Dentro de solo treinta y cinco años, para alimentar a toda la población mundial hará falta un 70% más de comida que ahora. Los océanos son el gran almacén con el que la humanidad podrá cubrir esta demanda ingente, ya que la pesca tiene mucho menos impacto medioambiental que la agricultura y la ganadería y puede proporcionar comida nutritiva a 700 millones de personas cada día. Pero esto será así siempre que no se sobreexplote este medio, que se haga un consumo sostenible del mismo que permita la regeneración de estos animales extremadamente productivos y resistentes —pero no invencibles—. Hay que garantizar unos mínimos básicos para que los peces puedan «compensar las ausencias».
Oceana, la principal organización que vela por la conservación de los océanos, negocia con cada país por separado para asegurar la pesca del futuro. Sus principales objetivos son proteger los hábitats, establecer cuotas basadas en información científica y reducir el número de «descartes» desperdiciados. Para conseguirlos, ha puesto en marcha el proyecto «Save the oceans, feed the world».
LA CAMPAÑA PACIENTE
Jorge Martínez, el creativo que ideó la campaña «Pastillas para el dolor ajeno», lleva dos años fraguando esta campaña de la mano de Oceana y con la ayuda de otras muchas mentes. «Es un reto tan ambicioso que a veces uno se pregunta si la comunicación es una herramienta suficiente para lograrlo», dice.
Comprendió que Oceana estaba haciendo un buen trabajo negociando con los gobiernos para conseguir legislar en materia pesquera. Pero supo que la cosa no podía limitarse a la política. Ni siquiera a la industria pesquera, que siempre estará sujeta a unos objetivos económicos. El foco tenía que estar en las personas, en los consumidores finales. «No nos damos cuenta del enorme poder que tenemos. Comprar pescado o elegirlo en un restaurante es un acto político y social».
Así que se propuso transmitir a las personas ese conocimiento que necesitaban. «A la gente le falta información. Queremos empoderar a la sociedad con educación, que es el gran arma que tiene la humanidad y lo que le da capacidad de luchar».
Al contrario que otras organizaciones medioambientales, más basadas en preservar y proteger, esta campaña incita a que la gente consuma pescado. «Parece un mensaje divergente pero no es así. A veces protegemos espacios por su belleza o por especies que están en vías de extinción, pero Oceana plantea una visión muy novedosa: transmite que hay un motivo poderosísimo para conservar los océanos, que es la gran fuente de alimentación que suponen para el futuro del planeta». Con este mensaje práctico pretenden llegar no solo a las personas concienciadas con la ecología, sino a otras muchas.
¿QUÉ PUEDO HACER YO?
Todas las personas pueden hacer algo por esta causa, según Martínez. Por ejemplo, pueden elegir pescados pequeños (sardinas, anchoas, boquerones…), que son las principales «víctimas» de los descartes. Estas variedades, conocidas como «pescados de forraje», son imprescindibles para la correcta renovación de los ecosistemas marinos. Aunque se pescan en grandes cantidades, apenas se encuentran en los restaurantes porque son utilizadas más bien para producir harinas y aceites de pescado que se usan después para alimentar salmones, pollos o cerdos.
No hay que confundir estas especies de pequeño tamaño, cuyo consumo es recomendado, con los alevines de especies de un tamaño mayor, cuyo consumo debemos evitar, un mensaje que propagó la campaña «Pezqueñines no» durante los años 80 y 90 con una notable efectividad. Aunque es inevitable que algunas personas entiendan mal aquella campaña y piensen que deben evitar cualquier pez pequeño «porque no explicó bien la diferencia entre pequeño de tamaño y pequeño de edad, y eso hizo mucho daño», Jorge Martínez ve el lado bueno de la misma: «Una campaña como aquella nos puede dar a entender la eficacia de la comunicación. Consiguió que un país entero cambiara sus hábitos de consumo».
Los consumidores también pueden ayudar eligiendo pescado salvaje y no de piscifactoría (que consume muchos más recursos), y evitando el pescado obtenido con prácticas abusivas como las redes de arrastre. ¿Cómo puede saber alguien que lo que compra no proviene de prácticas abusivas? «Cada vez tenemos más información y la trazabilidad es mejor. Por ejemplo, Oceana tiene un acuerdo con Google para localizar los barcos pesqueros y que los consumidores sepan dónde ha sido pescado su producto». Pero no hace falta llegar a tanto: basta con aplicar el sentido común. «Para que en Cádiz puedas comer salmón en un menú del día o en Donosti pongan en una escuela pescados del Pacífico, tienen que haberlos producido en piscifactorías».
La gente sabe que el pescado es bueno, pero no sabe que hay pescados mejores que otros ni que hay piscifactorías «buenas» (por ejemplo, las de moluscos) y piscifactorías «malas» para el planeta: «esas granjas que para crear un kilo de salmón necesitan tres kilos de harina de pescado hecha con el mejor pescado del océano; que desaprovechan ese diamante, ese oro».
VEINTE CHEFS PARA APRETAR EL GATILLO
Para trasladar este mensaje al ciudadano medio, se organizó un encuentro sin precedentes: el pasado 17 de marzo, veinte chefs de los mejores restaurantes del mundo se citaron en el Basque Culinary Center de San Sebastián para «dar un mensaje al mundo» y anunciar que a partir del día 8 de junio, Día Mundial de los Océanos, ofrecerán en sus restaurantes más platos elaborados con pescados pequeños.
«Los chefs viven una época dorada: nunca habían tenido tanta notoriedad ni habían sido tan respetados», asegura Martínez, que ha vivido muchas experiencias relacionadas con la gastronomía que le han permitido conocer a estos cocineros y saber cómo trabajan. «Son gente muy implicada con lo que hacen. Son conscientes de la responsabilidad que tienen como creadores de tendencias». Al igual que en el mundo de la moda nos fijamos en lo que ocurre en las pasarelas, los consumidores y los cocineros se fijan en lo que hacen los expertos a los que admiran y respetan. La campaña continuará con la realización de acciones en cada uno de los países de esos chefs.
Esta élite culinaria funcionará como «avanzadilla»: se espera que los sigan otros muchos. «El objetivo es que, dentro de un par de años, ese cocinero que prepara menús de siete euros en su barrio y que no sueña con estrellas Michelín pero por cuyo restaurante pasa cada día mucha gente entienda bien todo esto». Así que ese encuentro de chefs no fue el final de un camino, sino más bien el comienzo de otro mucho más largo. «Aunque en publicidad no sea frecuente que un proyecto tenga un periodo de gestación de dos años y un periodo de implantación de cinco o seis años».
LA PROTEÍNA PERFECTA
Si se consigue cambiar estos hábitos, esto no solo repercutirá en los recursos disponibles de las generaciones venideras, sino que los ciudadanos podrán ver una incidencia a corto plazo en su salud, ya que el pescado y el marisco son la principal fuente de ácidos esenciales grasos omega-3, que el cuerpo humano no puede generar por sí mismo. El pescado es «la proteína perfecta» porque reduce los niveles de obesidad, cáncer y enfermedades cardíacas en comparación con la carne roja. Todo eso lo explica Andy Sharpless, el CEO de Oceanía, «de una manera muy didáctica y muy poco apocalíptica» en el libro The perfect protein; cuyas enseñanzas son el eje central de la campaña y el motivo principal de que Jorge Martínez se involucrara en el proyecto: «cuando fui a Washington a presentarles ideas, les dije que su mejor gabinete de comunicación y su mejor campaña era ese libro».
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El libro está disponible en digital, acompañado de recetas de los chefs; y a partir de sus enseñanzas se ha realizado también este hermoso documental.
Save the Oceans, Feed the World event documentary from Oceana on Vimeo.
El océano no se salva en dos días
