Un antiguo flash de cรกmara fotogrรกfica de los aรฑos cuarenta se convirtiรณ en su cabeza. Su cuerpo quedรณ constituido a partir de una caja de componentes electrรณnicos de una vieja mรกquina. Su pecho era un medidor de amperios de mitad del siglo pasado. Las manetas de los frenos de una moto pasaron a ser sus brazos y unas ruedas de corte industrial, sus pies. Todo estaba listo para que un rayo o chispa elรฉctrica infundiera vida al engendro.
Pero el rayo no cayรณ. Ni este conjunto de objetos inertes cobrรณ vida. Sin embargo, la creaciรณn de este moderno Frankenstein, llamado Javier Arcos, llevaba un nombre tatuado en su metรกlica piel y no podรญa acabar en otro sitio mรกs que en la portada de la revista de octubre de Yorokobu. Asรญ fue como este robot, de alguna manera, cobrรณ vida tras ser inmortalizado por el fotรณgrafo Fernando Casarrubios.
Cada robot es, segรบn el autor, una pieza รบnica e irrepetible elaborada de forma totalmente artesanal. โDetrรกs de estas pequeรฑas obras de arte se esconde una historia contada por las piezas antiguas y originales que he ido encontrando por todo el mundoโ. Para el robot Yorokobu buscaba una pieza con historia en el mundo del periodismo. โY la encontrรฉ en una tienda antigua de fotografรญa en Granadaโ.
Por su forma de trabajar, Javier Arcos defiende todos los preceptos de la corriente artรญstica del objet trouvรฉ, para la que los โobjetos encontradosโ representan la capacidad del arte para dar significado a cosas comunes. โLos artistas emplean estos artรญculos cotidianos sin ninguna o apenas alguna modificaciรณn. En ocasiones solos o a veces incorporados en trabajos formados por un grupo de objetos de este tipo u otros elementos a los que se ha dado forma y color de manera deliberadaยป.
Publicitario de profesiรณn, Arcos ha sido un apasionado de los robots desde pequeรฑo. Lo que comenzรณ siendo un hobby para evitar el estrรฉs le ha llevado a inaugurar su propio taller de autรณmatas, Pitarque Robots, donde trabaja en sus creaciones y desarrolla todos sus proyectos. Un espacio en Madrid donde conviven sus criaturas robรณticas junto a piezas antiguas de radios, cรกmaras de fotos, piezas de coches de colecciรณnโฆ โy todo tipo de objetos con una historia detrรกs preparados para convertirse en un ser vivoโ.
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Si quieres hacerte con el Yorokobu en cuya portada luce este preciosos robot (o con cualquier otro), puedes darte una vuelta por nuestro quiosco.