Las series y pelรญculas de animaciรณn para el pรบblico infantil aprendieron hace tiempo una lecciรณn valiosa del mundo de la publicidad: no hay que dirigirse รบnicamente al usuario final, sino tambiรฉn a quien decide comprar. Dicho de otra forma: si nos dirigimos a una audiencia infantil, tambiรฉn tenemos que captar a los adultos que van a posibilitar que los niรฑos consuman nuestro producto.
El ejemplo mรกs clรกsico es el de los paรฑales โque son para niรฑos, pero cuyos anuncios se dirigen a los padresโ o el de los alimentos estilo cereales o cremas de cacao: por una parte dejan claro que son de chocolate y estรกn buenos, pero por otra intentan destacar tambiรฉn cuรกnta leche, cuรกnta fibra o cuรกntas vitaminas tienen.
Gracias al รฉxito de Los Simpson, a estas alturas ya nos hemos acostumbrado a que los dibujos animados incluyan guiรฑos para mayores. Ahรญ estรกn los mensajes escondidos de Peppa Pig o Lady Bug, por citar solo dos ejemplos. Sin embargo una cosa era hacer eso en la televisiรณn y otra muy distinta dar el salto a la gran pantalla: serรญa difรญcil hacer que los adultos se gastaran el dineral que cuestan las entradas de cine para ver dibujos animados sin incentivo alguno.
En eso Pixar y Dreamworks, juntas y por separado, han contribuido a una nueva forma de contar historias para toda la familia. Entre argumentos edulcorados y aventuras trepidantes se esconden decididas crรญticas sociales y poderosos alegatos.
Los Increรญbles, cinta de animaciรณn lanzada hace ya la friolera de 14 aรฑos, iba un poco en esa lรญnea. La nostalgia por el tiempo pasado de unos cuarentones desubicados, el rechazo social y la vida gris y monรณtona de la rutina adulta son solo algunas de las lรญneas que se dibujan bajo la aventurilla familiar de turno.
Hay, incluso, diรกlogos de poderosa carga ideolรณgica, como cuando la madre de la saga โque quiere respetar las normas y esconder los superpoderes de su familiaโ intenta disuadir a su hijo โexplosivo y deseoso de superar sus propios lรญmitesโ:
โTodo el mundo es especial
โEso es otra forma de decir que nadie lo es
La fรณrmula del doble mensaje se ha ido testando durante estos catorce aรฑos con sobrado รฉxito: los guiones de Cars, la irreverencia de Shrek, la expresividad de Wall-E, la nostalgia de Upโฆ Las temรกticas sociales se han ido colando en cada una de esas historias โel rol de la mujer, el rechazo a la correcciรณn social, la concienciaciรณn medioambiental, la integraciรณn de los mayoresโ, y a la vez han ido abriendo nuevas vรญas argumentales.
Por lo general la ficciรณn ha mantenido un esquema dialรฉctico propio de la ficciรณn: los malos modernos casi siempre son autoritarios y dominantes, mientras que los hรฉroes buscan romper el orden establecido y acabar con las diferencias. Luego cada cual profesarรก la ideologรญa que quiera en casa, pero parece que en la butaca del cine es mรกs fรกcil comprar el discurso de que la igualdad y la integraciรณn son valores por los que merece la pena luchar, aunque sea mientras se come palomitas.
En ese sentido, pocas producciones para niรฑos y jรณvenes han roto ese discurso: las nuevas de Star Wars son un manual mainstream de izquierdas, y las sagas estilo Los Juegos del hambre son un canto a la revoluciรณn social orwelliana mรกs clรกsica. Apenas Batman: The dark knight raises, en la que el malvado atrapa a la policรญa bajo la ciudad e impone una especie de anarquรญa general, rompe ese discurso.
Por primera vez es tambiรฉn una cinta de animaciรณn para el pรบblico infantil la que hace lo propio. Tanto es asรญ que Los Increรญbles 2 suscitรณ una encendida columna en El Paรญs en la que se comparaban las propuestas de la pelรญcula con la ideologรญa de Ciudadanos, en lo que mรกs bien parece una visiรณn ideolรณgica un tanto exacerbada.
La pelรญcula vino precedida del escรกndalo de las acusaciones de acoso sexual contra John Lasseter, autรฉntico padre de la empresa que acabรณ sin embargo apartado de ella. Casualidad o no, el argumento pivota alrededor de la madre, elegida para ser la cabeza visible de un movimiento para relanzar a los superhรฉroes, mientras que el padre se ve relegado a las labores del hogar que a duras penas logra sobrellevar.
Ahรญ reside el primer gran fallo en la propuesta ideolรณgica de la narraciรณn: si de verdad se quiere mostrar eso como algo natural, poco ayuda el hecho de que ella apenas logre desconectar de sus obligaciones familiares ni que รฉl las lleve como una especie de tormento de frustraciรณn.
La pelรญcula, por lo demรกs, tiene a un bueno que parece malo y a una mala que parece buena. Hasta ahรญ poca novedad. Eso sรญ, el bueno es el que teรณricamente habrรญa sido el malo en cualquier narrativa tradicional de este tipo de metrajes: un empresario adinerado de รฉxito que quiere lograr la vuelta de los superhรฉroes porque el Estado es incapaz de proteger a los ciudadanos, para lo cual pone en marcha una sofisticada campaรฑa de marketing. Liberalismo y cultura de la imagen en uno.
La mala, en realidad, serรก su hermana, la artista creativa relegada a un rol secundario en la compaรฑรญa, que quiere mantener el orden establecido porque culpa a los superhรฉroes de su drama familiar. Ella es la moderna, la feminista, la que busca el empoderamiento de la protagonista con superpoderes. Y, sin embargo, es la que a la vez quiere acabar con el statu quo.
Su forma de combatir es a travรฉs de una identidad oculta, la del robapantallas, una especie de ser que controla hipnรณticamente a quien quiera a travรฉs de una pantalla. Una crรญtica indisimulada a la sobreexposiciรณn actual a las pantallas, sean las televisivas o las del mรณvil, con un claro guiรฑo a la polรฉmica de las injerencias de ciertos mensajes hacia la democracia.
Con todo, la incapacidad para defendernos de supermalos sin la ayuda de superbuenos o los peligros de la manipulaciรณn son ideas de fondo en una mezcolanza ideolรณgica peculiar: el liberalismo, la cultura del รฉxito, la importancia de la imagen y el poder de las pantallas son piezas alrededor de lo que se supone que es la historia principal. Nueva polรญtica pura. El hecho de que el malo-bueno de la pelรญcula sea el vivo retrato de Emmanuel Macron ya queda a juicio de cada cual.