Mujeres en el agua: la fotógrafa que busca la felicidad de su madre en fotos ajenas

26 de junio de 2024
26 de junio de 2024
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8:30 de la mañana del domingo. Da igual si truena, hace sol o si ha salido la noche anterior. A esas horas, Helena Alarcón ya ha abierto el ojo y se echa a la calle directa al Rastro. Al contrario de la mayoría de la gente con la que se cruzará una vez allí, ella tiene claro a los puestos a los que irá y qué es lo que busca: fotos de mujeres en el agua.

Aunque no siempre fue así. «Al principio coleccionaba fotos random. Iba al  Rastro y me fijaba, por ejemplo, en una foto de una familia supuestamente feliz porque me gustaba la arquitectura de la foto o cómo estaban dispuestas las personas. Compraba fotos de distintas categorías: familias felices, parejas… era lo que más me llamaba la atención. Al final, todo el mundo tiene su kriptonita y parece que la mía tenía que ver con esos temas…».

Hasta que un día comenzó su obsesión con las fotos de mujeres en el agua. «No tienen por qué estar metidas completamente, sino cerca del mar, un río, una piscina… A veces ni siquiera se ve el agua, pero siempre se intuye su presencia cercana». La mayoría de fotos que comenzó a coleccionar rezumaban verano, felicidad.

 

Lo de acudir al Rastro a primera hora cada domingo se convirtió en tradición ilusionante para Helena. «Pasé de odiar el domingo a que este se convirtiera en el mejor día de la semana». Y lo de buscar y adquirir fotos de señoras en el agua, en adicción. Tanto es así que suele referirse a sus proveedores como sus dealers. Pero desconocía el porqué de esta afición. Hasta que un día, lo averiguó.

«Fue un domingo después de comprar fotos. Normalmente, suelo ir a tomar algo a un bar con la gente con la que coincido allí todos los domingos para poner en común lo comprado, ver bien los negativos… Ese día, Paco Gómez, de Los Modlin (uno de mis compañeros de fatiga), me preguntó que por qué esa obsesión por las mujeres en el agua». Ese momento fue para Helena una revelación, como si la respuesta siempre hubiese estado ahí: «»Creo que es por mi madre», dije. Y no pude evitar emocionarme».

Helena se acordó, entonces, de la visita a casa de su abuelo, cuando este murió y ella quiso rescatar recuerdos antes de ponerla en venta. Se llevó varias fotos. Estaban en un viejo arcón y todas tenían algo en común: eran fotos de su madre, en verano, en la piscina, en viajes con su padre… «Fotos de mi madre siendo feliz».

Fue entonces también cuando reparó en la compleja red establecida entre su madre, el agua y ella misma. «Mi madre tenía problemas con el alcohol y durante muchos años el agua ha tenido en mi vida un significado de camuflaje. Cuando mi madre abría una lata de cerveza en la cocina, encendía el grifo para que no se oyera el clic. O la manguera de la terraza. Además, ya de adolescente, era capaz de detectar cuándo había bebido mi madre, porque, cuando lo hacía, evitaba meterse en el agua. Se quedaba contemplando el mar o en el borde la piscina. Yo, a veces, incluso la grababa sin que ella se diera cuenta».

Además, la madre de Helena siempre ha expresado su deseo de ir a vivir cerca del mar. «Pero nunca lo hace. Es algo muy poético porque creo que el día que se vaya a la playa es porque se meterá de lleno a vivir su felicidad. El hecho de no hacerlo es como negarse a ella misma esa posibilidad».

 

Ahora que su madre ya no bebe, Helena ha decidido mostrar todas esas fotos recolectadas durante decenas de mañanas de domingo en una exposición que lleva por nombre Déjala correr, y que se inaugurará el 2 de julio en Tha House (Madrid). «Para mí es una especie de liberación, porque durante años no he hablado del alcoholismo de mi madre. Parece que cuando este problema lo tiene un padre es más fácil de abordar, pero cuando es la madre es mucho más tabú».

La preparación de la exposición le ha servido de catarsis. «Al escribir el texto de la presentación me surgió la duda de si todo esto, al fin y al cabo, no es más que un proceso para fabricar mi propia identidad: «Soy Helena, la bañista, a la que reconocen los hombres en el Rastro, a la que llaman ‘la de las mujeres en el agua’…».

Aunque Helena ya se había dado cuenta de lo que le gustaba que la identificasen de esa manera. Sobre todo, a partir de una conversación con su novia Paula, con quien compartió su extrañeza ante los escasos likes que conseguían los stories que solía subir los domingos con vídeos de mujeres bañándose en la piscina de La Latina, muy cerca del Rastro. «Ella me respondió que la razón era porque se trataba de un contenido muy repetitivo y que eso no genera interés en la gente. Entonces respondí que, en realidad, me daba igual, porque lo que quería es que me asociaran con este tipo de contenido. Que me reconocieran por ello. Así que entiendo que ahí hay parte de la construcción de mi identidad. Tendré que seguir investigando».

Mientras tanto, dice, piensa seguir recopilando fotos. «En realidad, lo que me gustaría es realizar un corto a partir de toda esta historia, pero es un proyecto más a largo plazo. También me gustaría publicar un fotolibro».

Aunque ella también hace fotos, la exposición solo recoge las adquiridas en el Rastro, con alguna incursión personal, como la foto en la que su madre está bebiendo cerveza en el jardín de su casa cuando solo era una niña junto a su tía abuela.

mujeres en el agua madre y tía
La madre de Helena, de pequeña, junto a su tía abuela

«Hay alguna foto de las que he encontrado por puro azar que se parecen de manera increíble a fotos mías. Por ejemplo, una en la que una señora tiene en brazos a una niña y que tiene una especie de franja negra en la parte de arriba guarda un parecido extraordinario con una foto en la que aparezco de pequeña con mi madre en la bañera y con el mismo defecto en la parte superior de la imagen».

mujeres en el agua - Helena y su madre en la bañera
Helena y su madre en la bañera

El caso es que Helena entiende que ahora es el momento ideal para esta exposición. «Mi madre ahora está bien y me hace mucha ilusión que venga a la inauguración. El propio título de la muestra, Déjala correr, es una declaración e intenciones: dejarla ir (a mi madre), cerrar ese capítulo, más que nada porque ya no me caben más fotos en casa».

Bonus track: Las tres reglas de oro en el Rastro

Además del poder terapéutico de las fotos compradas en el Rastro, esta actividad ha aportado a Helena varios amigos. La mayoría hombres, porque una mujer joven como ella y con esas intenciones es una excepción a esas horas por allí.

Entre sus colegas se encuentra Luis, toda una institución en el famoso mercadillo madrileño. Él fue quien le dio las tres reglas de oro que desde entonces Helena sigue a rajatabla: «No hablar demasiado, no mostrar emoción y evitar tacones». Esto último es la que más dudas le generó.

¿Por qué zapato plano? «Cuando me invitó por primera vez a visitar casas deshabitadas o en las que los dueños querían deshacerse de algunas pertenencias, Luis me aconsejó que llevase siempre zapato plano, por si había que subirse a algún sitio a coger algo y evitar así caídas».

En cuanto a lo de hablar poco y no mostrar emociones, lo tenía más claro. «Es una de las grandes reglas: si te muestras ilusionada por algo, si se nota que estás dispuesta a pagar lo que sea, te van a pedir mucho más de lo que vale. Cuanto más indiferente, mejor».

La exposición ‘Déjala correr’ podrá visitarse del 2 al 12 de julio en la galería Tha_house.

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