Dos disparos mortales recibió Victor Peñagos, el Burla, cuando estaba en un hotel abandonado en San Cristobal de las Casas (Chiapas). Era el 27 de mayo de 2009. El Burla tenía 16 años cuando fue asesinado mientras pintaba un graffiti con sus amigos. Lo mató el guarda de seguridad.
En el caso de El Burla, el cabildo (consejo municipal) de San Cristobal había aprobado recientemente una sanción de mil euros a quien pintase en paredes y la entrega de 270 euros a quien denunciara al graffitero.
«El lugar que ocupa el graffiti en muchas ciudades de México no es posible contarlo sin mencionar las violaciones a derechos por parte de la policía», dice Víctor, uno de los siete representantes de la asociación Graffitiarte.org, comunidad que trabaja, desde hace doce años, a favor de este arte en Ciudad de México.
Para conmemorar sus 12 años, el colectivo Graffitiarte.Org presenta 12×12, una docena de documentales de corta duración con 12 personajes de la historia del grafiti en México. Un representante por cada mes de 2014. Aunque la escena empezó en los años noventa, solo hay un testimonio audiovisual del tema: el Nacional Graffiti, un documental bastante básico grabado en 2001, para el que varios grupos de hip hop se reunieron a grabar la banda sonora, disponible en Youtube en 11 capítulos.
«Después de ese vídeo, no hay registro histórico sobre el grafiti», afirma Mendoza, cuya asociación registró, solo en Ciudad de México, más de 5.000 graffiteros en el año 2000.
Mendoza cuenta que en muchas ciudades se han creado leyes y policías especializadas para perseguir escritores. También, denuncia, hay policías que acosan a chicas grafiteras.
Precisamente una mujer protagoniza el primero de los documentales. En 12×12, sale SheBasic, una grafitera que lleva 15 años en la escena y que, además, es abogada. «Por lo tanto, el mensaje es que en el grafiti se involucran personas de diversos ámbitos profesionales», destaca Mendoza.
Uno de los próximos 12×12 será Humo, del SF crew. El hecho de que sea de Oaxaca y descendiente de una familia de migrantes que radicaron en Nezahualcoyotl, en el Bordo de Xochiaca (una localidad humilde y con zonas conflictivas, en Ciudad de México), se refleja en su trabajo artístico: delicado en sus trazos y técnica, y fuerte en sus imágenes a gran formato.
El estilo mexicano es un compendio: los hay que pintan iconos prehispánicos; otros hacen ilustraciones oníricas, otros hacen realitys (rostros realistas) y también están los que cuestionan todo el tiempo el espacio público con sus trazos gruesos, escurridos en lugares peligrosos porque están muy vigilados. «En el fondo hay una intención de estar presente en la opinión pública», resume Víctor Mendoza.
En el colectivo Graffitiarte creen que su trabajo registrando a «escritores» de grafiti, como Mendoza los llama, es importante por tener inventariados a los artistas del país. Pero su principal aporte, dice, es traer a artistas históricos internacionales a México. Como Henry Chalfant, autor del libro Subway Art. Chalfant expuso y habló de su experiencia artística neoyorquina en México, en 2009, el mismo año en que mataron a El Burla.