El cyborg que convierte colores en sonidos

3 de septiembre de 2013
3 de septiembre de 2013
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Esta es la historia de un joven británico que no era capaz de apreciar los colores. Sus días, sus noches transcurrían de la misma manera: grises y apagadas como una desapacible tarde otoñal londinense. Las banderas de las embajadas parecían casi todas iguales, los mapas del metro parecían una intrincada red formada por una sola línea: la gris. La ropa cambiaba en patrón pero no en tonalidad. El joven Neil Harbisson, sin embargo, no se conformó con esa existencia libre de color. Se convirtió en un cyborg.

La acromatopsia, que así se llama su condición, le convertía en un ser socialmente excluido. Casi nadie ve la realidad en una escala de grises y casi nadie puede entender que alguien la vea así. Esa anomalía fue un empujón para convertirse en lo que es ahora: el primer cyborg del mundo que ha sido reconocido por un gobierno.

La condición de cyborg se la otorga un ojo electrónico capaz de captar los colores y transformarlos en sonido. Ese ojo se conecta a un chip que Harbisson tiene implantado en la parte trasera de su cabeza y que envía el sonido a través de los huesos de su cráneo. «Un piano, que es algo en blanco y negro, es para mi una paleta de colores. Asocio cada nota a un color. Es una extensión sensorial para percibirlos», explicó ayer en la edición europea de Campus Party, que se celebra estos días en Londres.

[pullquote]No siento que lleve incorporada tecnología, siento que soy tecnología[/pullquote]

De esta manera, todo lo que Harbisson tuvo que hacer es memorizar los sonidos correspondientes a cada color con una ventaja añadida: puede escuchar colores que puede captar su eyeborg y que son imposibles de percibir por el ojo humano. «Puedo percibir más colores que el ojo humano, como los infrarrojos o ultravioletas. Yo detecto a los detectores de movimiento, por ejemplo». Además, asegura que «mi cerebro se ha modificado y crea sonidos electrónicos, funciona ahora como un software. No siento que lleve incorporada tecnología, siento que soy tecnología».

Neil Harbisson ha pasado de sufrir acromatopsia a ser sonocromático, como el propio artista y activista cyborg dice. El dispositivo es configurable, pero básicamente refleja el color dominante percibido ante él. Por ejemplo, los sonidos que van de la nota fa a fa sostenido corresponden a los colores que van del rojo al naranja y la saturación del color se representa mediante el volumen del sonido.

[destacados align=»right»]La Escala Sonocromática Musical de Harbisson (2003) es una escala microtonal y logarítmica de 360 notas dentro de una octava, cada nota corresponde a un grado específico del círculo cromático. La escala se introdujo en el primer eyeborg en 2004. La Escala Sonocromática Pura de Harbisson (2005) es una escala no logarítmica basada en la transposición de frecuencias de luz a frecuencias de sonido. La escala descarta el color como círculo cromático e ignora la percepción logarítmica musical para poder así traspasar los límites de la percepción humana. Fuente: Wikipedia.[/destacados]

La existencia de Neil Harbisson es, como podrán imaginar, un tanto diferente a la de usted o a la mía. «Ahora me visto de manera que suene bien. Me visto dependiendo de cómo quiera sonar. Si voy a un funeral llevo notas menores», explicó.

Las comidas también tienen su secreto. El artista afincado en Barcelona afirma que puede comer sonidos. «Ir al supermercado es como ir aun club de música», asegura. «Y las personas no son blancas o negras sino que forman parte de una amplia gama de naranjas».

A la hora de viajar surge el problema de los controles de seguridad. «La antena es una extensión de mi cuerpo, mi médico escribió una carta para reflejar que llevo el ojo electrónico. Lo llevo en la foto del pasaporte. Todo el mundo cree que estoy haciendo algo ilegal, como grabar películas en el cine o espiar».

En cualquier caso, todo esto no le hace sentir especialmente extraño. Harbisson cree que su eyeborg no lo sitúa cerca de un robot sino de otros animales de la naturaleza. «Percibo colores que solo perciben otros animales. Muchos de los sentidos aportados por este tipo de dispositivos están presentes en la naturaleza en muchos animales», contó.

Lo más complicado ocurrió al principio. El dispositivo no era tan ligero como ahora y le obligaba a llevar una especie de mochila en la espalda que le producía dolores y le obligaba a adoptar malas posturas. También sufría de dolores de cabeza que desaparecieron a las cinco semanas. «Mi cuerpo tardó ese tiempo en aceptar su nuevo sentido», declaró.

El próximo objetivo de Harbisson es conseguir que la energía producida por su cuerpo sea capaz de alimentar el eyeborg. Eso, según dice, ocurrirá en 2014. De momento ha conseguido desarrollar el ingenio para que no le hiera en caso de desprendimiento accidental. Mientras que el cyborg espera a que los diferentes comités de bioética aprueben los cambios, Harbisson seguirá disfrutando de Madrid en ámbar y terracota y viendo el verde sonido de su teléfono.

 

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Patrick Thomas

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