Aunque es probable que no lo hagas con mala intención, lo cierto es que tú tiraste a la basura 170 kilos de comida el pasado año. Ciento setenta. Espera, a ver si así…
170 kilos es más o menos como si Bill Murray se sube a la chepa de Wes Anderson y tiras a los dos a la basura. Una vez al año.
Este dato lo ofrece Tristram Stuart, un autor, activista e historiador inglés que calcula que, si se recogiese toda la comida despilfarrada en Gran Bretaña en un solo día, podría ofrecerse una comida a 60 millones de personas. Es decir, cada británico desperdicia más o menos una ración de comida por cada una que engulle.
Es un pecado no darse cuenta de la desastrosa situación generada por unos hábitos de consumo deficientes. Peor es ser consciente y no hacer nada. Por eso, Fernando Teijeiro, Javier Sanz, Josep Renard y Pablo Rodríguez pensaron que había que encontrar una solución y, como era complicado ir casa por casa convenciendo a gente, empezarían por los lugares donde compran la comida.
Tres ingenieros agrícolas y un ingeniero informático han fundado Ni Las Migas, una plataforma y app móvil que, según explica Fernando Teijeiro, «pone en contacto a establecimientos de alimentación como restaurantes, cafeterías, panaderías o fruterías con consumidores finales».
El truco de Ni Las Migas es que el comprador se lleva el excedente o la comida no vendida cada día a un precio reducido que, en ocasiones, se sitúa por debajo del 50% del precio normal de venta. «El objetivo final es evitar el desperdicio de los alimentos que, estando en buen estado, no se han podido vender al final del día», dice el cofundador de la plataforma.
El funcionamiento de la idea es simple: la aplicación localiza los proveedores de alimentos más cercanos a la posición del usuario e indican la comida que ponen a la venta a precio reducido y la hora a la que hay que pasar a recogerla. Esta suele coincidir con las más cercanas a las de cierre en panadería o fruterías y las horas siguientes a los servicios de almuerzo y cena en restaurantes y cafés. «Cuando encuentran un producto deseado, los Migueros», así es como llaman a sus usuarios, «lo reservan y recogen a la hora indicada por el local».
Los fundadores de Ni Las Migas tuvieron la idea en Copenhague, donde se conocieron durante el transcurso de una beca Erasmus. La ciudad es pionera en sostenibilidad en diversos ámbitos y los cuatro ingenieros dicen que allí han estado «en contacto y participado de diversas iniciativas que se llevan a cabo en Dinamarca para combatir el desperdicio alimentario».
En España, sin embargo, la aplicación lleva un mes en funcionamiento y se encuentra en fase de crecimiento, lo que incluye una labor de evangelización minuciosa para una sociedad que se encuentra en una situación menos avanzada que la danesa. «Aunque también contactamos a algunos locales de manera telemática, en general es una campaña muy personal. Visitamos los establecimientos y explicamos los beneficios que Ni Las Migas puede aportarles, haciendo hincapié en la importancia de reducir el desperdicio alimentario entre todos».
La idea camina paralela a la filosofía del friganismo, un movimiento basado en la recogida de los alimentos desechados en perfecto estado para su consumo y su redistribución, bien a través de comidas populares gratuitas, bien a través de bancos de alimentos o bien, consumiéndolos uno mismo.
Los objetivos son comunes: replantear los hábitos de consumo desmedidos de los que hace gala la sociedad desarrollada y evitar que acaben en los vertederos cantidades ingentes de alimentos. «Ofrecemos beneficios para todas las partes con un objetivo común: reducir el impacto social, económico y ambiental que el desperdicio de alimentos conlleva. Además, estamos trabajando en generar sinergias con otros agentes y deseamos colaborar con otras instituciones e iniciativas comprometidas con la causa para lograr un sistema agroalimentario más sostenible y justo».
Además, en el caso de Ni Las Migas, hay un objetivo añadido que se materializa en un modelo de negocio destinado a generar beneficios. En este momento, la app «no está generando ningún tipo de ingresos. Sin embargo, para que el proyecto sea sostenible económicamente, en el momento en que exista una cantidad notable de transacciones, se cobrará una pequeña comisión», cuenta Fernando Teijeiro.
El proyecto tiene que luchar además contra algunos de los prejuicios más arraigados en la mente de los consumidores. «Creemos que, ciertamente, pueden existir algunas concepciones sociales que dificultan el crecimiento de Ni Las Migas. Por ejemplo, pensamientos como que “si no se ha vendido al final del día, es de peor calidad” o “este tipo de alimentos solo los aprovecharán las personas de menos recursos”». Sin embargo, Teijeiro cree que hay esperanza porque «una gran parte de la sociedad está concienciada social y medioambientalmente».
A nivel global, se desperdicia más comida en el mundo de la que podrían consumir todas las personas hambrientas. Es decir, hay comida más que suficiente para todos y muy poca intención de que alcance a todo el mundo. Por eso, para Fernando Teijeiro y su equipo, la misión adquiere tintes casi bélicos. «Como dice uno de nuestros referentes, José Esquinas, el objetivo en la guerra contra el desperdicio alimentario es convertir el carro de la compra en un carro de combate. Una guerra sin balas y en la que Ni Las Migas pretende aportar el móvil como arma».
Quizás me equivoque, pero estoy convencido de que no tiro 170 kg de comida por año, ni 70, será que no vivo en un país desarrollado, sino en uno que lo intenta y nuestros problemas son de otro tipo. Por ejemplo, ¿qué tiré hoy? unos 20 g de piel de salmón, que comió el gato; ¿y ayer?, algo así como 5 g de lechuga, a la compostera. Vivo con 2 personas más y ninguno de nosotros tira comida, salvo muy de vez en cuando alguna fruta que se pudre o una mayonesa vencida.
En los países más pobres y entre quienes sin ser pobres recordamos de dónde salimos, produce muy mala impresión el desperdicio de comida que se hace en Europa y EEUU. Supongo que se debe a los hábitos de compra más que a otras cosas.
Saludos.
Hombre, igual el consumidor final no tira tanta comida (quién no ha elegido la fruta mas pocha de la nevera para que no se ponga mala). Pero los negocios que ofrecen comida al público deberían tener un buen sistema de reparto de la comida que sobra. Algunos ya los donarán a terceras partes, pero un sistema de ‘compra de última hora’ en la que el negocio ofrezca lo que le queda, y un cliente cercano se pase a recogerlo, puede tener sentido. El coste de mover la comida a la basura, y del basurero que la recoja, se ahorra. Y el cliente encima paga algo por hacer ‘ese trabajo’…
Yo veo una cosa curiosa cuando una vez a la semana acudo al comedor-restaurante de una universidad con unos compañeros de trabajo, nos acercamos hasta allí porque así salimos del parque empresarial en el cual trabajamos y nos damos un paseo por una zona despejada de trafico y podemos comer un menú decente por el módico precio de 6,80 euros.
Lo curioso es que acudiendo a dicho restaurante donde las raciones no son excesivamente grandes y donde se puede elegir un primero únicamente como única opción y donde la mayoría de la gente es mas joven que nosotros, puedo observar como retiran bastantes platos aun con algo de comida en ellos que luego irán a la basura.
A mi me parece esto increíble, no puedo entenderlo, se me escapa algo, tan difícil es llevarte un tupper si no vas a terminar algo, una bolsita para llevarte el trozo de pan que no vas a comer y de esta forma aprovecharlo mas adelante, no sé, algo se me escapa, vivimos en un sociedad de consumo rápido y escaso aprovechamiento de los recursos, el tema de la comida es verdaderamente un delito social colectivo.
Gracias por este artículo tan generoso y conciliador con el planeta.
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Una idea muy buena, también plasmada en Wakaiti.com, una iniciativa que nació hace 1 año en Vigo.