Nuevos viñetistas para un humor gráfico en estado salvaje

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El humor gráfico actúa hoy como un tsunami. Inunda todos los dispositivos. Una buena viñeta sale de los dedos del dibujante y se difunde de manera incontrolable: Twitter, Facebook, Instagram, Whatsapp.

Hay más creadores y más lectores que nunca, y las redes sociales provocan que el contagio de los mensajes se produzca como una suerte de lenguaje oral, un boca a boca alimentado de anabolizantes.

El viñetismo, al igual que el periodismo, sintió cierto tambaleo cuando el modelo de prensa tradicional empezó a cojear. Sonaron las trompetas del apocalipsis.

El big bang del cosmos online y de las redes sociales modificó la actitud de los lectores. Inculcó una mayor libertad de acceso. La razón de ser de la sección de opinión de los medios (generar debate, réplicas, propagación), de pronto, podía ejercerse con mayor holgura en blogs, comentarios, redes. Se cumplió un sueño de la prensa al margen de la prensa.

La oleada de cambio en el caso de las viñetas no puede acotarse. Cualquier antología será parcial y discutible, pero merece la pena indagar en algunos trabajos; navegar la ola y tratar de ver qué tipos de espumas se están removiendo.

Flavita Banana, Morbix, Sergi Moreso, P8ladas, La Prados, La Mandanga, Pato B Guay, Adelaxd… Son apenas un puñado de ellos. ¿Qué nuevos lenguajes emergen? ¿Qué códigos estéticos? ¿Cómo sostienen su trabajo? ¿Con qué materia prima fabrican las carcajadas?

Flavita Banana es una de las autoras con más pegada de esta generación: «Una cosa es la viñeta en prensa, que se desvanece como le ocurre a la prensa impresa (¿cuánta gente joven se ve comprando periódicos?), y otra el viñetismo, que se adapta a lo que venga», opina.

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Viñeta: Flavita Banana, originalmente publicada en ‘El País’.

Trabaja para diarios, pero también difunde su trabajo en redes y conoce bien ese territorio: «El formato viñeta ha encontrado un nuevo público en internet, más veloz y entrenado visualmente. Soy una nostálgica y espero que los diarios de papel aprendan de ellos, que se llenen de más viñetas de opinión».

Valorar si el humor gráfico está en un peor o mejor momento depende del baremo que se aplique. Si se examina el grado de creatividad, el momento es estelar. Así lo ve Mórbix: «En redes sociales hay mucha gente publicando sus viñetas. Incluso gente que no sabe dibujar pero quiere comunicar, criticar, hacer pensar. Es bueno. Instagram es un nido de creatividad».

La ilustración no agoniza, respira mejor que nunca. Pero mirar al pasado como si fuera la única orilla posible puede desvirtuar la comprensión de este momento creativo. «Los medios tradicionales están anticuados. Hoy, los verdaderos medios son las redes sociales», expresa P8ladas. La información, las crónicas, los reportajes y análisis difícilmente establecerán su patria en las redes sin lastimarse, pero sí la opinión, sobre todo la gráfica, que ejecuta su virtud en un golpe de vista.

Adorar el pasado analógico, el prestigio de los viñetistas de entonces… Es fácil asumir ese marco como el ideal y tratar de medir con él el panorama actual. Pero ese razonamiento es parcial. Adelaxd aporta una clave: «En el mundo siempre ha habido mucha gente buena en muchas cosas, pero solo uno era el elegido y conseguía abrirse hueco en el sector». El Roto, Forges, Chumy Chúmez, Mingote… eran geniales y vivían de serlo, ¿pero cuántos eran? ¿Cuántos talentos no solo no vivían de su arte sino que, además, morían en el anonimato y la incomunicación? Hoy, al menos, pueden expresarse.

Las redes sociales han facilitado la renovación (y multiplicación) de los lenguajes, de los disparadores de la risa y las temáticas. La actualidad, entendida como el discurrir diario de un puñado de políticos, se desplaza del centro de interés. Se habla de política, pero el foco se centra en cómo esta influye en la gente a nivel sociológico, económico, ideológico…

La cotidianidad de las personas del montón (el montón que somos todos) asume protagonismo. «La redes sociales forman parte de la actualidad. Los cambios tecnológicos hacen que cambie constantemente la manera de relacionarnos. Los humoristas gráficos intentamos señalar ciertos comportamientos y hacemos que la gente se los cuestione», expresa P8ladas.

«Creer que la vida de los ricos o poderosos es actualidad (y lo nuestro no) es cosa del pasado», defiende Flavita Banana. Sentimos ajena la información de los medios, no nos altera igual que en otras épocas. «Está mal, deberíamos desarrollar empatía por los demás, pero ha habido tal bombardeo durante decenios que nos hemos vuelto insensibles. Quizá debamos empezar a normalizar nuestros problemas y convertirlos en actualidad y así dar importancia a las noticias», expresa.

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Viñeta: Soy Cardo

El humor negro y neuronal de Morbix. La fragilidad ansiosa y descarnada de Adelaxd. El bisturí canalla y feminista de Flavita Banana y La Prados. La resistencia antipostureo de Pato B Guay. El humor cachorril, lúdico y absurdo de La Mandanga. La hipocresía asumida y desnuda de los personajes de Sergi Moreso. El descreimiento de P8ladas. El anticuquismo radical de Soy Cardo.

La técnica y el grado de detalle en estos autores varían, pero se impone la sencillez y el trazo rápido, a veces, cercano al garabato. Un rasgo que confirma que el material que se produce, pese a no ser esclavo de las noticias, tiene una vocación de urgencia.

«Nuestra técnica son las redes sociales. Yo me adapté a Instagram. Empecé a hacer viñetas rápidas y de menos elaboración porque la red social “me lo pedía”», recuerda Morbix.

«La técnica es secundaria», secunda Sergi Moreso, «lo primero es que haya chiste. En mi caso, la viñeta agradece un dibujo sencillo y rápido para coger al lector por sorpresa».

«Nadie nos paga (al menos a mí), nadie manda», concluye Adelaxd, «podemos hacer lo que nos dé la gana: dibujar fatal, ser políticamente incorrectos, no tenemos que hacer la pelota a ningún periódico para que nos dé visibilidad». Es un viñetismo selvático y salvaje.

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Comer del viñetismo

La viñeta, hoy, apenas da de comer, aunque hay casos. Los autores comprueban/demuestran, primero, su capacidad de difusión y luego, quizá, reciben ofertas: secciones en medios, colaboraciones con marcas, publicando libros… Muchos trabajan en otra cosa y toman la viñeta como desahogo o placer.

Unos lo ven como garantía de libertad, otros, como Sergi Moreso, tienen una visión más agridulce: «Las redes y las viñetas están hechas tal para cual. Quizá demasiado. Ellas ponen la plataforma y tú debes prestarte a llenar tu página. Ellas cobran por publicidad y tú pones tu trabajo sin condiciones. Cobras en seguidores, me gustas y ego. Puedes ganar dinero colaborando con marcas pero, para mí, eso es bajarse los pantalones que ya tienes en las rodillas».

Tierra de mujeres

El humor (gráfico, hablado, escrito) parecía corresponder a los hombres en la era de la prensa tradicional. La barrera que limitaba a las mujeres es difícil de definir: infravaloración, un monopolio masculino del lenguaje de la risa que hacía que las mujeres no se sintieran interpeladas o habilitadas para ejercitarse en este campo… Pero hoy buena parte de las viñetistas exitosas son mujeres. Había un gran público (masculino y femenino) esperando otra lectura de la realidad.

Algunas viñetistas preguntadas, rechazaron hablar directamente de este cambio (señalar la irrupción de mujeres puede hacer que muchos aprovechen para decir que su potencial no es natural sino político, producto de una especie de discriminación positiva). Y no: simplemente, es normal que haya más mujeres.

 

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Una antología muy incompleta

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Flavita Banana:

«Esta nueva hornada publicamos en internet, y eso supone tener un feedback del público. Nos frenamos a la hora de explotar el sentido del humor por culpa de la reacción del público. Si el espectador no pudiera dar su opinión, entonces tendríamos unas viñetas de una calidad humorística increíble. Calidad moral ya no puedo asegurarla».

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P8ladas:

«Las viñetas hacen más daño en las conciencias que muchos discursos. Quizá porque son más rápidas: captas el mensaje de un vistazo. El humor ayuda a eliminar barreras, hace que entiendas al otro aunque no compartas su opinión».

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La Prados:

«Veo que lo estético ha pasado a un segundo plano. No tienes que “saber pintar”, sino comunicar, dar en el clavo, hacer que la gente empatice. Ahora, lo que se dice es más importante que el cómo: un trazo rápido, irregular, con mensajes claros y sencillos».

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Sergi Moreso:

«Nos creemos nuestras propias mentiras. Hacemos trampas jugando al solitario. No creemos en el aburrimiento ni en el error, ni en la soledad… Nuestra generación está un poco perdida en cuanto a lo de ser uno mismo. Defendemos a gritos el derecho a ser diferentes, pero después nos cagamos de miedo y pasamos por el aro».

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La Mandanga:

«El viñetismo del siglo XX estaba lleno de denuncias políticas. Cada vez más viñetistas hablan en primera persona y cuentan sus experiencias personales. La era de las redes es también la era del ego, y no lo digo despectivamente. Hoy hay voz para múltiples puntos de vista y colectivos».

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Morbix:

«Creo en un futuro con un humor igual de ácido, negro y agresivo que el que conocemos, pero con otra visión o percepción del creador más deconstruida, más feminista, menos racista y casposa; menos previsible. Uno debe abrirse en canal y descifrar el porqué de estar haciendo ese chiste, viñeta o broma».

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Adelaxd:

«Me gusta dibujar sin floritura; no quiero distraer. Hago los ojos grandes porque son la entrada al cerebro, la boca normalmente está ausente porque al hablar mentimos o adornamos… Suena premeditado, pero acabo de deducirlo. Normalmente, todo me sale directo, sin pasar por el filtro de lo que me viene bien o mal decir».

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Pato B Guay:

«Me parece básico observar la realidad con ojos de punky para que no te la cuelen. La terrible actualidad es la que más inspira y nos mueve a crear. Yo saco de ella gran parte de mi ira. Pero no trabajamos para el New York Times (por desgracia), no tenemos jefes en Instagram, tenemos suerte de poder hablar de lo que nos salga del c***».

 

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1 Comment ¿Qué opinas?

  1. No voy a leer el artículo, lo siento. Pero a la viñeta sí le he prestado la suficiente atención y, bueno, quizá entre en un periódico como el País, o el New Yorker algún día…

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