¿Llevaría Simone De Beauvoir una camiseta en la que pone «Jean Paul, call me, please»? ¿Le gustaría a Virginia Woolf un jersey en el que se puede leer «I hate my thoughts»? Si la moda es el reflejo de la sociedad en la que vivimos, está claro que los que tienen la última palabra en la materia están mirando a las mujeres en espejos oxidados, tejiendo dobladillos de mediocridad.
No hace tanto, la moda era una poderosa herramienta de activismo femenino. El hilo y la aguja cosieron banderas de libertad. Vale, quizá no tanto, la nostalgia es una mentirosa de cuidado. Pero sí que hubo prendas que marcaron un antes y un después. Los flappers de los años 20 mandaron al infierno los corsés y permitieron a las mujeres levantar los brazos, sin romper las sisas, en las manifestaciones para pedir el sufragio femenino. Chanel luchó para que las mujeres llevasen los pantalones en casa, pero sobre todo fuera de ella y Mary Quant (o quizá John Bates) y su minifalda defendieron que la libertad de elección es también libertad. Moda y mujer se entendían. Y si no hablaban el mismo idioma, al menos, eran capaces de escucharse.
Recuerdo cómo vestían nuestras madres en los 80. A veces profesionales, otras deportivas, a veces glitter victims, otras elegantes. Sí, elegantes también. Tenían un armario mucho más pequeño que el nuestro, pero sabían utilizarlo para reflejar su complejidad, sus contradicciones y sus necesidades. Tampoco se morían por las tendencias ni falta que les hacía. Estaban a gusto y eso bastaba. Ellas dictaban quiénes eran y las faldas, las hombreras, los pantalones, si acaso, les servían para dejarlo claro de cara a los demás. Si es que era necesario en algún momento hacerlo.
Se suponía que la fast fashion nos haría más libres. Pero solo nos ha hecho más feos, al menos espiritualmente hablando. Más moda. Precios más accesibles. Todos sabemos lo que hay detrás de esas máximas muchas veces: más precariedad laboral y más salarios indignos a cambio de ir todas uniformadas. En realidad, es lo que hay también en otros sectores, lo que en cualquier caso no nos exime de culpa. Pero si el modelo de negocio tiene sospechosas lagunas éticas, casi océanos, no es menos alarmante la imagen delirante que proyectan.
[pullquote ]Si la moda es el reflejo de la sociedad en la que vivimos, está claro que los que tienen la última palabra en la materia están mirando a las mujeres en espejos oxidados, tejiendo dobladillos de mediocridad[/pullquote]
Segundo tema preocupante. ¿Qué línea editorial siguen los grandes grupos de moda? Si la moda es el nuevo cuarto poder, de la misma forma que cuando leemos un periódico queremos saber de qué pie cojea, nos gustaría saber qué ideas hay detrás de los diseñadores que van a marcar nuestra identidad. Porque, oye, a lo mejor no nos interesa llevar una prenda que defiende cosas con las que no estamos de acuerdo. Clementine, en Spotless Mind, anhelaba poder trabajar poniendo el nombre a los tintes de pelo. Está claro que alguien tiene que tener ese trabajo, de la misma forma que alguien en la industria de la moda tiene por misión escribir los mensajes de las camisetas. ¿Quién será? No lo sabemos, pero sospechamos que no es una mujer.
Si ahora mismo nos paseamos por las grandes cadenas de ropa podemos leer camisetas que llevan impresas grandes máximas tipo: «I could give up coffee but I´m not a quitter», «Call», «I don´t need you. I have wi-fi», «Hello. Hi!! I’m calling you. Are you there? Can you hear me? Anyone there? …», o la ayer vista en Twitter «I hate your ex». Buena mierda, literalmente.
Nadie debería decirle a nadie cómo vestir ni qué mola o qué no. ¡Que Elio Berhanyer nos libre de semejante error! Las chicas de provincia sabemos muy bien lo que pesan tales órdenes, pero cuando todas las empresas que cortan la pana ofrecen el mismo mensaje, ¿no nos lo están imponiendo de alguna forma?
Si la moda ha de ser reflejo de los cambios sociales, si manifiesta nuestra forma de sentir, a lo mejor deberíamos incluir mensajes más actuales y útiles. «Si me tocas un pelo, llamo al 016», «Hace 3 meses que no veo a mi hijo» o el clásico «Como tengo pepitilla, me pagan la mitad. Gracias, cretinos». Así, a bote pronto, parece más lógico.
Y si no es así, si los que escriben frases en camisetas no tienen nada que decir, mejor que pongan estampados de tampones. Nos sentiremos mejor representadas. Menos ridículas. Más felices. Si esto es moda, preferimos ir en bragas.
El problema siempre es el mensaje, pero para que haya una oferta ha de haber una demanda; si no se compraran esas prendas no se producirían.
Los valores importantes se han sustituido por el marketing de la falacia, del aparentar. Por ser lo más, mejor y superior.
La moda no es sino otra faceta de lo mismo.
Gracias amiga por hacer pensar, y por ser :*
A quien puedo seguir (su trabajo) si quiero comenzar a conocer el mundo del buen diseño de moda? Saludos.
<3 Bonita(o)s uds.
Vayamos en braga y cosamos nuestra ropa. Hay mucho que se puede hacer sin comprar (y que no uniforma, que tampoco empobrece al otro lado del mundo).
Me gusta esta opinión. No me siento sola.
Abrazos!
Hola Ariana. El debate que comentas podría ser infinito. En realidad, cada persona tiene sus gustos y habrá gente a la que le encante llevar esas camisetas, están en su derecho.Desde luego tienes razón, si hay demanda hay oferta. Pero también hay un buen número de consumidoras que no se ven reflejadas en esos mensajes, incluso que se crispan al leerlos. Lo ideal siempre es la diversidad y que haya opciones para todos, siempre que no supongan una vejación para nadie, claro. ¡Muchas gracias por tu comentario! 🙂
Diana, muchas gracias. ¡Vayamos en bragas, una bonitas con estampados de Gizmo! El reciclaje de ropa es una opción maravillosa. Todos tenemos un diseñador dentro, solo hace falta aprender a defenderse con el hilo y la aguja. ¡No estás sola! Somos un montón de ruidosas 🙂
Hola David. Yo no soy una experta en moda, de hecho no me atrevería a decir si una prenda de una gran cadena de ropa es excepcional o no. Sin embargo, si buscas nuevas tendencias y salir de lo de siempre, los mercado de diseño independiente de moda son un buen lugar para sacar nuevas ideas, conocer nuevas marcas y dejarse sorprender. Además, plataformas online como Big Cartel tienen muchísimos productos de jóvenes diseñadores que no pueden acceder al mercado del retail físico, pero que ofrecen moda nueva. A mi personalmente me gusta una marca que se llama Teta&Teta y que hace camisetas, totes, sudaderas y jerseys exaltando lo femenino.
¿Es tu primer artículo en Yorokobu? Gracias por hacernos pensar (ya que las camisetas no lo hacen). Un estupendo artículo.
[…] Si esto es moda, preferimos ir en bragas […]
Hola Sonia, sí es el primero. Creo que lo que digo en el artículo es algo que pensamos todas, pero la vida loca nos arrastra y al final o vamos con ropa de hace un siglo o nos dejamos llevar. Nada contra corriente es agotador, pero si los salmones pueden, nosotras también! 🙂
Yo me esfuerzo en comprar solo ropa que me guste llevar. Pero no voy a engañar a nadie, cada vez es más difícil encontrar una simple camiseta de manga corta de estampado floral.
Igual que hay unas muy «huecas» hay otras más positivas «No bad days», «Live in truth», y otras incluso tirando a feministas; «EMPOWERMENT» seguida de una lista con características como «Leader, creative, brave, confident, yourself»… no se si porque está un poco de moda y la moda se hace con ello o porque la moda quiere colaborar, en cualquier caso hacen de todo, porque hay de todo en este mundo, ¿o acaso no nos basta a todos a veces con tener wifi?
Yo no creo que eduquen o infundan nuevos valores como los ejemplos mencionados en el artículo, creo que simplemente sí representan a la sociedad lo que pasa es que no nos gusta ese reflejo, porque la sociedad es muy «basic».
Acabas de reflejar lo que muchas de nosotras llevamos pensando mucho tiempo. Gracias por ponerle palabras.
Gran artículo! Enhorabuena!
Es verdad lo que dices, Ana. También a veces es tarea difícil encontrar una camiseta plana y sin logazo. Deberían pagarnos por llevar algunas porque menuda publicidad gratuita que les hacemos 🙂
Hola. Cuando empecé a pensar en este artículo era enero. Me habían regalado algo que no me valía y tuve que ir a una tienda a cambiarlo. Necesitaba camisetas, pero me volví con 3 pares de calcetines porque todas eran bastante degradantes. Al regresar a casa me metí en las tiendas online y saqué los ejemplos que puse en el artículo. Hay varias personas que me han comentado que ahora mismo hay camisetas con esos mensajes que dices y la verdad es guay, ya sea por moda o por casualidad, que haya mensajes más constructivos.
No quería decir en el artículo que deberíamos abolir ciertos mensajes. Hay gente para todo y gustos para todos y si te gusta chupar candados, chupa candados. Pero creo que no caemos muchas veces en lo que simbolizan. Y los símbolos son importantes. Los flappers y las hombreras no cambiaron las sociedad ni educaron, la sociedad la cambian las personas y la educación es también cosa de personas, pero sí fueron símbolo de ese cambio.
Creo que no somos una sociedad tan basic. Habrá gente para todo. Los que se conforman con el wifi, los que quieren odiar al ex de su pareja y los que quieren el manifiesto comunista en el pecho. Pero esa pluralidad de la que hablamos no se muestra tanto en la fast fashion, al menos mi experiencia, es que abunda más lo bueno que lo malo.
Perdón, quería decir más lo malo que lo bueno. Aunque los tiempos están cambiando siempre, ojalá para mejor 🙂
Beatriz! Muchas gracias. En realidad hay un porrón de diseñadores y redactores magníficos, incluso puede que lo sean también los que hacen esas camisetas, pero los que deciden lo que se pone están a por uvas.