Nuestro pensamiento complejo está en recesión

pensamiento complejo

Según un estudio llevado a cabo por la Universidad de Northwestern (Estados Unidos), se concluye que, por primera vez en 90 años, el cociente intelectual ha mostrado un descenso. Otros estudios europeos también hablan de que se está produciendo un paulatino estancamiento. Aunque no quedan claras cuáles son las causas directas que están incidiendo en que cada día tengamos menos dedos de frente, como se suele decir, dichos estudios apuntan a que posiblemente una nutrición deficiente, los fallos en los sistemas educativos, factores ambientales y sociales, la contaminación, la sobrexposición continuada a la tecnología, la caída de los niveles de atención y un largo etcétera pueden ser algunos de los causantes.

Pero si hacemos casos a estos estudios, ¿eso quiere decir que nuestra mente está en recesión como la economía? ¿Estamos perdiendo inteligencia? Es cierto que la tecnología nos ha vuelto más vagos. Ya sabemos que el ser humano se rige por la ley del mínimo esfuerzo. Una ley que establece que, si hay varias formas de lograr el mismo objetivo, el individuo gravitará finalmente hacia la pauta de acción menos exigente y, teniendo en cuenta esto, la tecnología nos está ahorrando muchos esfuerzos cognitivos, limitando nuestro esfuerzo. Y aunque en algunos casos liberar espacio en nuestras cabezas puede estar muy bien, en otros no tanto.

En la mayoría de los casos, estamos perdiendo la capacidad para leer grandes textos y comprenderlos. Preferimos los vídeos cortos de cualquier red social, que desplazamos a toda velocidad con nuestro pulgar. Nos cuesta memorizar, y nos preguntamos ¿memorizar con qué fin? Si todo está guardado en nuestro móvil: números de teléfonos, cumpleaños, incluso la lista de la compra, no necesitamos recordar o almacenar datos inútiles como quién era el protagonista de tal película o en qué batalla se firmó aquel acuerdo de paz; para eso tenemos a San Google, que todo lo sabe y nos ahorra mucho tiempo de rebuscar en nuestra memoria. Y mientras nuestra mente pierde sus superpoderes, nos volcamos en desarrollar la inteligencia artificial, un arma más que nos condena a no pensar, a no esforzarnos.

Pero ¿qué está pasando con la inteligencia real, la que nos viene de serie? Más allá de lo que dicen estos estudios sobre el estancamiento del coeficiente intelectual, lo que sí es cierto es que cada día perdemos más capacidad para crear y entender pensamientos complejos.

Pongamos como ejemplo la publicidad. Hasta hace unos años, la mayor parte de esta se basaba en la utilización de metáforas. Una figura literaria donde las cualidades de una cosa son figurativamente trasladadas a otra. Un recurso que nos permitía comprender conceptos más abstractos en términos de otros más concretos o ya conocidos.

Las metáforas no estaban solo en los libros de poesía, formaban parte de nuestro día a día. Se colaban en nuestros hogares a través de la televisión, la radio o la prensa. Pero, hoy en día, las metáforas están desapareciendo del mundo publicitario. La gente cada vez necesita mensajes más sencillos y, sobre todo, directos. Mensajes que no impliquen mucho pensamiento. Y es que la utilización o, mejor dicho, el entendimiento de una metáfora requiere un cierto esfuerzo extra de pensamiento por parte del espectador. Darse un tiempo para entender lo que está viendo.

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Y es tiempo lo que justamente, hoy en día, no tenemos. Cada vez vamos más rápido en todos los ámbitos de nuestra vida. Nos hemos acostumbrado a no pensar porque consume mucha energía, y preferimos ejecutar, animados por una sociedad que premia la productividad del hacer por encima del pensar. Porque pensar parece que es gratis y hacer tiene un coste. Y en una sociedad mercantilista, el coste domina nuestras vidas.

Parece que ya no disfrutamos dándole vueltas a un pensamiento. Amasándolo en nuestras mentes. Examinando cada ángulo como si de un prisma se tratara, tratando de comprender su complejidad, la riqueza que encierra en su interior. Porque eso es pensar, darles vueltas a las cosas, descubrir nuevos significados que no se ven a primera vista. No entender a la primera, y ahí reside parte de su magia. Las metáforas, como decía Pablo Boullosa, escritor y periodista mexicano, son herramientas indispensables para pensar. Pero si cada vez las utilizamos menos, ¿eso quiere decir que cada vez queremos pensar menos?

Retomemos las metáforas en nuestras vidas, hagámoslas protagonistas en nuestras conversaciones. Las metáforas enriquecen nuestra manera de desentrañar el mundo. Porque el mundo no es sencillo ni directo. No es obvio. Disfrutemos del placer de la conceptualización, del pensamiento simbólico. Pensemos más. Abracemos la complejidad y expresémonos en los mismos términos.

Raquel Espantaleón es directora de estrategia en Sra. Rushmore.

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