En tiempos de flexiveganos (veganos que comen carne cuando les da la gana) y de carnívoros comedidos que llevan una agenda de los filetes que pueden trincarse a la semana, ha surgido, imponente, una nueva modalidad, el vagano: «que no come nada por la pereza de tener que preparárselo».
La definición de vagano apareció en Twitter, y por los más de 7.000 retuits que ya lleva, se podría pensar que era un término necesario. Por dos motivos: hay quien se identifica con él y quien cree que conoce a alguno que no se unta en la cocina.
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El hallazgo fue de Alisando León. Él unió las palabras vegano y vago para inventar el neologismo que describe al vago para cocinar. Fue un día «en el que no tenía ganas de hacerme nada de comer, pero todo lo que había en la máquina de la cafetería era un poco cochambroso», cuenta. «Ya ves cómo surgen las palabras…».
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Desde hace unos años Alisando León y su compañero Paco Sánchez bastardean palabras y las publican en Twitter, Instagram y Facebook. Lo llaman así; utilizan un verbo que el diccionario de la RAE define como «apartar algo de su pureza primitiva» y que, para ellos, expresa además un «ingenio repentino».
No hay un trabajo meticuloso detrás de este director de arte y de este instalador de ADSL que inventan nuevos vocablos por mero placer. Las palabras bastardas, como las denominan, surgen de forma repentina; como si les cayeran encima; como un rayo de tormenta. «Pueden aparecer en cualquier momento. De pronto, cuando estoy leyendo. En la ducha, caminando por la calle, al despertarme, mirando un letrero…», explica Alisando León.
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Hay días que las noticias dirigen la inspiración. Ocurrió, por ejemplo, el día del comité general del PSOE del pasado mes de octubre. De aquel encontronazo entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, Alisando León sacó la voz aferrazse: «no soltar la secretaría del PSOE a PPsar de las circunstancias». De una vez en que el ISIS volvió a atentar apareció el califlato («malestar abdominal producido por un sobresfuerzo en reconquistar Al-Andalus»).
Hoy, en su ficcionario (propuesta bastarda de Yorokobu para definir su diccionario), hay más de 1.500 términos. «No descartamos publicar un libro», indica Alisando León. Y puede que para ello solo queden los detalles. A la espera están las palabras bastardas, en esta época peliaguda («vello capilar tan afilado que te pincha y te hace gritar como una soprano»), y un dicho eterno bastardeado para convertirse en el título de la obra: «Todos los cominos llevan aroma».
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