Pasarán más de mil años entre un hombre y una mujer, y habrá secretos entre los dos: secretos que no lo son: cosas sin drama que se callaron porque no hubo oportunidad para decirlas. En la serie Olive Kitteridge hay un ejemplo de estos secretos tontos, inocuos, pero sorprendentes cuando salen a la luz.
(Un spoiler sobre una anécdota).
El secreto que no es tal surge durante una cena: el matrimonio de Olive y Henry tiene como invitado al matrimonio de Denise y su marido (otro Henry). El Henry invitado pregunta al Henry anfitrión si caza:
Olive sonríe. Después de veinte años, su apocado marido, soso como el agua, la ha sorprendido. (Una revelación que calienta a Olive, mostrada hasta entonces como una esposa fría).
El diálogo es sencillo y perfecto (demuestra el oído del guionista): refleja una realidad de muchas parejas tras años de convivencia. En los comienzos, las parejas hablan de un millón de cosas, pero ninguna persona hace un inventario de sí misma. Las cosas se saben por preguntas cruzadas o porque la situación anima a hablar. Y Henry no encontró la oportunidad de hablar como olfateador de heces (Olive no caza y es posible que su padre no fuera cazador).
Con los años la comunicación se reduce: parece que todas las preguntas han sido hechas; todos los secretos revelados (los importantes y los anecdóticos). Lo que está oculto sale cuando nuevos conocidos hacen nuevas preguntas. ¿Quién no ha dicho u oído: «ahora me entero de que tú…»?