“Los países fascinantes reciben siglas fascinantes. Al menos, en los círculos financieros”. Empezaba así un artículo de Financial Times, publicado el 1 de septiembre de 2008, con el título Pigs in muck (Cerdos en el barro). El diario hablaba de dos acrónimos. El primero agrupaba a Brasil, Rusia, India y China. Juntos formaban la palabra BRICs (ladrillos), acuñada por el analista Jin O’Neill de Goldman Sachs, en alusión a su “sólido crecimiento”. Las otras “siglas fascinantes” no tuvieron la misma suerte. Reunían a Portugal, Italia, Grecia y España en la palabra PIGS: Cerdos.
El texto decía que “los cerdos”, ocho años antes, “llegaron a volar realmente alto”. “Sus economías renacieron después de unirse a la eurozona. Los tipos de interés cayeron a mínimos históricos y con frecuencia eran negativos en términos reales. Acto seguido, de la noche a la mañana, se produjo el boom crediticio. Los salarios crecieron y los niveles de deuda se inflaron, al igual que los precios de la vivienda y el consumo. Ahora los cerdos vuelven de nuevo a tierra”.
Pero FT no inventó el término. The Economist soltó la liebre el verano de 2008. En un artículo del 5 de junio de ese año, titulado A decade in the sun (Una década al sol), alertaba del “peligro” de “lo que podría ser llamado los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España, la versión negativa europea de los BRICs de rápido crecimiento)”.
[pullquote]En los mercados financieros abandonaron el acrónimo PIGS pero inventaron otro: STUPID[/pullquote]
El apelativo caló en la prensa anglosajona. Especialmente, en la de corte neoliberal, y se utilizó de forma habitual hasta que, dos años después, alguna voz empezó a decir que ese calificativo no era ni bueno, ni justo, ni bello. Durante esos años existió el debate de si debía ser PIGS o PIIGS porque la economía de Irlanda también era un poco cerda. Pero, al final, el término se extinguió porque, según The Guardian, alguien ordenó a los analistas de Barclays Capital y a los periodistas de FT no utilizar el acrónimo.
Sin embargo, no hay prohibición que pueda despertar la elegancia donde no la hay. En los mercados financieros abandonaron el acrónimo pero inventaron otro: STUPID. En el saco volvieron a meter a España y entonces la unieron a Turquía, Reino Unido, Portugal y Dubai. Eran los países con “un déficit difícil de controlar”. Aunque esta vez el acrónimo no tuvo tanta repercusión. ¿Quizá porque Inglaterra iba en el paquete? ¿Quizá porque ya imperaba en el mundo el velo de lo políticamente correcto?
Un día, hace cinco años, el fotógrafo Carlos Spottorno encontró el término PIGS leyendo The Economist. “¿Somos cerdos realmente?”, se planteó. Y decidió averiguarlo por sí mismo. Desde ese momento hasta hoy ha viajado tres veces a Portugal, Italia y Grecia. España la tiene más a mano. Vive en Madrid.
En este tiempo ha visitado muchos lugares de “Pigland” y ha ido capturando imágenes que “están tan en el telón de fondo de nuestras vidas que ya casi ni las vemos”, indica el fotógrafo. “He intentado ilustrar los tópicos a los que hace referencia el término PIGS. Es la imagen que The Economist ofrece de estos países si hubiese decidido mostrado sus artículos solo con fotos. Es lo que veríamos si tradujéramos en imágenes lo que dice la prensa financiera anglosajona”.
Esta versión de los PIGS en imágenes se presenta en una revista que imita a The Economist. Un libro de fotografía al uso no tendría sentido. Es así, en una réplica de la publicación británica llamada The Pigs, como estas escenas cobran todo su poder. “He utilizado el mismo papel y la misma maqueta”, especifica Spottorno. “La tipografía y la cabecera imitan las de la revista. Lo único que cambia es que en The Pigs el contenido se presenta en fotos a doble página y The Economist nunca concede tanto espacio a una imagen”.
[pullquote align=»right»]The Pigs no esconde la fealdad. La muestra tal como hace la prensa financiera neoliberal[/pullquote]
En The Pigs solo hay un texto. Es la introducción de Carlos Spottorno (en inglés y español) y ahí explica que la revista tiene la misión opuesta a una guía turística. No esconde la fealdad. La muestra tal como hace la prensa financiera neoliberal. “Este reportaje recoge buena parte de lo que nos resulta embarazoso. A veces, con razón, y a veces, sin ella”, comenta.
El proyecto reúne “una colección de estereotipos que son tan ciertos como incompletos”. El desastre de la burbuja inmobiliaria, efectivamente, está ahí. La gestión política y económica decepcionante, la deuda pública y privada, la corrupción… Pero eso es solo una parte del paisaje o, como explica Spottorno, “una manipulación nacida de una decisión editorial. Escogieron ese término peyorativo que construye una imagen en la que destaca la estruendosa ausencia de todo aquello que aún pervive de positivo, bello y esperanzador”.
Spottorno escogió 53 fotos de unos 14.000 disparos en estos cinco años. Estas imágenes muestran “pigland” sin palabras. Ninguna imagen está fechada ni localizada. El único modo de saber a qué país pertenece esa imagen es siguiendo un orden silencioso que se construye con la sucesión de la palabra PIGS. La primera foto es de Portugal, la segunda de Italia, la tercera de Grecia, la cuarta de España, la quinta de Portugal, la sexta de Italia… y así hasta el final de la revista.
Ninguna explicación acompaña a las imágenes en la revista. “Son, como dice el fotógrafo Txema Salvans, fotos de letra pequeña”, comenta Spottorno. Tampoco hay “crítica, ni sátira, ni reivindicación. Es un intento de tratar de ver cómo nos ven los que nos llaman PIGS y por qué. Es ver con ojos distintos lo que ves todos los días”. Sus ojos y, más adelante, muchos más ojos. Los de la comunidad The Pigs que se inaugura el próximo 6 de julio.
Por la misma lógica que, como dijo Friedrich Nietzsche, todo lo que se hace por amor está más allá del bien y del mal, todo lo que hace Spottorno está más allá de la moda y la estética. Las imágenes del fotógrafo tienen la profundidad del ensayo filosófico y el contenido de un archivo histórico.
Los instantes que muestra The Pigs están lejos de la luz del amanecer y del ocaso del día. El madrileño escogió una hora de sol agresivo, las 12 de la mañana, para hacer las fotos. “Esa luz de la mañana define a los PIGS. Hay muchas imágenes a pleno sol. Además, casi todas las fotos están hechas en verano, cuando hace más calor”.
¿Por qué nos hemos convertido en PIGS?
En estas fotos hay también una búsqueda de porqués. “Me he preguntado a menudo cómo han llegado estos países a este estado de penuria después de haber pasado por siglos de esplendor”, indica Spottorno. “¿Qué pasó con Portugal, la primera potencia naval global de la Historia? ¿Qué fue de Italia, herededa del Imperio Romano y dueña del mayor patrimonio artístico del mundo? ¿Qué pasó con Grecia, la cuna de la civilización occidental? ¿Qué ha sido del Imperio Español, donde nunca se ponía el sol?”.
La decadencia viene de lejos, según Spottorno. Grecia comenzó su declive con la desaparición de las escuelas filosóficas y después cayó en manos del Imperio Otomano. Italia quedó fragmentada después de la caída del imperio hasta que Garibaldi la reunificó, de forma artificial, a principios del siglo XIX. Portugal dominaba las grandes rutas de navegación comercial hasta la conquista de América. El terremoto de 1755, que arrasó Lisboa, y las guerras de independencia de las colonias portuguesas acabaron de empobrecer al país.
España tuvo su gloria con la colonización de América. La gestión de los nuevos territorios convirtió al reino español en un “imperio de administradores y cortesanos con casi nula cultura emprendedora”, dice Spottorno. “La Iglesia Católica impidió que floreciera la Ilustración. Es un país donde se gritaba ‘Muera la libertad y vivan las cadenas’ a la vuelta del rey absoluto. La pérdida paulatina de las colonias y, después, la autarquía del franquismo nos fue hundiendo atrás en la Historia económica y socialmente. El resto del mundo empieza a ir a toda velocidad y nosotros estamos en una dictadura”.
Todos estos acontecimientos ha provocado un “gran desapego hacia los políticos” y un gran individualismo. “Los PIGS son países viejos, cínicos e individualistas. El sentido de la comunidad, tan arraigado en otros países del norte, es muy débil en estos países con estructuras sociales muy jerarquizadas y acostumbrados a gobernantes tan autoritarios como corruptos. A estas personas le importa su parcela. Tienen su casa impecable pero no les importa arrojar la basura a la casa de al lado. La población vive al margen de la clase política (no espera nada de ella) y busca su felicidad de forma individual. Esto es a la vez una ventaja evolutiva de supervivencia y un retraso para el progreso social. La unidad más importante para estas personas es la familia: un refugio y una prisión al mismo tiempo”.
The Pigs, coeditado por Phree y RM Verlag, está ya en las librerías. Después de unos cinco años de trabajo, Spottorno no ha encontrado una respuesta clara a sus cuestiones. “La conclusión es agridulce”, comenta. “Es muy abierta. Hay motivos para lamentarse y reconocer que, efectivamente, hay un mundo PIGS. Es un lugar donde hay tanto patrimonio que no lo valoramos. Un lugar que ha olvidado su pasado y por eso destrozamos las costas. Un lugar donde es común el pillaje y la picaresca, donde se piensa que el dinero público no es de nadie y si no es de nadie, es mío. Pero esta cultura tiene sus ventajas. Hay un punto de relajación que hace que las normas sean solo aproximadas y, además, la experiencia cotidiana, la pequeña vida, no es tan amarga”.
Tan poco amarga, de hecho, que “los alemanes y los ingleses vienen a los PIGS a pasar los mejores días de su vida: sus vacaciones y su jubilación”. Los mismos que acusan al sur de su sopor son los que buscan el calor mediterráneo que hace rendirse a cualquiera ante una tumbona. Spottorno se pregunta si realmente hay que exterminar el modo de vida de estos países. Y un alemán, también. El economista Max A. Höfer escribió en Der Spiegel, el pasado 28 de junio, un ensayo titulado Viva la siesta: ¿Debería ser el sur de Europa realmente más alemán?
Alemania contra la siesta
El autor del libro Quizá el capitalismo no quiere que seamos felices arranca su ensayo con la tesis de Giorgio Agamben. El filósofo italiano considera que “la crisis del euro está forzando a los países del sur de Europa a vivir como alemanes” y esto podría llevar a la desaparición de la herencia cultural latina.
El asunto no es nimio. Enfrenta a dos filosofías: la ética protestante del trabajo y el modo de vida de los países de tradición católica.
Höfer, a continuación, hace de la siesta el símbolo de la cultura latina. Una ironía, por supuesto, que algunos medios españoles no han sabido o querido leer (quizá lo más trágico de todo sea que los PIGS no sabemos reírnos de nosotros mismos). El autor escribe que el gobierno español abolió la siesta a finales de 2012 por la presión de la troika, el Banco Central Europeo y el FMI. “El país consideró que no se podía permitir tumbarse a la bartola en medio de la bancarrota. Durante siglos, la gente del sur de Europa hacían un descanso sobre las 12, la sexta hora desde el amanecer, hasta las 4.00 p.m. Abandonaban los campos o las oficinas para ir a casa a descansar, comer con su familia y amigos mientras conversaban, y, generalmente, evitaban el estrés. Las siestas eran sagradas. Pero ahora ese aspecto idílico de la vida del sur ha terminado”.
El economista cuenta que en 2005 Rodríguez Zapatero suprimió la siesta entre los funcionarios porque “en la era del turbo-capitalismo global, el tiempo tiene que ser utilizado de forma más productiva. El gobierno señaló que hoy en día el aire acondicionado hace más fácil trabajar a pesar del calor. Hoy se espera que todo el mundo siga trabajando y en su breve descanso para comer dedique más tiempo a comprar e ir a restaurantes para incrementar el consumo y los ingresos por impuestos”.
El resultado ha sido, según Höfer, que “los españoles han cambiado su siesta, sus comidas compartidas con familiares, su ocio, el arte de disfrutar de la vida, por más trabajo y más consumo”. En España la pérdida de estas tradiciones se considera una consecuencia del propósito alemán de convertirlos en practicantes de las virtudes prusianas.
Esta labor de predicación y, quizá, imposición queda reflejada en una frase que, según el economista, dijo el político conservador Volker Kauder: “Ellos ahora hablan alemán en Europa”. La sentencia, curiosamente, está reflejada también en una foto de The Pigs que nada tiene que ver con lo que dijo Kauder. Esta imagen del Parlamento Europeo muestra un micrófono de marca alemana (Bosh). “Los países del sur, los PIGS, hablan en Europa a través de Alemania”, revela Spottorno.
La misma prensa anglosajona y norte europea que llamó cerdos a los latinos y Portugal, ahora, quiere quitarles la siesta. De acuerdo con Höfer, estos medios “piden la desaparición de la siesta para ajustarnos a la cultura del norte de Europa. Si el dinero fuese el único asunto, la solución sería evidente”.
Pero el economista se plantea por qué la deuda de hoy ha de arrasar con la cultura latina. No es algo actual. Ha ocurrido a lo largo de los últimos siglos. Los reyes españoles han estado endeudados con muchos países (Alemania, entre ellos) durante muchos siglos y nadie se planteó nunca abandonar su cultura por la morosidad.
“La troika está ejerciendo control sobre los convenios laborales, está cambiando la edad de jubilación y exigiendo más horas de trabajo”, escribe el economista residente en Berlín. “La siesta está siendo eliminada en el proceso” y es aquí donde se enfrenta la tradición cultural del descanso y el ocio con la ética lutherana del trabajo.
El espíritu puritano siempre ha mantenido una cruzada contra el placer de dormir y la calidad de vida, según Höfer, porque “los equipara a la pereza y la blasfemia”. “Los que duermen no ganan nada y desperdician los beneficios que podrían estar generando en vez de dormir”.
[pullquote]El espíritu puritano siempre ha mantenido una cruzada contra el placer de dormir y la calidad de vida. “Los equipara a la pereza y la blasfemia”.[/pullquote]
Esta filosofía tiene su biblia en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de Max Weber. En su libro, el sociólogo alemán sentenció que “trabajar es el fin y propósito de la vida ordenada por dios” y “perder el tiempo es el primero y el más grave de todos los pecados”.
Benjamin Franklin endureció el asunto con su frase: “el tiempo es dinero”. Un enunciado que, según Höfer, se convirtió en el “paradigma del espíritu capitalista” y que describe como: “el único tiempo que cuenta es el que se puede convertir en dinero”.
“Todo se ha subordinado a la eficiencia y la productividad”, escribe el ensayista en Der Spiegel. “El capitalismo ha convertido sistemáticamente la noche en el día. Todo tiene que estar disponible 24/7, sin interrupción, porque podría haber alguien en cualquier lugar que quisiese consumir algo (…). El capitalismo global ha colonizado el sueño”.
Pero el odio a dormir de esta versión radicalizada de la ética del trabajo protestante tiene consecuencias en la salud de la población. “Los estadounidenses sufren déficit de sueño crónico. La Fundación Nacional del Sueño ha descubierto que muchas personas abusan de pastillas para dormir y ha aumentado el número de ingresos en clínicas para dormir”, indica.
Estos argumentos llevan a Höfer a concluir que la llamada de Agamben para defender la cultura latina tiene razones de peso y que la solución para que la siesta vuelva a ser un requisito para una vida longeva en vez un pecado no es tan difícil. “Quizá deberíamos empezar a plantearnos la idea de que los reyes españoles, en la época de los Fuggers (siglos XV y XVI), tomaron una decisión que no estaba tan mal”, escribe el economista. “Los monarcas no pagaron sus deudas”.