Tranquilo, boomer, que esto, casi con toda seguridad, no te lo van a llamar nunca. Tú ya no puedes ser un niño o una niña rata (bueno, tú ya no puedes ser casi ninguna cosa desde la perspectiva de un centenial). Porque, para serlo, tienes que tener unos 10 o 12 años, pasarte la vida encerrado en tu habitación jugando al Minecraft o al Fortnite o a cualquier otro videojuego multijugador que no te corresponde por edad; protestar y berrear como un poseso en cada partida con esa voz aguda y molesta que solo los niños (rata o no) pueden tener cuando las cosas no les salen como quisieran, y creerte el rey del mambo, el malote del chat, el puto amo entre tanto manta, cuando, en realidad, no eres más que un pringaíllo.
Uno puede ser un niño rata durante más años de los que quisiera, siempre que encuentre a alguien de más edad que él que se lo quiera llamar. Una especie de insulto matrioska del que solo te librará aprender a no vociferar mientras juegas y, quizá, ese cambio en la voz que te hará parecer más un león que una rata chillona.
Una vez más, el mundo gamer impregna el lenguaje de los que llegan para comerse el mundo (y ojalá les dejemos hacerlo). Hay quien dice que la expresión nació en boca de Homer Simpson (todo está en Los Simpson, ya sabéis, no en los libros ni en las predicciones de Nostradamus) en un episodio en el que llamaba así a su hijo Bart.
Las fuentes consultadas, esas que están en Bachillerato o en la ESO, aseguran que ya no la utilizan solo en el ámbito del videojuego. Un niño rata lo será siempre que sea molesto, pesado y gritón, juegue o no a las maquinitas.
Por cierto, boomer ya no hace alusión solo a la edad. Cualquier persona o cosa que huela a viejuno es boomer, da igual si tiene 20 años o 50. Por ejemplo, haber usado maquinita es tan boomer que hasta a mí me ha dado vergüenza. O peor aún: hacer chistes de gais o de gordas es asquerosamente boomer.