El primer asalto lo ganó la apatía. Catherine cuenta que llegó a la facultad de Derecho sin un propósito que no fuese otro que el de tener un oficio que el día de mañana le permitiese pagar sus deudas. La voluntad de no defraudar a su entorno se alió con aquella. Al acabar la carrera le esperaba Nueva York donde ejercería en una prestigiosa firmas de abogado. Su verdadera vocación tendría que esperar algunos rounds más para ganar el combate, tal y como lo cuenta en My life in Law.
Pasaron meses en los que la vida de Catherine se limitaba a un ir y venir de su casa al trabajo, con viajes de fin de semana de por medio para visitar a su también abogado novio, con el que mantenía una relación a distancia desde hacía algo más de dos años.
Hasta que un día, la inercia a la que había sometido a su vida sufrió un impasse. Ocurrió cuando en la oficina realizó, junto a sus compañeros, un ejercicio para romper el hielo que consistía en pensar qué sería de sus vidas profesionales si no ejercieran como letrados. ¿Realmente es lo que más le gustaba?
Desde luego no le iba mal. Cualquier estudiante de Derecho envidiaría su situación pero Catherine comenzó a comprender que esa no era la vida que ella hubiese deseado. Y lo verificó cuando se vio alquilando un estudio donde dar rienda suelta a su verdadera vocación: la pintura.
Poco a poco fue liberando a la artista que llevaba dentro. Y pronto ‘el hobby’ se fue apoderando de ella, incluso en lo profesional. Era obvio que su cabeza estaba fuera del bufete… Así que Catherine decidió sacar el resto del cuerpo de él.
Y unas de las primeras cosas que hizo una vez fuera fue narrar su retirada de la abogacía e ingreso en el mundo del arte y la ilustración en una web por si su experiencia pudiera servir de ejemplo a alguien…
Visto en Desing Taxi
La abogada que quiso contar cómo rescató a la ilustradora que llevaba dentro
