A los lectores asiduos a los anaqueles llenos de libros antiguos siempre se les ha llamado ratones de biblioteca. Pero lo cierto es que los ratones no solo no son unos buenos aliados de los libros sino que, muy al contrario, son terribles enemigos, ya que acostumbran a destrozarlos. Por eso las antiguas bibliotecas solían tener gateras por las que, por la noche, se introducían esos felinos para acabar con los roedores.
Pero existen otros ratones alados que, en lugar de perjudicar a los libros, los defienden con tesón. Y no cualquier libro, sino auténticas joyas como la primera edición de las Lusíadas, o Biblia Latina de las 48 líneas, editada en 1462 por dos socios de Gutemberg.
Estos incunables se guardan en las dos bibliotecas más antiguas de Portugal: la de la Universidad de Coimbra, establecida en esa ciudad desde 1537, y la del Convento de Mafra, fundado en 1715.
Pues bien, en estas dos bibliotecas habitan, desde hace al menos dos siglos, un par de especies de murciélagos que se dedican a preservar sus libros mediante el eficaz sistema de comerse cada uno de ellos unas 500 polillas, carcoma y otras clases de destructivos insectos a diario.
Esos insectos, llamados bibliófagos, son aterradores. Especialmente la carcoma llamada nicobium castaneum, cuya larva excava galerías en los libros traspasando tanto las hojas como el cuero de las encuadernaciones. Hay otra carcoma, también muy perseguida por los murciélagos llamada pececillos de plata. Su especialidad es comerse el papel, sobre todo si se trata de libros antiguos.
Es fácil imaginarse lo confortable que resultaría la vida para estos devoradores de cultura si no fuera por sus enemigos alados, pues solo la Biblioteca Joanina conserva 60.000 ejemplares anteriores al siglo XVIII. Y si añadimos la biblioteca general de esta universidad, la cifra supera el millón de ejemplares.
Pero no todo son ventajas con los murciélagos. De hecho, al anochecer, los volúmenes más valiosos tienen que protegerse con mantas de cuero para evitar el deterioro que podían sufrir por los excrementos de estos quirópteros.
Y además, pese a su buena intención y su excelente apetito, ya no dan abasto. Por eso la universidad ha tenido que adquirir una cámara de anoxia para echarles una mano. Esta cámara permite un tratamiento que consiste en mantener los libros durante un cierto tiempo en una atmósfera sin oxígeno, sustituyéndolo por una gas inerte como el nitrógeno para eliminar toda clase de insectos junto con la totalidad de sus huevos.
Este trabajo es imprescindible si se pretende conservar una de las grandes reservas de la cultura europea. Porque además de todos los ejemplares ya mencionados, la universidad contiene también una colección de mapas antiguos y documentos musicales de los siglos XVI al XVIII absolutamente irremplazables.
Son muchos los ejemplos de relaciones simbióticas entre el hombre y otros mamíferos. Pero este de los murciélagos portugueses es especialmente hermoso, pues son ellos quienes se encargan de proteger lo mejor de nuestro pasado. Y lo hacen con tenacidad, en ese convento y esa biblioteca, en los que cada noche se libra una batalla a muerte en defensa de la cultura.
Foto de portada: biblioteca de la Universidad de Coimbra
Foto interior: biblioteca del Convento de Mafra
Excelente infraestructura física y cultural, motivan a esforzarnos por radicar proyectos que nos permitan tener estas bellezas.
Y como joyas irreemplazables; supongo que ya han de haber hecho un respaldo o copia digital de cada uno de aquellos incunables ¿o no?