Un poco de porno, un río, un sombrero, un Ecce Homo…

La gata sobre el tejado de zinc

La gata sobre el tejado de zinc

«Los ojos tienen que estar, donde tienen que estar», dijo Richard Brooks.

Richard Brooks dirigió películas como El fuego y la palabra (imprescindible en estos tiempos de telepredicadores y videntes catódicas), A sangre fría o La gata sobre el tejado de cinc.

Cuando Richard Brooks era joven y aún no había iniciado su carrera como director, un contacto le llevó a conocer a un reputado montador cinematográfico. “Me han dicho que puede contarme el secreto de hacer películas”, dijo Brooks. El montador dio a Brooks una caja de zapatos con unos rollos de películas y dijo: “Mira estas películas y mañana hablamos”.

Al día siguiente, Brooks fue a ver al montador. “¿Y bien?”, dijo el montador. “Maestro, estas películas… Eran películas porno”, dijo Brooks. “¿No has aprendido nada?”, dijo el montador. Brooks pensó durante un momento, y respondió: “Sí, que la cámara debe estar donde tiene que estar”.

Está claro que Brooks aprendió la lección, porque es raro encontrar en su filmografía un plano que sobre o se aparte de la narración.

¿Podemos aplicar lo de «la cámara debe estar donde tiene que estar» a otras expresiones artísticas?
LITERATURA

Stephen King cuenta en Mientras escribo que una de las mejores líneas de la literatura norteamericana es, quizá, la más escueta:

«Llegó al río. Lo tenía delante.»

(Ernest Hemingway: El río de los dos corazones)

La frase como de Hemingway se opone a la mayoría de la retórica de la novela contemporánea llena de menciones a marcas y la descripción detallada de los productos que usan los personajes. Literatura que apabulla con datos, más que con historias, durante 600 páginas. Sin embargo, Rosa G. Perea, escritora y editora, apunta que los mamotretos desaparecerán de aquí a unos años. El público demanda libros que puedan leerse de tirón. La próxima literatura negra, por ejemplo, tomará como referente las novelas de 200-300 páginas de Patricia Highsmith, que la editoria describe como óperas breves, pero intensas.
DISEÑO/ILUSTRACIÓN/PINTURA

Si ponemos el ojo donde tenemos que ponerlo, apreciaremos los detalles. Un detalle marca la diferencia, como supo apreciar Serviceplan Gruppe a la hora de diseñar un cartel para una tienda de sombreros de Bonn.

Quizá parte del éxito del Ecce Homo de Cecilia se deba a que la fallida restauración destaca los ojos negros, penetrantes, y la comisura de los labios, como una petición de auxilio. Cecilia ha alcanzado la fama al apartarse por accidente de la pintura figurativa que había realizado hasta entonces, ilustrando la frase «menos es más».

 

 ARQUITECTURA 

¿Qué es un edificio? ¿Unas paredes, una puerta, una ventana? El artículo El vigilante de Trolls de Yorokobu muestra una construcción que hace larga la definición de ‘edificio’ que ofrece el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Parece que una magia trasladó los trazos de lápiz a la montaña. Los arquitectos crearon un marco imaginario en el que «está lo que tiene que estar».

La arquitectura contemporánea, a diferencia de la literatura pop, prescinde de lo superfluo, como muestra la Bodega Solar de Michate Jatzen (abajo, en la foto) o las oficinas más modernas del mundo.

 

 TWITTER

Posiblemente, un Twitter con más de 140 caracteres no hubiera triunfado. Es cierto que hay usuarios que utilizan Twitter como chat, y también están quienes cuartean mensajes en varios tuits. Sin embargo, la naturaleza de Twitter alienta al usuario a encajonar un mensaje en 140 caracteres. El tuit es la cámara hecha palabras, y «debe contener lo que debe contener».

Las creaciones mencionadas son un pequeño ejemplo de obras que seducen porque centran nuestra atención en lo mínimo, en lo pequeño. La forma sencilla produce calma. Esto hace que resalte lo disonante, si es lo que pretendemos. Si en una habitación al estilo nórdico (todo blanco), colocamos un cojín rojo, ahí caerán nuestros ojos. Sin embargo, la acumulación de colores nos apartará de lo que pretendemos. Apabullar al espectador o lector con datos, colores, sustos, definiciones, risas enlatadas… acaba por ahuyentarlo.

«Hay dos artes: primero, terminar una cosa; y luego el segundo gran arte, aprender a cortarla sin matarla ni dejarle ninguna herida», dice Ray Bradbury en Zen en el arte de escribir.

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