En las aldeas remotas de Cuba aún se utilizan palomas mensajeras. Durante las últimas elecciones municipales del pasado mes de noviembre, solo en la provincia de Guantánamo se emplearon 400 palomas para «asegurar el envío de los partes desde asentamientos intrincados», según el presidente de la Federación Colombófila de la provincia. Guantánamo está en el extremo oriental del país, donde los vientos alisios se estampan contra las montañas del norte; de los 10 municipios que tiene, seis solicitaron palomas para el proceso electoral.
Después de la votación, las engancharon los informes y las aves volaron a casa de sus propietarios que, diligentemente, llevaron los resultados a las diferentes comisiones electorales. Sin embargo, el uso generalizado de estas aves domesticadas tiene otros usos.
«Es un medio de entretenimiento», sostiene Rafael González, secretario de la Sociedad Colombófila de la provincia de La Habana. «Es mi pasión y me relaja. Anoche estuve hasta las once de la noche en el palomar. Allí entreno a las palomas, les doy medicinas, les quito bichos, les reviso la garganta, les veo comportamientos o hago cruces entre ellas». Rafael es un hombre hablador y apasionado que habla en la sede de la delegación de La Habana, en el descascarillado Centro Habana.
En casa tiene 100 palomas con las que compite durante la temporada que comienza en julio. El campeonato nacional está compuesto por 17 vuelos de tres categorías diferentes y comienzan con una suelta: lanzan al aire, como si arrojaran un puñado de polvo, destino a sus casas. Los vuelos en este país alargado son de hasta 920 kilómetros. «Y porque se nos acaba la isla», intermedia Inés Barros, trabajadora de la sociedad.
La paloma de Gabriel Font completó el casi millar de kilómetros, desde Maicín hasta La Habana, en el pasado mes de junio, en 13 horas y 25 minutos. El joven palomo de seis meses logró el primer puesto en un día lluvioso, tropical, en el que tuvo que esquivar los aguaceros. Tras la hazaña, bautizaron a la paloma como el sapo. En Cuba, las circunstancias, como las tribus indias de Norteamérica, definen los nombres: así encontramos aves ganadoras llamadas tiburón, torpedo, el taxi, el cañón o la princesa, aunque las anécdotas en la isla desbordan la imaginación.
Gabriel se mueve alegremente por Centro Habana bajo una gorra dickensiana; su vida está entre la sociedad de colombofilia y su casa, donde cuida de 200 palomas entre aves de competición y de reproducción. Tiene 36 años y siete hijos con diferentes mujeres, pero de eso me entero después de una broma.
«¡El mayor reproductor es él!», había dicho alguien con esa sorna habanera, así que pregunté a qué palomo se referían: a Gabriel, de cuyos siete hijos —con siete mujeres— cinco son varones y se llaman –sí– Gabriel. Él, entre una risa ahogada en la timidez, dice que ya no quiere más hijos, que son suficientes, que está centrado en las palomas: «A veces, cuando no estás en el palomar ya no te sientes bien».
Las palomas mensajeras se han utilizado en guerras y catástrofes; han salvado a personas y han llevado mensajes en las dos grandes guerras del siglo XX, aunque ya desde el siglo XIX, durante la guerra franco prusiana, los parisinos empleaban las aves para enviar mensajes, así que los alemanes soltaban halcones para neutralizarlas.
En Cuba, un país anclado en el tiempo, la colombofilia lleva más de un siglo injertada en la isla, y la Sociedad Colombofilia de La Habana fue fundada en 1900. Un grabado en el suelo de mármol de su sede así lo recuerda. En la azotea, una partida de palomas en cuarentena espera ser trasladada a México: su venta, en el mercado cubano, ronda los 150 pesos cada una, aunque una paloma ganadora puede cotizarse por 150 dólares. Lejos, astronómicamente lejos, quedan esas cifras que pagan los pudientes por sus caprichos. Recientemente, un aficionado –y millonario– chino pagó medio millón de euros.
Como esta delegación, hay 14 más –una por provincia— que suman 9.000 licencias, aunque 9.000 aficionados más esperan que el país abra las compuertas para legalizar su afición. «Pero el Estado no tiene prisa. Por eso mucha gente hace colombofilia ilegal, al margen de la federación», explica Antonio Suárez, socio de honor de la sociedad. «El Estado subvenciona la comida de las palomas y mantiene a la gente tranquilita, sin pensar en cuestiones raras».
Entre esa alimentación subvencionada, los límites también aprietan. Mientras que en Europa se las mima con decenas de alimentos, en Cuba comen solo maíz, trillo y guisantes. Inés Barros saca un cuenco con perdigones amarillos: guisantes.
–¿Guisantes?
–Del tiempo de los cartaginenses– bromea Antonio.
Antonio, setentaytantos años, es también presidente de la Federación de Canarias y uno de los grandes surtidores de material de Cuba. Vive en la isla de Gran Canaria y viene a Cuba a colaborar con los aficionados trayendo material –palomas, cientos de relojes manuales que ya no se usan en Europa, dando consejos y donando trofeos–. Todos los años, desde Santiago hasta La Habana, recorre el país a través de las delegaciones provinciales, aunque la primera vez que llegó a Cuba eran otras las razones las que le trajeron.
En aquel viaje acabó en la capital del país y preguntó en la calle por la sociedad colombófila. Un hombre, sorprendido, le respondió: «¿Colombofilia? ¿Lo de las palomas? ¿Eso que los médicos mandan a los que están chiflados?».
Así llegaba Antonio a este edificio desconchado en una calle desconchada de una ciudad desconchada. «Al no haber desarrollo», reflexiona, «se dedican a la cría de palomas». Aquella primera visita fue en los años 90 y Cuba estaba inmerso en el Periodo Especial tras el derrumbe del bloque soviético.
Al colombófilo canario le invitaron a una humilde casa en Pinar del Río, una especie de almacén con un pasillo donde las habitaciones estaban separadas por telas: en cada alojamiento vivía una familia. Después siguió a su anfitrión y le llevó al palomar de la casa. Antonio se quedó impactado, ya que las palomas estaban en mejores condiciones que ellos. «Ellos podían pasar hambre», explica, «pero las palomas no».
–¿Y qué ves aquí que no ves en Canarias?
–El entusiasmo y sacrifico de esta gente. Venimos por amistad, por ayudar, y nos sirve de vacaciones. Pero también nos aporta cosas: hay palomas cubanas muy buenas, aunque al tener esa consanguinidad se han quedado lentas; pero siguen siendo válidas. Nosotros hemos traído algunas palomas y al cruzarlas han mejorado.
Las últimas palomas que llegaron a Cuba, procedentes de Centroeuropa –Bélgica y Holanda son la meca de este deporte– fue en los años 60 y la sangre quedó encasquillada en una endogamia que ha impedido mayor diversidad genética. «Esta gente pensó que, como con la Revolución todo es gratis, las palomas también lo eran. Al final nadie pagaba nada y no vinieron más palomas», dice cariñosamente delante de los demás.
A la maltrecha economía cubana y las dificultades para desarrollar un deporte que exige la continua inyección de dinero y tiempo, las infraestructuras en las competiciones pellizcan aún más los recursos: el traslado de las aves hasta los lugares de los que salen. En los viajes largos, un camión con las jaulas apiladas sale con tres días de antelación, aunque al menos, dentro de la isla las complicaciones son menores que en el extranjero, como lo que sucedió a la delegación de Cuba en las Olimpiadas de Utrecht en el año 2000.
El equipó llego con unos días de antelación y antes de comenzar la competición ya habían agotado la asignación que llevaban para la comida. Juancho, un canario que fue a Holanda a competir, llevaba ahorros para comprarse un reloj, pero desechó la idea y empleó el dinero en cubrir la manutención de toda la delegación hasta que se fueron.
Dentro del país, los problemas –siempre—regresan. Por ejemplo, durante las carreras desaparecen un tercio de las palomas por el camino. En cualquier lugar del mundo las aves depredadoras, los cables de alta tensión y el cansancio confabulan para derrotar el empeño de las palomas en regresar a casa. En Cuba, sin embargo, a esas amenazas se añade la zarpa humana.
«Es mal utilizada por gente sin escrúpulos, para el folclore y la brujería, y hemos perdido buenos ejemplares», dice Adilson Alarcón, 47 años y profesional de la paloma desde hace seis meses. Para él, confiesa, sus 500 palomas han sido un escondite. «Cuando uno tiene mucho estrés», se justifica, «las palomas te pueden salvar de un infarto: te olvidas del mundo».
Los rituales religiosos de la santería emplean el sacrifico de animales y las palomas son uno de los objetos más preciados, así que es más fácil cazarlas con trampas que comprar en esas tiendas en las que el escaparate anuncia «animales para afecto humano y religión», como reza un cartel de una de estas tiendas en Regla, al otro lado de la bahía.
En Canarias, con grandes lazos con el país caribeño, hay un gran número de devotos de la religión yoruba, por lo que también existen rituales. Antonio cuenta una anécdota y la sangre le hierve, aunque es ese enfado que suena tan lunático que uno no se puede sino reír. Porque en Canarias, dice, «también los hay fronterizos».
Un amigo suyo tenía leucemia y acudió a un babalao (sacerdote yoruba), del que había oído que curaba a enfermos. El babalao era un cubano parlanchín que vivía en Gran Canaria y abrió una fosa en la tierra. «Lo acuesta en pelotas en la fosa, muriéndose», continúa Antonio, «mata a una paloma y le echa la sangre por encima. Y le dice a la hija, que está de muy bien ver: “Le falta fuerza, le falta fuerza, necesito hacer el amor contigo para tener la fuerza de la juventud para salvar a tu padre”».
Y la hija, asustada, accedió.
«Para que veas la ignorancia mayúscula», sentencia Antonio que, ante las risas que resuenan en la sociedad colombófila recuerda que se lo había contado la propia chica cuando la llevaba al aeropuerto mientras él, alucinado, se daba cabezazos contra el volante.
El padre murió poco tiempo después y Antonio, custodiado por los altos techos de la sede colombofilia de Centro Habana, grita: «¡Pero cómo coño te crees que teniendo leucemia… se va a morir de todas maneras!». Y su enfado queda sepultado por las risas de los demás.
SALUDOS DESDE CUBA,SOY COLOMBOFILO DE SAGUA LA GRANDE EN VILLA CLARA,MUY BUENAS HISTORIAS DE LAS PALOMAS,ACA EN MI MUNICIPIO TAMBIEN LAS PALOMAS ESTUVIERON ACTIVAS DURANTES LAS VOTACIONES Y CUMPLIERON SUS MISIONES,TENGO MUY BUENOS EJEMPLARES DE PALOMAS MENSAJERAS Y LAS COMPETICIONES ACA EN I MUNICIPIO SON MUUY PAREJAS LO QUE HAY QUE PREPARAR BIEN LAS PALOMAS PARA LAS COMPETENCIAS,DEL SEÑOR ANTONIO LES DIRE QUE SI TODO VA BIEN, COMPARTI CON EL UN DIA ACA EN LA ENTREGA DE UNOS TROFEOS LO CUALES NO SE REPARTIERON PORQUE SE QUEMARON LA NOCHE ANTES DE LA ENTREGA POR NEGLIGENCIAS QUE EXISTIERON
YO TENIA QUE RECIBIR EL DE CAMPION SOCIAL Y NO LO RECIBI NUNCA PUESTO QUE ANTONIO PROMETIO ENVIARLOS DE NUEVO Y JAMAS ME LO ENTREGARON Y ESO HACE YA MAS DE 8 AÑOS ,TAMBIEN TENEMOS MUCHOS PROBLEMAS CON LAS ANILLAS DE PALOMAS YA QUE LA EMPRESA CUBANA COPEXTEL LE DEBE MUCHO DINERO A LA FABRICA QUE NOS FACILITA LOS ANILLOS DESDE EL 2015 Y NO PAGA
MI EMAIL – lazarai17@gmail.com
si alguien quiere contactarme aaca espero
soy coleccionista de anillas de palomas de todo el mundo,lo mismo cambio que compro que asepto regalos
Encontré una paloma mensajera de Cuba con el número 23201
Soy criador de palomas de palmira municipio de cienfuegos