Un corto perfecto sobre el ser humano imperfecto

Neighbours (Vecinos) es un corto canadiense dirigido por Norman McLaren en 1952. Usa la técnica de la pixilación: stop motion con personajes y objetos reales.

Antes de continuar el comentario sobre esta joyita, vamos a verlo:

El mensaje es claro: la violencia engendra violencia. De hecho, McLaren lo concibió como alegato antibelicista durante la guerra de Corea. Al llegar la guerra de Vietnam, un desencantado McLaren dijo que el mensaje no tuvo éxito. Sin embargo, Vecinos, como cualquier ficción, es un éxito desde el momento que inspira a una persona. Y el mensaje de Vecinos ha inspirado a cientos de miles, por eso, entre otras cosas, forma parte de la Memoria del Mundo de la UNESCO.

Algunos detractores de Vecinos dicen que el mensaje es demasiado evidente. Ante esto, recordemos a Billy Wilder: «Creen que la lentitud y la solemnidad son sinónimos de profundidad». (Palabras contra la Nouvelle Vague, aplicables a cualquier cineasta pedante peleado con el público). ¿Cuánto metraje gastan otras películas para decir que la guerra es un asco? Vecinos apenas necesita ocho minutos.

DOS URBANITAS DE LOS 50

Primero aparecen dos casitas y dos tumbonas sobre un césped artificial. A continuación, dos hombres de los 50 a los que les importan las formas.

Llevan pantalones de diario, camisa y corbata. Ambos representan al norteamericano urbanita de clase media acomodada. Las mujeres, como se verán adelante, están en sus casas, con sus hijos: ellas no hacen las guerras.

Las sinopsis que encontramos en Internet dicen que «dos vecinos viven en armonía hasta que una flor crece entre sus casas».

Pero la armonía es una farsa en pos de la convivencia vecinal. Estos hombres se sonríen y comparten cerillas como otros compartimos saludos en el ascensor. Estos tipos viven enfrentados desde que amanece. El sistema de imágenes se encarga de remarcar las diferencias —poco sutiles— entre ambos:

-Una casa tiene la puerta mirando a la izquierda; otra, a la derecha.
-Ambos visten ropas de idénticos colores, pero tonos diferentes.
-Uno tiene el reloj en la muñeca derecha; el otro en la izquierda.
-Uno tiene un periódico con el titular «La guerra es segura si no hay paz» y otro con «la paz es segura si no hay guerra». El mismo mensaje, tonos distintos.

Realmente, la aparición de la flor no crea el conflicto, sino que saca a relucir las envidias. No es raro que los vecinos compartan la alegría en los primeros momentos. (Hasta el punto que la relación con la flor alucinógena parece un ménage à trois).

DE LA COMEDIA A LA VIOLENCIA PERTURBADORA

La armonía acaba cuando un vecino cree que la flor le pertenece y empuja al otro vecino. A partir de ahí comienza una escalada de violencia que pasa de lo cómico a lo trágico. En medio de la pelea, un gesto de «caballerosidad»: un vecino da al otro una estaca: es una declaración formal de guerra.

Con la pérdida de las estacas en el duelo aparece una violencia perturbadora. McLaren lo consigue recurriendo a los puñetazos, las patadas, los agarrones de ropa… No hay efectos cómicos. (La flor, asustada, se esconde entre sus propias hojas).

La violencia llega a la cúspide con la escena de las mujeres y los bebés pateados. Este momento se eliminó para los espectadores de los Estados Unidos. (Es paradójico: un corto que denuncia la violencia es censurado por una imagen que molesta a los espectadores).

Finalmente, el escenario desaparece. Destaca el primer plano del vecino que golpea con furia el rostro de su contrincante. El maquillaje no resta efecto; al contrario, acentúa el espíritu belicoso. Tras la muerte de ambos hombres vuelve la animación, a modo de cierre amable, para dar tiempo al espectador a digerir el mensaje.

Desgraciadamente, lo que cuenta Vecinos es lo que vemos todos los días en la calle, lo que vemos en las noticias. Y no por ello, Vecinos es un ejercicio inútil (a pesar del propio McLaren).

Un artista debe denunciar los comportamientos contrarios a las personas (la violencia, la avaricia, la corrupción…) para que no sean considerados como «cosas normales».

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