'Me arrepiento del mañana': un libro en forma de botella tóxica

El escritor llama a este tiempo “la era de los libros de bajo coste hechos con papel higiénico e impresión de calidad fotocopiadora barata”. Escribe textos que él mismo define como “contundentes, corrosivos e incendiarios”. La lógica dicta, entonces, que su literatura no merece estar en un libro de aspecto de servilletero. El contenedor debe tener la misma magnitud que las frases que van dentro.
Y, así, Enrique Rubio decidió que su obra Me arrepiento del mañana sería un libro objeto y reflejaría en su forma su fondo de ponzoña. “Textos de humor negrísimo, pequeños relatos, anécdotas con reflexión crítica, pequeños ensayos humorísticos…”, apunta el escritor.
La literatura y el libro, para llevar la idea de su toxicidad al máximo, se convertirían en una botella de veneno. Me arrepiento del mañana, por eso, “solo puede ingerirse en pequeñas dosis, dado que la ingestión masiva e incontrolada provocaría la muerte instantánea del individuo”, dice el autor en el texto de presentación de la obra. “Es un libro que se lee a sorbos. Para quemarse a lo bonzo. Si no te mata, te hará más fuerte”.
Es “un libro que se cuece en casa”, indica Guillermo Rubio, diseñador del libro-botella. “Decidimos producir nosotros mismos el libro porque el mundo editorial está muy corrupto. Hay muchos artesanos que pueden darle ese punto de libro objeto que acaba siendo un gran valor añadido”.
Los autores [los hermanos Rubio] justifican la autoedición de este libro con una declaración política: “Hemos llegado a la conclusión de que el gran sistema capitalista industrial ha fracasado y es hora de volver a los orígenes, al trabajo hecho con las manos y las herramientas más básicas. Tanto el escritor como los diseñadores y demás implicados han participado activamente en la producción del libro. Desde la conceptualización de la idea, la impresión, la consecución de materiales, el manipulado de los mismos, el plegado, hasta la encuadernación y distribución ha resultado de la interacción y la apertura a nuevas ideas”.
El libro, creado en Murcia, es un hijo más de su tiempo. Una época en la que la colaboración sustituye, a menudo, el dinero y lo artesanal vapulea a lo industrial en el podio del deseo. “Enrique y yo somos hermanos. Nosotros vamos a por el papel, lo cortamos… Hacemos cada libro con ayuda de nuestros amigos, nuestra familia y la agencia Sublima Comunica”, relata el diseñador. Y esto ha significado, también, libertad.
“La autoedición y la autoproducción han sido obligados y han estado al servicio del peculiar diseño de la obra. No había otra forma de llevarla a cabo. Además, estos cauces alternativos en un tiempo de extrema crisis económica y editorial nos han reportado grandes ventajas”, cuentan en su presentación. “Hemos tenido el pleno control de todo el proceso, hemos elegido a los mejores profesionales en cada campo, a menudo los más artesanales y vetustos, y hemos generado trabajo en la pequeña empresa, ajena a las crisis financieras, a la corrupción y a la mirada cortoplacista y depredadora del mercado de masas”.
En la primera tirada se han producido 200 libros. “Es una edición casi limitada”, especifica Guillermo Rubio. “Ahora estamos haciendo la segunda. Vamos produciendo bajo demanda y los vendemos en la web de Enrique Rubio y en algunas librerías de varias ciudades. Es un experimento”.
El autor de las novelas Tengo una pistola y Tania con i. 56ª edición (Premio Francisco Casavella 2011) va sin pudores en su tercera obra y lo advierte así: “No se recomienda consumir en caso de estados carenciales de sentido del humor”.
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