«Cuando uno piensa en Jerusalén nos viene la imagen de los reyes magos, la mula, el ángel (quizás es una secuela después de haber estudiado nueve años en una escuela de sacerdotes), posiblemente nos viene una más actual, la disputa por el territorio palestino. La segregación de religiones es la base de Jerusalén. Cristianos y judíos la consideran su ciudad más importante, y los musulmanes la segunda después de la Meca. Esta segregación es explotada en la gran fiesta religiosa durante los días de la Semana Santa», explica el fotógrafo Albert Bonsfills.
«Viajé a Jerusalén con mi amigo y fotógrafo Jordi Pizarro que trabaja desde hace tiempo sobre la fe religiosa en el mundo. Yo trabajé sobre la otra cara de esta fiesta llena de souvenirs, gritos, aglomeraciones y etiquetas de dos por uno».
¿Qué es lo que más te fascinó de toda la parafernalia religiosa de Jerusalén?
Sin duda la manera con la que viven la fe algunas personas, su devoción, la paciencia que tienen por querer besar la tumba de Jesucristo (colas de hasta tres horas) y la frialdad con la que tratan a las otras religiones. Hubo hasta una pelea entre católicos cristianos y católicos ortodoxos cuando las dos se encontraron en un cruce.
A pesar de estar lleno de tiendas de souvenirs, en el centro histórico de Jerusalén sigue viviendo mucha gente…
Sí, en la vieja ciudad viven mayoritariamente judíos pero también viven musulmanes y cristianos. Es la ciudad que eligen los fanáticos religiosos por excelencia y a los extremistas no les gusta tolerar otras religiones. Digo esto porque es bastante común oír gritos y disputas entre ellos en cualquier momento del día. La ciudad está dividida por barrios según la religión pero la mezcla entre ellas es constante dado que es una diminuta ciudad formada básicamente por callejones. El roce es inevitable.
¿Había objetos a la venta que te soprendieron?
La facilidad con la que se mezclan los souvenirs en el interior de las tiendas es asombroso. En este campo es donde las religiones dejan ver su lado más moderno y creativo. Puedes encontrar de todo: las clásicas botellitas de agua bendita, cintas de video con los mejores momentos de alguna ceremonia, crucifijos de todos los tamaños y colores, ramitas de olivo, camisetas con la cara de la Virgen María del rollo heavy, coronas de espinas, bolsos de Jerusalén, cuernos de medio metro…
¿Qué te contaban los vendedores de souvenirs?
La mayoría entendían la intención de mi trabajo y no tuve demasiados problemas para fotografiarlos. Casi todos hablan perfectamente el inglés e intentaron venderme alguno de sus productos. Son empresarios que miran por el bien de su negocio y no tienen reparo en colocar banderas palestinas al lado de souvenirs para judíos. Me decían que sus negocios están siendo muy afectados por la crisis económica y también por la gran competencia que sufren entre ellos. Me dio escalofríos cuando vi que en el centro histórico de Jerusalén hay más tiendas de souvenirs que en todo Salou, Gandía, Madrid y Barcelona juntas. Una clara señal del camino que están cogiendo las religiones.
¿Tienes algo más que añadir sobre el trabajo?
Sí, me gustaría remarcar que respeto muchísimo las inquietudes interiores de todas las personas fotografiadas. Holy Souvenir es un trabajo crítico hacia la gente que intenta hacer dinero con la fe de las personas y también con los que en la religión encuentran la excusa perfecta para dañar a otros seres humanos.