Cada acierto contiene un error y cada error contiene un acierto. Así funciona el mundo. Los errores y los aciertos se concatenan alentados por nuestras decisiones. Es una montaña rusa en la que tan solo nuestra capacidad creativa nos permitirá sobrevivir ante tanto ajetreo.
Un ejemplo claro es lo que les sucedió a dos de los mejores arquitectos de nuestra época: Jacques Herzog y Pierre de Meuron. En España todos les conocemos por obras tan relevantes como el Caixa Forum de Madrid y el TEA de Tenerife. Aunque también, todo hay que decirlo, por el menos agraciado Foro de las Culturas de Barcelona.
Esta pareja, afincada en su localidad natal de Basilea, ha realizado un largo viaje. Desde su primera Casa Azul, apenas una caseta diseñada casi como la dibujaría un niño, hasta el Estadio Olímpico de Pekín. Una obra única en la historia de la arquitectura mundial que realizaron en colaboración con el artista chino Ai Weiwei.
Pero en medio de esa escalada hacia la excelencia, sufrieron algunos percances. El más llamativo tal vez sea el de la Bodega Dominus en Napa Valley, su primer trabajo fuera de Suiza.
Obsesionados como estaban con la importancia del revestimiento en sus edificios (frente a la arquitectura ósea imperante en la época), construyeron la bodega sirviéndose de un material inédito hasta entonces: los gaviones,esos cubos de alambre llenos de piedras que se utilizan en las pendientes que bordean las carreteras para evitar derrumbes.
El resultado fue espectacular. Lo que hasta entonces había sido tan solo una forma económica de proteger a los automovilistas de posibles corrimientos de tierras, se convirtió de repente en una celosía de gran belleza. En una nueva piel de la arquitectura moderna.
Pero sucedió algo con lo que Herzog y Meuron no habían contado. Los huecos que se producían entre las piedras resultaron ser un excelente lugar para que los pájaros pudieran anidar. Y, por supuesto, estos los utilizaron para edificar sus nidos y poner los huevos.
La cosa no acabó ahí. Ante la proliferación de tan exquisito alimento, fueron entonces las serpientes las que acudieron en cantidad para disfrutar de un menú del día fácilmente accesible.
La situación se convirtió en dramática y se barajaron diferentes alternativas para remediar el problema. Pero lo interesante de esta historia es que finalmente dieron con una solución extremadamente imaginativa, económica y sostenible: grabaron el sonido de los pájaros cuando se sienten alertados por algún peligro y lo reprodujeron a través de unos altavoces externos al edificio las veinticuatro horas del día.
Lo que sucedió entonces es previsible: los pájaros emigraron, los huevos desaparecieron y, con ellos, también las serpientes.
Cada acierto contiene un error y cada error contiene un acierto. Si se desea innovar hay que correr riesgos y los riesgos conllevan dificultades. Pero no por eso hay que detenerse, sino tener la suficiente confianza en uno mismo como para saber que todos ellos se podrán solucionar con imaginación y talento.
Las serpientes se fueron de la bodega Dominus pese al fabuloso vino que producen. Pero el edificio, utilizado hoy por su belleza en todo tipo de reportajes fotográficos, se quedó allí para siempre.
Me encanto leerlo, sumamente objetivo y comprensible!
[…] 6. ¿Por qué es bueno equivocarse? […]