En la calle 50 de una ciudad sin nombre hay un hospital especializado en numeratomía. El doctor Massif pasa ahí consulta a los dígitos enfermos. Los guarismos no distan tanto de los humanos. Su naturaleza es común. Tienen músculos, huesos, fascias y tendones. Igual que un individuo al uso. Nadie lo supo hasta que un día el fundador de esta ciencia lo descubrió y empezó a ver que su forma, su composición y su estructura eran idénticas a las humanas. «Los números», detalla Massif, «podrían tener cualidades físicas como elasticidad, fuerza y resistencia».
Hasta ahí alcanza la ficción de este relato. A partir de aquí, ese hospital no existe y Massif nunca ha tratado a un paciente. Es diseñador y ha dibujado estos números como si fueran seres vivos. Lo hizo sobre el recuerdo de las láminas de las consultas antiguas y suplantó los brazos y las piernas de esos pósteres por un 7 y un 2. En realidad, todo se trataba de otra ciencia inventada de la que habla cada mes la revista Yorokobu: la numerografía.