Estรกs acostumbrado a conducir a mรกs de trescientos kilรณmetros por hora y lo llevas retenido a treinta y cinco los รบltimos cuatrocientos noventa kilรณmetros. Tu coche es el mismo seiscientos en el que tus padres se fueron de luna de miel. El suyo, una mezcla del DeLorean de regreso al futuro y un Mirage supersรณnico.
Tu ritmo es el de siempre, el de toda la vida, el que te ha justificado el sueldo desde que aprobaste la oposiciรณn: un dรญa memorable. Oleadas de imberbes han pasado y se han adaptado al ritmo. Sus referentes han sido iguales a los tuyos y la realidad algo comรบn para todos.
Vivรญais en el mismo mundo, compartรญais un cรณdigo. Uno enseรฑa, el otro aprende. Mismo planeta, misma galaxia.
Pero uno cambiรณ de รณrbita hace aรฑos y acelerรณ, acelerรณ y acelerรณ. En los mismos cinco minutos de antes, emprende siete actividades distintas, concentra y desconcentra su atenciรณn tres o cuatro veces, marca once goles, acribilla a ocho aliens y revienta tres pรกjaros chillones contra cerdos sebosos. Y todo esto intentando tumbar la menor cantidad posible de ladrillos y bloques.
Encerrar a uno de estos multipresionadores de botones y activadores de joysticks compulsivo en un aula de cincuenta o sesenta metros cuadrados, a media luz o luz completa, con el impacto visual de una tiza sobre una pizarra y con una performance de un seรฑor o seรฑora sentado en una silla raรญda pasando pรกginas, durante horas y horas, dรญas, semanas, mesesโฆ debe ser el equivalente a introducir una piraรฑa en una pecera rebosante de sangre fresca con una pinza en la boca. Insoportable, insufrible.
Los profesores dicen que los niรฑos se aburren. Han cambiado sus memorias por otra llamada Google, que todo lo encuentra, y sus enciclopedias, por Wikipedia. No tienen por quรฉ estudiar quรฉ pasรณ en Waterloo, pueden recrearlo, revivirlo con mรบsica de Abba de fondo si asรญ les place.
Aprenden a mil por hora y les quieren enseรฑar a diez. Sus cerebros ya han volado antes de que hayas pronunciado Pitรกgoras si lo que vas a explicarles es el teorema. Saben que el conocimiento de la humanidad estรก condensado en la red y alguien se ocuparรก de actualizarlo. No necesitan retenerlo, estรก en la nube siempre disponible.
Y respecto a entender, lo que los profes creen que deben entender, ellos no lo entienden.
Sus referentes han fracasado en sus estudios y han triunfado en la vida. Cambiando el mundo, creando en una sola generaciรณn compaรฑรญas como Apple, Microsoft, Globalia o Zara.
Ojalรก se pongan de acuerdo, ojalรก se actualicen y armonicen. Ojalรก tiendan puentes de entendimiento por la cuenta que nos tiene.
โ
Sixto Arias es director general de Mobext