza de las cosas. Las hadas, los elfos, los dragones, todas las criaturas que pueblan el mundo de los cuentos no son sino expresión del asombro de vivir inherente a la infancia. No se trata, por tanto, de que los niños las necesiten, sino que forman parte de ellos. Para los niños la vida es siempre extraordinaria, lo que no quiere decir que no tengan que sufrir. Los cuentos nos enseñan a estar atentos, a escuchar la voz secreta de las cosas.