Pocas cosas reportan tanto placer en verano como darse un chapuzón en el agua helada de una piscina. Refrescante y necesario, sí. ¿Saludable? Eso ya depende. Lo sería del todo si, entre otras cosas, la gente no le tuviera tanto apego al acto de hacer pis en ellas.
Aunque se considera un tabú, algunos estudios revelan que el 19% de los adultos han admitido haber orinado en una piscina, al menos una vez en su vida. Por eso, a estas alturas, pocos dudan de que piscina y orina son pareja de hecho. Es más, parece que nadadores profesionales y ciudadanos de a pie ven esa costumbre como algo totalmente natural y que confían ciegamente en el poder de los químicos presentes en el agua.
Un equipo de la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad de Alberta ha logrado desarrollar una prueba capaz de medir la cantidad de orina que hay en una piscina. Según el estudio Sweetened Swimming Pools and Hot Tubs, que analizó varias decenas de piscinas y jacuzzis de dos ciudades de Canadá, podría haber entre 36 y 90 litros de orina en una piscina típica.
Como señalaron los investigadores de este estudio, «el cambio de color del agua de azul a verde producido durante la noche en las piscinas olímpicas de Río 2016» resaltó «la necesidad de monitorear la calidad del agua en las piscinas».
Y si las piscinas están llenas de pis, los jacuzzis no se quedan atrás. Es más, ese mismo estudio descubrió que los niveles de orina en estos últimos eran tres veces más altos que los niveles presentes en la piscina más llena de orina. Y lo cierto es que la entrada de orina humana en las piscinas es (casi) un problema de salud pública, aunque el pis en sí mismo sea estéril.
La orina humana contiene varios compuestos nitrogenados como urea, amoniaco, aminoácidos y creatinina. La American Chemical Society (ACS) publicó un vídeo que explica por qué hacer pis en la piscina hace que aquello se torne un ambiente más insalubre para todos los que pululan por allí. «El pis contiene urea que reacciona con el desinfectante de cloro para formar tricloroamina (o tricloruro de nitrógeno, un subproducto de desinfección que actúa como un irritante respiratorio conocido)», asegura en una entrevista digital la profesora de química y bioquímica Susan Richardson.
Esa sustancia de la que habla suele filtrarse por el sistema de ventilación de la piscina, pero si ese sistema falla, el tricloruro de nitrógeno se acumula y puede llegar a enfermar a las personas. De hecho, la natación frecuente en piscinas saturadas de tricloroamina podría aumentar también el riesgo de asma y algunas alergias.
«[La tricloroamina] También está implicada en los ojos rojos, la tos y otros síntomas similares a los del resfriado que las personas tienen cuando van a piscinas cubiertas. Los nadadores experimentados tienen vías nasales similares a las de los grandes fumadores, donde sus cilios nasales (la primera defensa contra los alérgenos que causan los resfriados) se desintegran debido a los químicos de la piscina como la tricloroamina», añade la docente.
Pero aún hay más. La tricloroamina, y no el cloro, es la verdadera responsable del olor clásico de la piscina. «Es comprensible por qué la mayoría de la gente cree que el olor a químico significa que hay mucho cloro en la piscina, pero lo cierto es que podría ser justo al contrario», comenta en otra entrevista digital Chris Wiant, presidente de la asociación estadounidense Water Quality & Health Council.
Es decir, que cuando uno huele eso que habitualmente llamamos ‘olor a piscina’, lo hace porque la gente está meándose en ella. En palabras de la ACS, una piscina bien administrada no tiene un fuerte olor a químico.
Por su parte, el urólogo Matthew Karlovsky comenta que la orina es «un subproducto necesario para vivir, respirar, comer y beber, pero elimina el exceso de ácido y nitrógeno para mantener el equilibrio de nuestro cuerpo», y recuerda que es ácida y «puede quemar e irritar la piel si entra en contacto con ella continuamente, como ocurre con un pañal o almohadilla».
Se podría decir, por tanto, que es relativamente inocua. Pero no solo de orina vive el hombre (o la piscina, en este caso). Y el pis no sería el único elemento que puede acabar en las piscinas y que contiene gérmenes capaces de dañarla (o de fastidiarte la salud).
«En promedio, cada persona aporta alrededor de 70 ml. de orina en una piscina pública. El sudor también contiene urea, por lo que parte de la tricloroamina proviene de nadadores pesados que sudan, pero se cree que la gran mayoría proviene de la orina», apostilla Richardson.
También hay que contar aceites corporales, secreciones varias… y parásitos microscópicos como Crypto, un germen que se encuentra en las heces que, incluso en pequeñas cantidades, pueden terminar en piscinas y hacer que cualquiera que trague agua de esa alberca sufra una simpática e incontrolable diarrea (o algo peor).
Eso sí, aunque parece que el bichito del demonio es capaz de sobrevivir a los niveles regulares de cloro, uno puede esquivarlo si se da una ducha antes de saltar a la piscina, o si nada en agua hiperclorada.
Además de combatir gérmenes manteniendo el agua limpia, también conviene cepillar el interior de la piscina con frecuencia. «El cepillado semanal evita que la suciedad y las algas se adhieran a las paredes. Si el interior de una piscina no se cepilla o no se usa un limpiador automático de piscinas, las algas se pegarán a la superficie y el agua se pondrá verde con el tiempo», comenta Mitch Brauzer, que trabaja en el área de educación y entrenamiento para una empresa de suministro y servicio de piscinas minoristas. Igual toca pensar en limpiar más (las piscinas) y orinar menos (dentro de ellas).