Parece sorprendente, pero en un mundo hipersexualizado, hay muchas parejas que han optado por no practicar sexo. Una investigación de la facultad de sociología de Georgia State University asegura que el 15% de los esponsales componen matrimonios sin sexo.
El estudio incluye en esta categoría a quienes pueden estar entre seis y 12 meses sin mantener relaciones sexuales. Son los únicos datos fiables que hay al respecto, un faro de luz en un océano de oscuridad. El sexo matrimonial (o la ausencia del mismo) lleva siendo un tabú desde la misma génesis del matrimonio como institución.
El silencio no solo es científico, también es social. Cuando la relación de pareja se formaliza, más aún con el rito del matrimonio, la actividad de alcoba, antes compartida con cierto alborozo, pasa a ser celosamente preservada. Hablar sobre tus polvos es estimulante y divertido cuando tienes 20 años y una vida sexual activa, pero se convierte en inoportuno cuando rebasas los 40 y estás inmerso en la estabilidad monótona de un matrimonio.
Puede que muchos no hablen en público de la falta de sexo conyugal, pero hay un lugar donde se desquitan en privado. En 2015, el analista de datos Seth Stephens-Davidowitz realizó un informe sobre las consultas sexuales y de pareja más buscadas en la red. Según sus datos, «matrimonios sin sexo» es la queja matrimonial más buscada en Google. Triplica la de «matrimonio infeliz» y multiplica por ocho la de «matrimonio sin amor».
Quizá el problema es que todos sabemos qué hacer cuando somos infelices o no amamos a nuestra pareja, pero las dudas nos asaltan cuando, a pesar del amor, ya no hay pasión. ¿Se trata de la evolución normal de la vida en pareja? ¿Es la señal de que algo va mal? ¿Cuánto sexo es poco sexo? ¿Les pasa esto a los demás?
¿Cuántas veces al mes tienen sexo las parejas estables?
«Con frecuencia me preguntan sobre el «número correcto» de veces que hay que tener sexo al mes. La respuesta es que no hay una. Si ambas personas son felices, entonces llevan una vida sexual saludable», explica la ginecóloga Jen Gunter en un artículo del New York Times. No hay un número correcto, pero si lo hubiera, se parecería mucho al de nuestro vecino. Las percepciones acerca de nuestra vida sexual están condicionadas por las vidas sexuales ajenas. Por decirlo claro, no queremos follar mucho, nos vale con follar más que el resto.
¿Y cuánto folla el resto? Según una encuesta del periódico 20 minutos, los españoles mayores de edad fornican, de media, una vez a la semana. Un 42% de los encuestados entraría en esa frecuencia, frente al 10% que opta por el celibato semanal. Este estudio arroja otros datos interesantes: el 36,6% de los encuestados cree que las relaciones son más satisfactorias cuanto más tiempo se lleva en pareja, frente a un 20,1% que opina que empeora. Cabe destacar que este estudio habla de «parejas estables» mientras que todos los mencionados anteriormente se plantean dentro del matrimonio sin explicar la posible incidencia que tiene el «sí, quiero» en la ecuación.
Los motivos para renunciar al sexo dentro de la pareja son variados. Los niños y el trabajo son los más mencionados. La depresión, la rutina, el estrés o la simple falta de ganas engrosan la lista. A fin de cuentas el enamoramiento es un estado pasajero que juega con nuestras hormonas y dispara la libido. Cuando este se disipa, sus efectos desaparecen y volvemos a un estado refractario en que el sexo es más esporádico y la rutina se impone. Ver un capítulo de la serie de turno puede ser mucho más estimulante que una noche de pasión.
Sin embargo, a la hora de analizar por qué hay tantos matrimonios que no tienen sexo es más interesante ver el otro lado de la balanza. Qué les hace permanecer juntos a pesar de que el sexo sea escaso o inexistente. La complicidad y el amor son conceptos que, en el marco de la pareja, asociamos al sexo, pero muchas veces se pueden desarrollar de forma independiente. La comodidad, la dependencia (económica o emocional) o la seguridad son otros factores que mencionan los expertos.
Reivindicamos la revolución sexual, pero en el mundo en el que vivimos, no hay nada más revolucionario que la abstinencia. Los mensajes relacionados con el sexo están en todas partes: se utilizan en la publicidad, en el cine, en la música… El sexo se asocia al éxito y la felicidad. Afrontar un matrimonio sin sexo en este contexto se convierte así en una lucha no solo de pareja sino social.
Una lucha que, eventualmente, muchas de las parejas tendrán que afrontar. El final ideal de un matrimonio es el «hasta que la muerte os separe» con el que se inicia. Este final debería llegar después de una apacible etapa de decrepitud, también en lo sexual. La fogosidad en las parejas estables se reduce siempre, lo importante es encontrar un equilibrio en el que las partes involucradas se sientan cómodas, una velocidad de deceleración que acontente a ambos. Todas las parejas con vocación de eternas se dirigen hacia un futuro sin sexo. La pregunta primera, por tanto, es cuándo llegará; la segunda, cómo gestionarlo.