Clásica, internacional… y con conciencia social. Así podría describirse la cocina de Ovillo, el restaurante del chef Javier Muñoz-Calero. No son los únicos rasgos diferenciadores de este negocio. En Ovillo todo es creación de Javier. Él escogió el local, supervisó la reforma, concibió la carta y seleccionó los vinos. Hasta el horario —el restaurante cierra dos días por semana— fue una decisión del cocinero para poder conciliar la vida profesional con la personal y dedicar más horas a sus hijos.
Muñoz-Calero llegó a la cocina porque la dislexia complicó mucho el camino en sus estudios. Pero, a pesar de las dificultades, el chef se considera afortunado y privilegiado. Y pensó que había llegado el momento de devolver a la vida todo lo bueno que le había dado.
Cuando estaba dándole vueltas a como hacerlo, la suerte hizo que se cruzara en su camino la Fundación Raíces y sus patronos, Nacho de la Mata y Lourdes Reyzábal. Fueron ellos quienes les hablaron del proyecto Cocina Conciencia, que había nacido en 2010 para insertar laboralmente y formar en restauración a jóvenes en situación de vulnerabilidad y exclusión social que carecen de referentes familiares adultos.
«Se trata de jóvenes españoles y otros que llegaron solos a España cuando aún eran menores, esos a los que se les ha criminalizado llamándoles menas, que no son más que niños y niñas que llegaron a nuestro país, muchos de ellos forzados a huir de sus hogares y otros simplemente buscando una vida mejor», señala el chef.
La historia de este chef y de su restaurante es lo que nos cuenta Ximena Arnau en este artículo.