El origen de los dichos: Meterse en camisa de once varas

Nuestras madres nos lo decían muy a menudo: «Te estás metiendo en camisa de once varas y vas a salir muuuuuuy mal…». Y, como corresponde a los buenos hijos adolescentes, nosotros, ni caso. Y no se sabe qué dolía más: salir escaldados o tener que darle la razón.

Es curioso que el verdadero significado de este dicho sea el de «inmiscuirse en lo que no le incumbe o no le importa», según el diccionario de la RAE. Y, sin embargo, muchos de nosotros lo usamos con el sentido de «meterse en un lío» cuando nos complicamos la vida sin necesidad de hacerlo.

Pero ¿qué eran once varas y por qué había que meterse en una camisa?

Una vara era la medida usada antiguamente para cortar telas y equivale a 83,5 cm. Un lienzo de tela de 11 varas, que mediría algo más de 9 metros, se veía como una pieza enorme, larguísima. Por similitud, en la Edad Media se usaba ese término de once varas para referirse exageradamente a algo muuuuuuy grande, muuuuuuy largo. Y por extensión, el 11 se consideraba un número indefinido usado para expresar la idea de muchos.

¿Y lo de la camisa? Pues su sentido está en la ceremonia de adopción que se realizaba en Castilla en la Edad Media y que consistía en simular un parto metiendo al adoptado por la manga de una camisa grandísima, para sacarlo por el cuello de la misma. Cuando la criatura asomaba la cabeza, el padre lo besaba y quedaba así confirmado como hijo.

Ejemplos de esta ceremonia los encontramos en distintas crónicas de la época. Incluso en la literatura, como muestra el romance de los siete infantes de Lara, en el que se nos cuenta que doña Sancha Velázquez adoptó como hijo legítimo y heredero a Mudarra González, que se convertiría, con el tiempo, en el vengador de sus siete hermanos.

Volviendo a la ceremonia de adopción, la camisa que utilizaban era, por tanto, lo suficientemente grande como para meter la cabeza del niño por la manga y sacarla por el cuello sin problemas.

Sin embargo, como todo en esta vida, a veces las adopciones eran fallidas y el niño o los padres –que también los mayorcitos podían pedir o consentir en ser adoptados– salían rana, haciendo la vida mucho más complicada. Era entonces cuando se sugería al o a los protagonistas no meterse en camisa de once varas. Agua que no has de beber, ya se sabe…

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Patrick Thomas

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