Recuerdo cuando era niรฑo, a principios de los 80, que las mujeres de treinta y pocos que se casaban se ponรญan el uniforme de esposa al poco tiempo; a saber: falda por debajo de las rodillas, blusa abotonada hasta arriba o camiseta con cuello discreto. Estas esposas tenรญan como costumbres el cafรฉ a las seis con las amigas para estar a las ocho en casa y charletear con las vecinas en la esquina de la tienda de comestibles.
Conversaciones sobre calzoncillos sucios, camisas planchadas y heroรญnas de telenovelas. Estas mujeres parecรญan contentas por haberse librado de las crรญticas (โse te va a pasar el arrozโ) y las habladurรญas (โvan a pensar que eres bolleraโ), entonces, muy dolorosas.
Los 80 fueron extraรฑosโฆ Estaba mal visto que las mujeres fueran solas a ciertos sitios โno recuerdo a cuรกlesโ aunque la adolescente Constituciรณn Espaรฑola permitรญa la libertad de movimiento.
โยฟMe vendes una caja de leche por la ventana? El bar estรก lleno de hombres โuna mujer a mi madre.
โNo te van a comer โmi madre mientras cortaba filetes de pollo para los clientes.
En aquellos aรฑos, TVE 2 emitรญa programas como La edad dorada: tabaco de liar, alcohol, canciones transgresoras y referencias a la movida madrileรฑa, que imaginaba como una orgรญa perpetua, aunque desconocรญa por entonces esta palabra. Polรญticamente correcto era un concepto por inventar.
Pero la tele era una cosa y el mundo real, otra muy distinta. En el mundo real, una mujer que hubiera tenido tres relaciones estaba mal vista; ser madre soltera, una vergรผenza; y mostrar las tiras del sujetador, una falta de decoro.
La ficciรณn televisiva que llegaba de los Estados Unidos, la que veรญamos, tenรญa argumentos mรกs o menos ยซatrevidosยป (aunque a menudo acababan con un toque de moralina).
Recuerdo dos momentos de la serie Hotel (por entonces estudiaba 6ยบ de EGB). Uno de esos momentos no viene al caso. El otro momento tiene que ver con un estudiante y una seรฑora con un abrigo de pieles. El joven alquila una habitaciรณn en el St. Gregory Hotel para preparar los exรกmenes finales de la carrera. Al menos, es lo que dice a un compaรฑero de estudios. Mรกs adelante, el joven recibe en su habitaciรณn a una atractiva rubia de cuarenta y tantos con pieles. La rubia es la madre del compaรฑero de estudios. Ella deja caer el abrigo y se queda desnuda; lo sabemos aunque la cรกmara no haga un recorrido de abajo arriba. Los niรฑos comentamos aquella escena en el patio del colegio:
โยฟVisteis ayer Hotel?
โยกEl tรญo con la madre del amigo!
โยกSรญ, con la madre del amigo!
Las madres de los amigos no eran como la rubia de Hotel. Las madres de verdad te invitaban a merendar pan con foigrรกs y Cola-Cao con sus hijos; gritaban por la calle cosas como โno corras, que serรก peorโ aunque no tenรญan piernas (ni pechos). Eran mamรกs pudorosas. ยกNo se comportaban como las mamรกs de Hotel!
Lo curioso es que nos escandalizaba que el joven tuviera una relaciรณn con la madre del amigo, mรกs que la diferencia de edad.
Otras series estadounidenses y espaรฑolas mostraban una ligera crรญtica social, pero lo cierto es que las mujeres de treinta y tantos y mรกs representaban estereotipos: la mamรก sufridora, la empleada de baja cualificaciรณn profesional respondona y la femme fatale madura. Los personajes femeninos protagonistas eran la pareja de un detective o la mala malรญsima (Diana de la serie V, mito erรณtico de 1983), mujeres que no representaban a ningรบn colectivo.
Tendrรกn que llegar Las chicas de oro para demostrar que las mujeres ยซnormalesยป pueden ser protagonistas y los hombres, secundarios. Estas abuelas hablan de achaques, de hombres y de sexo (por extraรฑo que parezca, una de las series mรกs atrevidas del momento).
Poco despuรฉs, a final de los 80, la olvidada Treinta y tantos pretende un acercamiento realista a los hombres y las mujeres a travรฉs de la emergente figura del โyuppieโ, lo que resta credibilidad a la propuesta.
En la televisiรณn de los 90 no mejorรณ la imagen de la mujer de treinta y tantos y mรกs. Seguรญan siendo las secundonas, los objetos y los estereotipos. Las mรกs jรณvenes tenรญan como referente Sensaciรณn de vivir, que mostraba adolescentes inconscientes e inconstantes con sus relaciones (interpretados por actores con patas de gallo en los ojos). Las madres estaban para arreglar los problemas, no podรญan tenerlos.
โTu padre y yo vamos a divorciarnos โuna mamรก sintiรฉndose culpable y avergonzada.
โยกNo es justo! โla hija dรญscola.
ยฟY cรณmo eran las mujeres reales de los 90? Recuerdo a las jรณvenes con las camisetas de fรบtbol americano y los pantalones de ciclista. Las mujeres de treinta y tantos y mรกs se atrevรญan a mostrar las piernas. Tambiรฉn recuerdo una conversaciรณn en la esquina de la tienda de comestibles: algunas vecinas escucharon a una sexรณloga en la asociaciรณn de vecinos. (Las palabras llegaban hasta mi ventana). Por entonces, los maridos compraban preservativos en los bares, los talleres de motos y los ultramarinos; las mujeres tenรญan reparo en comprarlos en la farmacia y que las vecinas supieran que tenรญan vida sexual.
Tuvo que llegar Sex and The City a finales de los 90 para remover los cimientos de la televisiรณn: mujeres de treinta y tantos que no eran mamรกs, ni detectives ni objetos decorativos; eran mujeres normales โal menos, en Manhattanโ que hablaban de sexo sin metรกforas, como nunca se habรญa hablado en una serie.
(Sentรญa que me habรญa colado en el baรฑo de mujeres por segunda vez. Lo de colarme ocurriรณ en el 91, entonces tenรญa veintiรบn aรฑos. Entrรฉ en el baรฑo de mujeres de la Facultad de Derecho de Sevilla. En mi defensa dirรฉ que era las 8 de la maรฑana, que solo estรกbamos yo y los conserjes, y que trataba de documentarme para un relatoโฆ Querรญa comprobar si las mujeres escribรญan en las puertas. Y descubrรญ obscenidades entre corazones y poemas; frases que podrรญan haber sonrojado a Bukowski).
En las promos de Canal + la explosiva Samantha se queja del tamaรฑo del pene de su รบltima pareja mientras come un perrito caliente en un estadio.
โNo la puede tener tan pequeรฑa โdice ยฟCarrie?
โยฟQue no? โdice Samantha. A continuaciรณn arranca un trocito de salchicha y la muestra para aclarar las dudas.
Una escena que atrapa la atenciรณn de cualquier espectador. Uno de los logros de esta serie fue desterrar el mito de la solterona: se podรญa tener treinta y tantos, y seguir estando deseable para los hombres.
En cierto modo, Sex and The City retoma el camino abierto por Las chicas de oro una dรฉcada atrรกs. Sin embargo, entre las treintaรฑeras sofisticadas de Manhattan y las abuelas de Miami, habรญa millones de mujeres que no se sentรญan representadas por estas ficciones.
De alguna forma, Mujeres desesperadas llega para atrapar el target de las mamรกs de los Estados Unidos. Mamรกs que cultivaban rosas, hablaban de sexo y de hombres en el aparentemente idรญlico entorno de Wisteria Lane. (Tardรฉ en descubrir que wisteria era el nombre de una planta โcomรบn en los jardines de la ficciรณnโ, y no un acrรณnimo de women e hysteria).
Las abuelas, las treintaรฑeras solteras y las mamรกs de las urbanizaciones americanas tenรญan sus series. Agotados los temas para estas franjas de edad, con la segunda dรฉcada del siglo XXI llegan las series de mujeres de cuarenta y tantos, atractivas, que departen con sus amigas copa de vino tinto en mano.
Series como Cougar Town, comedia sin pretensiones con una Courteney Cox de curvas desconocidas.
Otra serie con actrices de cuarenta y tantos, es Hot in Cleveland. Parte de una premisa sencilla: tres amigas de Los รngeles toman un vuelo a Parรญs, pero aterrizan en Cleveland por un fallo tรฉcnico. En un paseo por la ciudad descubren que no son invisibles para los hombres, ยกson atractivas!
Sin embargo, Hot in Cleveland tiene cierto aire anacrรณnico: las risas huelen a lata (aunque una locuciรณn asegura que son reales); ellas se cuestionan si pueden tener parejas mรกs jรณvenes, y no se plantean la vida sin los hombres. A pesar de ello, es refrescante escuchar chistes sobre las dietas, los pechos caรญdos, las caderas desubicadas tras el sexo y las resacas de tres dรญas. (Todo esto es maravilloso, realmente).
ยฟY las mujeres reales de treinta y tantos y mรกs de nuestro siglo? Llevan las tiras del sujetador a la vista (desafiando a las revistas de estilo); regresan a casa de madrugada tras una despedida de soltera; se casan a cualquier edad o deciden no hacerlo; emprenden negocios; son madres solteras sin temor a la marginaciรณn; hablan de sexo con naturalidad; y son hermosas en cada una de las etapas de su vida, aquรญ y en Cleveland.