En 2015, mientras cursaba el Máster de Diseño de producto en el IED de Madrid, a Jorge Penadés le propusieron un ejercicio: poner en marcha un proyecto cuyo punto de partida fuera algo realmente importante para él desde un punto de vista cultural: algo que hablara de sus orígenes, de su tierra, de su imaginario personal. Jorge, como malagueño que había vivido en Jaén, con familia de ebanistas y muy interesado entonces en el mundo del mobiliario, supo inmediatamente que investigaría sobre la madera de olivo y la industria del aceite de oliva.
Ese fue el origen de Olea europaea, una investigación que analizó la repercusión de la industria del aceite de oliva en los países mediterráneos y que le hizo descubrir muy pronto con cierto horror que en los campos de olivos de nuestro país se había producido un pequeño genocidio arbóreo a consecuencia del progreso técnico del que casi nadie sabía nada.
Tradicionalmente, las aceitunas se habían recogido vareando el árbol, golpeándolo con palos muy largos para hacer que las olivas se desprendieran y cayeran al suelo, donde las recogían. Pero la industrialización del cultivo y la recolección hicieron necesaria una disposición de los árboles mucho más ordenada de la que tenía lugar en los campos de olivos centenarios.
Se necesitaba que formaran una cuadrícula perfecta para que las nuevas máquinas pudieran circular entre ellos y recoger sus frutos de manera automática, rápida y eficiente. Eso provocó que, especialmente durante los años 80 y 90, comenzasen a arrancarse los árboles viejos colocados de forma casi aleatoria en las fincas y se plantaran otros siguiendo las nuevas necesidades de la técnica.


«Arrancar esos árboles no fue tarea sencilla», explica Jorge. «Se necesitaron grúas y grandes tractores porque sus raíces eran enormes. Suelen representar en torno a un 70% de la superficie total del árbol y aquellos tenían siglos de antigüedad. En muchos casos, el cepellón del árbol tenía el tamaño de un coche».
Los troncos de aquellos olivos se utilizaron en la creación de mobiliario, pero con las raíces la cosa era diferente. «A la industria maderera nunca le han interesado las raíces de olivo», se lamenta el diseñador.
«A ningún carpintero le gusta trabajar con ella porque crece de forma muy caótica y retorcida, albergando en su interior tierra y piedras. Esto provoca que no se puedan sacar de ella piezas o tablones limpios de gran tamaño y que exista la posibilidad de que las piedras destrocen las cuchillas y provoquen averías en la maquinaria de los talleres. Pero a nivel técnico y mecánico, es un material que funciona muy bien. Tiene unas propiedades muy particulares. Te permite, por ejemplo, trabajar con grosores muy delgados, ya que es muy densa; y estéticamente tiene una personalidad muy definida».


«En Andalucía, esa madera se ha utilizado tradicionalmente como leña», cuenta Penadés. «Los espetos de Málaga [las sardinas asadas en la playa que se pinchan en un palo], se cocinan siempre con madera de olivo, que tiene un olor particular y les aporta un carácter muy especial».
UN PROYECTO ETERNAMENTE PENDIENTE
Tras graduarse en 2015, Jorge puso en marcha su propio estudio de diseño en Madrid al que bautizó como Oficina Penadés. Allí comenzó a trabajar en proyectos de mobiliario, diseño de interiores y arquitecturas efímeras para marcas y clientes privados. Pero su pequeña obsesión por la raíz de olivo siguió intacta.
«Durante todos estos años, siempre he intentado que algún cliente se interesara por utilizar ese material, pero resultaba demasiado caro. La dificultad de trabajarlo y de encontrar a alguien que se atreviera con él hacía el resto», recuerda Penadés. «Además, con el paso de los años, cada vez resultaba más difícil encontrar esta madera, porque ya no se arrancan tantos olivos y las partidas que se encuentran llevan más de 20 años secándose».
Finalmente, tras siete años de búsqueda de algún interesado, uno de sus clientes se atrevió a dar el paso: la marca de calzado mallorquina Camper, que, a través de su proyecto Camper Together, le encargó crear una tienda efímera, aunque transportable y reutilizable, que se inauguró hace unas semanas en las Galerías Lafayette de París. «Había llegado el momento. Todo se alineó para hacerlo posible», explica Jorge Penadés. «Encontramos la madera ya cortada y a un carpintero dispuesto a trabajarla».
UN PROYECTO SOSTENIBLE Y REUTILIZABLE
El diseño que ideó Penadés consiste en una pop-up store adaptable y reutilizable. Está formada por una serie de taburetes de madera de raíz de olivo con forma dodecagonal que tienen una doble función: elemento expositivo donde presentar el calzado y asiento donde probárselo. Los taburetes son apilables para poder ser transportados más fácilmente y reutilizados en otros proyectos o tiendas.
Por otro lado, fabricó tres cubos forrados de espejos en los que los clientes pueden ver cómo les quedan los zapatos. Pero, al tener dos puertas que permiten acceder a su interior, también funcionan como contenedores de los taburetes para así poder ser almacenados y enviados a otra ubicación donde se quiera montar la pop-up. Un sistema destinado a reducir al mínimo los residuos y la huella de carbono.
«Los taburetes eran perfectos debido a que con la madera de raíz de olivo no puede hacerse piezas muy grandes», explica. «Por otro lado, me interesaba mucho minimizar el impacto medioambiental de todo el proyecto, y los cubos de espejos de un metro por un metro permitían transportar toda la tienda con mucha facilidad en tres palés, además de aportar una gran versatilidad».
Gracias a eso y a su decidida búsqueda de la simplicidad, el proyecto funciona, según explica Jorge Penadés, «como un homenaje al ingenio ante la adversidad de la cultura mediterránea: una cuidadosa selección del material, la multifuncionalidad de sus elementos, la reutilización constante y un gran respeto por el medio ambiente». Y tendrá, según asegura el diseñador, más encarnaciones en los próximos años.