La oscuridad zumbaba alrededor de Joe Chip. El personaje de la novela de Philip K. Dick vivรญa en una espiral de mundos concรฉntricos en los que nadie sabรญa realmente quiรฉnes eran los vivos y quiรฉnes los muertos. En aquella sociedad todos los objetos y todas las personas estaban conectadas de algรบn modo. La informaciรณn rebosaba. Habรญa llegado a tal grado de sofisticaciรณn que en el planeta Tierra, en el aรฑo 1992, habรญa legiones de telรฉpatas y sistemas de previsiรณn de comportamiento. Habรญa productos Ubik, anunciados como si se trataran de un remedio milagroso, y que resultaban inofensivos si se empleaban segรบn las instrucciones.
Un dรญa Joe Chip lo descubriรณ. โUbikโโฆ โUbicuidadโโฆ Y ubicuidad significa โen todas partesโ.
Eso ocurriรณ en aquella novela pero su obra completa fue mรกs allรก. El norteamericano dibujรณ un futuro un tanto distรณpico en el que las instituciones y las corporaciones expandรญan sus tentรกculos hasta crear un supraestado totalitario encubierto y una supervigilancia que lanzaba a la marginalidad a las personas que no obedecรญan, en sus actos y pensamiento, los dictados del sistema.
El escritor Philip K. Dick condujo muy lejos el futuro. Tanto como pudo, porque segรบn escribiรณ en un artรญculo, la ciencia ficciรณn debรญa llevar al lector a ideas radicalmente nuevas y escenarios jamรกs imaginados. La novela de ficciรณn era la forma, segรบn el escritor, de liberar la mente del que leรญa y despertar su creatividad.
Pero bajo ese halo literario que pretendรญa estirar al mรกximo la imaginaciรณn residรญa una gran verdad. La ubicuidad, el mundo hiperconectado, la obsesiรณn del poder por controlar hasta el รบltimo pensamiento de la poblaciรณn.
La tecnologรญa coincide con Dios en su poder omnipresente. Pero esto es reciente. A finales de los aรฑos 80 tan solo era un sueรฑo. Apenas estaba en la imaginaciรณn de unos cuantos informรกticos. Existรญa como un concepto que acuรฑรณ Mark Weiser con el nombre de โcomputaciรณn ubicuaโ. El informรกtico estadounidense hablaba de una tecnologรญa invisible, mรณvil, integrada en la vida de las personas y en los objetos que usan a diario, frente a la figura de un ordenador como epicentro de sus comunicaciones informรกticas.
โMark Weiser, junto a sus colegas en Xerox, llevรณ a cabo una simulaciรณn sobre cรณmo serรญa el futuro de la computaciรณn personal. Entre otras cosas, en su experimento, presentรณ tres aparatos: la tableta grรกfica (muy parecida al tablet), el tab (que serรญa el equivalente al telรฉfono mรณvil) y la pantalla colaborativa. Steve Jobs es famoso por copiar, mรกs o menos, todo lo que pasaba en Xeroxโ, explica David Cuartielles, investigador y cofundador de la plataforma Arduino. โLo interesante del tema es que esto se presentรณ en un artรญculo para Scientific American y ellos mismos no tenรญan muy claro que la computaciรณn embebida [sistemas de computaciรณn dentro de otro sistema] se encaminara hasta donde ha llegado. Un coche, por ejemplo, tiene mรกs de 70 procesadores. La visiรณn de Mark Weiser se ha cumplido con crecesโ.
El mundo estรก formado por millones de dispositivos que conectan, incesantemente, objetos con objetos, personas con personas y objetos con personas. Estas operaciones dejan huella. La vida de un individuo estรก escrita en transacciones de tarjeta de crรฉdito, controles aรฉreos, rastros de su GPS, navegaciรณn en internet, publicaciones en redes socialesโฆ
Esto tiene su cara A
La conexiรณn y el intercambio de informaciรณn en un entorno de personas origina lo que el urbanista Domenico Di Siena llama sentient city (un tรฉrmino que no ve fรกcil de traducir al espaรฑol y que, en todo caso, llamarรญa โciudad sensibleโ). โEs una ciudad que se adapta y se transforma constantemente. El รกrea contemporรกnea se basa en el conocimiento y el intercambio, como dice el sociรณlogo Manuel Castells. La sentient city ofrece a cada ciudadano la oportunidad de gestionar y transformar su entorno mรกs prรณximo. Ademรกs, en la relaciรณn con sus vecinos surgen intereses comunes que luego podrรญan originar procesos de autoorganizaciรณnโ.
Pero esta forma de entender las nuevas ciudades no coincide exactamente con el concepto de smart city. Di Siena cree que โlos modelos que se estรกn construyendo de ciudades inteligentes repiten los esquemas jerรกrquicos de toda la vida. La toma de decisiones sigue en manos de los mismosโ.
La tecnologรญa ofrece la oportunidad de โgenerar una inteligencia evolutiva y un amplio conocimientoโ, comenta el fundador de la agencia Urbano Humano. โEsto lleva a una ciudad mรกs โopen sourceโ (de cรณdigo abierto), donde los ciudadanos tienen mรกs capacidad de autoorganizaciรณn. En vez de imponer las decisiones de arriba abajo, se adoptan las mรกs interesantes y las mรกs aceptadas por los vecinosโ.
Di Siena matiza que no se trata de โautogestiรณnโ. โHablamos de sociedades con un gobierno, pero se tiene en cuenta a los ciudadanos. Los gobernantes tienen que facilitar la participaciรณn de los vecinos en la gestiรณn de la ciudadโ.
Esta tecnificaciรณn lleva, segรบn el diseรฑador de urbanismo social, a la cuestiรณn de la identidad digital de cada persona ,y esto, a su vez, tiene dos vertientes. Por una parte, โayuda a que seamos mรกs activos en el entorno en que vivimos y a que haya una mayor cohesiรณn social con los vecinos. Un interรฉs compartido hace que las personas se conozcan y que aumente la sociabilidad en el vecindario. La actividad online facilita estas conexionesโ.
Y por otro lado, encontramosโฆ
Su cara B
Los datos que proporcionan la identidad digital โse pueden utilizar de forma inapropiadaโ, apunta Di Siena. โA veces olvidamos que la gratuidad de algunos servicios de internet, como Gmail o Facebook, no es real. Pagamos a estas empresas con nuestros datosโ.
Para Alberto Corsรญn, el lรญmite donde deberรญa acabar el rastreo de informaciรณn y en el que deberรญa empezar la intimidad de una persona ha sido diluido por las ansias de control y los intereses marketinianos. โLa computaciรณn ubicua ha sido pervertidaโ, asegura. El antropรณlogo considera que muchos gobiernos y muchas empresas se estรกn sirviendo de las posibilidades de las smart city (ciudad inteligente), sentient cities (ciudades sensibles) o responsive environments (ambientes receptivos) para sus propios intereses.
โLos individuos se han convertido en prosumers. Productores y consumidores de informaciรณn a la vez. Esto entraรฑa un peligro: se puede hacer un uso militar de esta informaciรณn. Los servicios de inteligencia pueden controlar totalmente a una personaโ, explica el investigador. โNos hemos convertido en sujetos estadรญsticos. Nosotros producimos muchos datos de nosotros mismos. Vamos dejando trazas geogrรกficas de lo que hacemos mediante compras con tarjeta de crรฉdito, llamadas telefรณnicas, bรบsquedas en Googleโฆโ.
Todos estos datos acaban creando perfiles de comportamiento, y en su versiรณn mรกs ambiciosa pretenden adelantarse al futuro. โEstas inteligencias anticipatorias son muy peligrosas si se usan con fines militaresโ, continรบa. โUna persona suele tener unos hรกbitos determinados. Si los cambia, puede convertirse en un sujeto sospechoso. Stephen Graham ha estudiado las mรกquinas que nos observan y habla de la militarizaciรณn de la intimidad. Ya hay softwares de investigaciรณn que hacen una cuantificaciรณn estadรญstica para normalizar a los sujetos. Nos acomodan como sujetos en funciรณn de un software. Y despuรฉs se producirรก la militarizaciรณn del hardwareโ.
Cities Under Siege. The New Military Urbanism (noviembre, 2011) trata sobre el โsueรฑo de la omnisciencia tecnolรณgicaโ y el โdeseo de identificar las amenazas futuras antes de que se materialicenโ. โFantasรญas de omnipotencia de alta tecnologรญaโ que, para Graham, โson mรกs que ciencia ficciรณnโ.
El autor comienza su obra con una fecha. El 14 de noviembre de 2007 โJacqui Smith, ministro del interior de Reino Unido, anunciรณ uno de los intentos mรกs ambiciosos por parte de un estado de realizar seguimientos sistemรกticos y vigilar a todas las personas que entraban o abandonaban el paรญsโ. Era el controvertido proyecto e-Borders y consistรญa en โdesplegar sofisticados algoritmos informรกticos y tรฉcnicas de seguimiento de datos para identificar a personas โilegalesโ o sujetos sospechososโ.
Para Graham, โe-Border es la alarmante militarizaciรณn de la sociedad civil, la extensiรณn de las ideas militares en los espacios cotidianos y la circulaciรณn del dรญa a dรญaโ. El urbanista advierte del peligro que supone โla extensiรณn de la seguridad del estilo de los aeropuertos y los sistemas de vigilancia que abarcan a ciudades enterasโ.
Esta actitud lleva la vida militar y la guerra misma al โcorazรณn de la vida ordinaria de la ciudadโ, segรบn explica el urbanista en su obra. โEste nuevo urbanismo militar, en todo su alcance y su complejidad, reside en una idea central: las tรฉcnicas militares de monitorizaciรณn y selecciรณn de objetivos debe colonizar de forma permanente el paisaje de la ciudadโ.
Bajo sus redes quedan, de acuerdo con Graham, โinternet, YouTube, la tecnologรญa GPS, los telรฉfonos mรณviles, el trรกfico aรฉreo, el turismo global, la migraciรณn internacional, los sistemas portuarios, las finanzas globales, el servicio postal e incluso la red elรฉctricaโ.
โLas guerras actuales se desarrollan en supermercados, en torres de edificios, tรบneles de metro y distritos industriales mรกs que en campos abiertos, junglas y desiertosโ. La tarea no tiene ninguna complejidad. Explica Graham que โmuy a menudo, la tarea militar de rastrear, monitorizar y perseguir objetivos no requiere construir nuevos sistemas tecnolรณgicos. En su lugar, se apropian de los sistemas organizados digitalmente en las ciudades para el consumo y los viajesโ.
โLas interacciones entre personas y las transacciones a travรฉs de internet proveen la base de toda la informaciรณn que analizan para buscar supuestos comportamientos amenazantesโ, escribe el investigador. โLa iniciativa CCTV de instalar cรกmaras en Lower Manhattan (Nueva York) diseรฑada para que los comerciantes se sintieran mรกs seguros se ha transformado en sistemas de monitorizaciรณn antiterroristaโ.
Y sus bonus tracks
Pero no todo estรก perdido. Hay medidas para frenar al poder polรญtico y militar. โPara empoderar al ciudadano existen el open data (datos abiertos) y el open source (cรณdigo abierto). El ciudadano debe tener acceso a los datos de la administraciรณnโ, indica Di Siena.
El manto de oscurantismo que la mayorรญa de los gobiernos y los ejรฉrcitos quieren extender sobre la informaciรณn tambiรฉn tiene un antรญdoto. Segรบn el urbanista social, โhay que educar a la poblaciรณn sobre el control de la identidad digital. Asociamos demasiado este concepto a las cuentas de las redes sociales y no sabemos que muchas empresas manejan muchos mรกs datos sobre nosotrosโ.
Pero es solo cuestiรณn de tiempo. En el futuro los ciudadanos serรกn mรกs conscientes de la importancia de la identidad digital. โOcurrirรก como ha sucedido con la ecologรญa o el procomรบn. Antes nadie hablaba de esos temas y ahora existe una conciencia ecolรณgica y cada vez se conoce mรกs el procomรบn. El tema ecolรณgico ha entrado en la educaciรณn. Pasarรก igual con la identidadโ, apunta Di Siena.
Muchas personas hablan ya incluso de la โautonomรญa digitalโ. Este concepto se refiere, segรบn el urbanista, a la capacidad de la tecnologรญa para empoderar a las personas. โLa mayor parte de las tecnologรญas actuales pertenecen a empresasโ, continรบa. [Piensen en Facebook, Google, Twitter, Dropbox y una lista infinita de servicios cotidianosโฆ]. โPero tambiรฉn hay movimientos que desarrollan tecnologรญas donde el usuario controla los datos y el servidor. Es importante separar los datos del servicio y hay que saber que son cosas muy distintas. Los datos son tu identidad. El servicio es una herramientaโ.
Un usuario controla su identidad cuando separa los datos del servicio, segรบn Di Siena. โTienes que alojar los datos en un servidor que controles tรบ. Eso llegarรก cuando los datos estรฉn en redes distribuidas en vez de estar concentrados en Google, Facebookโฆ La red social Diaspora, por ejemplo, es una red distribuida. Hay herramientas que impiden que sigan tu rastroโ.
Pero podrรญa ser que lo mรกs conveniente residiera en el punto medio. Di Siena asegura que โno siempre es negativo poder conocer el histรณrico de una persona en las redes sociales. Hemos pasado de entender internet como lo anรณnimo a la certeza de que dejamos un rastro y tenemos la posibilidad de conocer a otras personas y su entorno mรกs prรณximo. Desde que esta informaciรณn es pรบblica, la gente tiene mรกs cuidado con lo que hace porque puede perjudicarle. El conocimiento de estas identidades permite que existan servicios para compartir productos y servicios. Ocurre con los coches (Carsharing), las compras a particulares (eBay), el alquiler de casas (AirBNB)โฆ Esto hace posible que los usuarios pueden ver en quiรฉn pueden confiarโ.
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ยฟProtege la ley mi identidad digital?
Desde un plano jurรญdico los datos pueden proceder de dos fuentes. โLas que derivan de relaciones contractuales a las que el sujeto de derechos no tiene mรกs remedio que someterse y las que se basan en la propia entrega que el sujeto realiza de los datos propios y de su entornoโ, explica Javier de la Cueva.
El abogado especializado en derecho de las tecnologรญas de la informaciรณn asegura que โel derecho a la privacidad proporciona al titular la posibilidad de acceder, rectificar, cancelar y oponerse al tratamiento de los datos que se hallan en posesiรณn de un tercero. Pero, en la prรกctica, el ejercicio de estos derechos opera de una manera diferente si los datos los tienen por la vรญa de un contrato o por la vรญa de los hechosโ.
De la Cueva asegura que โes bien conocido que quienes gestionan los ingresos y pagos de una persona tienen una fuente de datos inmensa. Un banco o una empresa de tarjetas de crรฉdito conoce perfectamente el perfil del cliente: si es una persona dadivosa, tacaรฑa o en quรฉ segmento socioeconรณmico se integra. Es tan difรญcil huir de esta posibilidad como lo es vivir sin cobros y pagos a travรฉs de una entidad financiera. No solo encontramos estas posibilidades en manos de bancos, sino tambiรฉn de compaรฑรญas de telecomunicaciones y de aquellas otras empresas sobre las que un cliente va dejando una huella cronolรณgicamente comparable. En estos casos, la propia existencia de los servicios implica que quien los presta ha de poseer necesariamente los datos del cliente, por lo que los derechos de acceso, rectificaciรณn, cancelaciรณn y oposiciรณn no pueden ejercerse hasta el final de la prestaciรณnโ.
El abogado experto en propiedad intelectual habla tambiรฉn de otro asunto. ยฟQuรฉ ocurre cuando una persona entrega sus datos a una empresa en la que participa de forma voluntaria como, por ejemplo, Facebook, Twitter o cualquier sistema de geoposicionamiento?
โEl primer aspecto nos lo demuestra la prรกcticaโ, explica. โNo solo se entregan los datos personales propios, sino del entorno territorial o emocional en el que uno se mueve. Un paradigma es el tuit de un tercero en el que menciona que estamos en una cena sin que nos pregunten previamente si queremos que se sepa que estamos ahรญโ.
โEl segundo aspecto es que, incluso cuando una persona quiera ejercitar sus derechos de acceso, rectificaciรณn, cancelaciรณn u oposiciรณn, quizรกs no encuentre dรณnde o con quiรฉn. En estos casos, ejercitar tus derechos tiene barreras tecnolรณgicas y jurรญdicasโ, continรบa.
โSobre las barreras tecnolรณgicas, el ejemplo tรญpico es el de webs de contactos que por sรญ mismas incluyen tu correo electrรณnico y te envรญan algunos que tรบ nunca has solicitado. Para darte de baja de esos correos tienes que entrar en su web (un site donde obviamente nunca te diste de alta) y firmar la aceptaciรณn de sus tรฉrminos y condiciones en los que figura, precisamente, que te pueden enviar mensajes. El sistema mรกs prรกctico es configurar un filtro como si fueran spam, pero con ello uno no ha logrado que un tercero haga uso de tu correo electrรณnicoโ, especifica De la Cueva.
Y en caso de querer recurrir a la ley, ยฟes fรกcil? โUna persona encuentra barreras o dificultades jurรญdicas porque en caso de conflicto, para ejercer sus derechos, tendrรญa que recurrir a una jurisdicciรณn extranjera ante la que tendrรญa que alegar un derecho tambiรฉn extranjeroโ.
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