La creatividad en Instagram se llama Pablo Rochat. Este artista gráfico de 29 años, crecido en la ciudad de Atlanta (Estados Unidos), lleva dos años componiendo ingenios visuales que sobrevuelan el ruido fangoso de la red social y se posan, livianos, sobre la sonrisa de sus seguidores. Un chute de alivio en el foco de la ansiedad.
«¿Soy la persona más creativa de Instagram? Lo dudo, nadie puede adjudicarse ese título», zanja el artista. Con cetro o sin él, Rochat acumula seguidores renunciando a la habitual moneda del narcisismo. En su lugar, ofrece un universo visual lleno de emojis que cobran vida en forma de gifs, chistes ocultos en secuencias de imágenes, Stories convertidas en juegos táctiles, memes interactivos.
Rochat está hackeando Instagram. «A menudo me pregunto por el trabajo que hago. No tengo claro cómo definirlo. Para simplificar, diría que me gusta jugar con temas y materiales populares y cotidianos. Mi objetivo pasa por transformar lo familiar en experiencias divertidas, extrañas y sorprendentes para el usuario», resume a Yorokobu, evidenciando que pertenece al selecto grupo de adultos que juegan a edades tardías y logran rentabilizar la puerilidad; un poco al estilo de deportistas, actores o actrices y músicos.
Últimamente, este artista gráfico se ha centrado en fabricar Stories jugables: pruebas de precisión en las que el usuario sostiene un elemento de la pantalla (la cola de un burro, por ejemplo), y lo fija donde le indican. Los viejos minijuegos de habilidad reescritos con retórica trash extraída de Internet. «Me fascina todo lo que es popular en internet, cómo la red está influenciando la cultura y la forma en que la gente habla de ello. Internet es una fuente de inspiración gigantesca, desde los vídeos random de Youtube a los viejos diseños que pululan por la red», agrega.
Rochat vuelca algunas de sus mejores ideas en Instagram, pero no todas. Recuerda con especial cariño una intervención callejera sobre una campaña de Apple. Fue con motivo del lanzamiento de un nuevo móvil: la marca pretendía promocionar las virtudes de su cámara a través de selfis pegadas en distintos soportes; las fotos, claro, eran todas ideales. Sin embargo, Rochat y su amigo Fabio Benedetto añadieron junto a las fotos originales una serie de selfis más realistas (y feístas).
«Llevo varios años trabajando en publicidad y siempre me ha gustado hacer bromas tanto de la industria como de las grandes marcas involucradas. Hay marcas a las que es muy fácil trolear, especialmente aquellas que intentan mantener una imagen de elegancia, de modo que Apple es un objetivo perfecto para la chanza», comenta el artista.
La campaña-troleo contra el mundo estilizado de Apple generó escaso impacto al compararla con otra iniciativa posterior, la aplicación Lick This. Rochat. Junto a su compañero Chris Allick diseñaron una app que buscaba –y busca, aún es descargable– servir de ayuda para mejorar la técnica del cunnilingus.
La cosa va así: en la pantalla aparece un interruptor que el usuario debe encender y apagar tantas veces como sea posible. Este coloca el móvil frente a su boca, enfila el interruptor y lenguetea espasmódico dejando la pantalla llena de babas. Se supone que de ese modo mejorará sus prestaciones bucosexuales.
El invento apareció en el late night de Seth Meyer y, sin entrar a valorar la simplicidad que asigna al orgasmo femenino, añadió un giro a la relación explorada por Spike Jonze en Her. Ya no es amor sin sexo lo que se cuece entre tu móvil y tú; ahora se llama sexo sin amor. Lamer la pantalla sin un mísero te quiero de por medio. «Con este proyecto intentamos reírnos de la tecnología y de nuestra obsesión por los teléfonos móviles», resuelve su autor, que en los últimos tiempos trabaja –entre muchos proyectos– en el laboratorio creativo de Tinder.
La publicidad es un terreno fértil para el talento de Rochat, pues ahí puede jugar con piezas cortas en multiformato sin las estrecheces de un presupuesto exiguo. Es un campo de pruebas inmejorable; sin embargo, suele ocurrir, él mismo lo explicó en el HuffPost, que el 99% de la publicidad toma decisiones un tanto aburridas debido a que «las agencias están limitadas por clientes reacios al riesgo».
En su caso, el estilo y el riesgo son innegociables. «No todas las marcas están dispuestas a contratarme, pero si alguna se me acerca, generalmente lo hace porque entiende mi estilo lúdico», explica a Yorokobu, y aprovecha para citar algunos de los referentes que han moldeado su ingenio: «Tengo innumerables referencias creativas y nombrarlas todas es imposible: el abanico de inspiraciones va de Michel Gondry a los creadores de Jackass».
Volviendo al tema del riesgo, hay una sola cosa que atemoriza al creador de Atlanta: quedarse sin ideas. En la actualidad el ritmo de su producción no decae. Abastece a sus seguidores casi a diario con pequeñas joyas visuales que contribuyen a fomentar cierta dependencia. La dosis del día. Siempre puntual.
No obstante, llegará un momento en el que las ideas se tornarán escurridizas, y es ese escenario el que le provoca sudores fríos: «Claro que tengo miedo a quedarme sin ideas, es una lucha constante. Hoy por hoy supero los bloqueos yéndome a la cama y levantándome fresco al día siguiente».
Pero ¿qué pasará mañana? En realidad, no importa. En Instagram, como en la vida, el futuro es ahora.