‘Postureo’ y ‘posverdad’ ya son palabras de verdad para la RAE

22 de diciembre de 2017
22 de diciembre de 2017
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Bob Dylan cantaba que los tiempos están cambiando. Vemos esos cambios en la sociedad aunque no siempre seamos capaces de asimilar las transformaciones que nos zarandean. Pero también, aunque de un modo mucho más sutil, en rancias (por vetustas) instituciones como la RAE.

Fue antes de ayer cuando se presentó a los medios la nueva actualización del Diccionario de la Lengua Española (DLE en su versión online, que ya va por su 23ª edición. A esta de ahora se la llamará versión electrónica 23.1, comunicaron en rueda de prensa el director de la Real Academia Española Darío Villanueva y la académica Paz Battaner, directora del DLE. Y esto supone una verdadera declaración de intenciones: el papel no será el soporte principal del diccionario, sino su versión online. Se acabó el límite tirano de la extensión que imponía la edición impresa de esta obra de consulta.

Esta actualización presenta varias novedades. Por un lado, las 3.345 modificaciones en total que se han realizado entre nuevas palabras incorporadas y la ampliación de las acepciones de otras ya existentes. Esto es quizá lo más llamativo ya que cuando busquemos en el diccionario la palabra postureo o posverdad, las encontraremos allí.

Pero igual que unas palabras llegan, otras se van, aunque no tantas como pueda pensarse. «Del diccionario en línea han desaparecido solo 20 artículos y 56 acepciones y 12 formas complejas, en total 88 casos de supresiones», dan el dato desde la Academia. «Hay  siempre reticencias en suprimir porque un diccionario debe servir para que los hablantes conozcan esas palabras, aunque ellos no las usen; pero las suprimidas son voces cuyo uso despareció hace mucho y cuyo lugar para ser descritas es el Nuevo Diccionario Histórico del Español (NDHE), que también está en realización por la Academia», concluyen.

Junto a postureo y posverdad, entran en la lista de éxitos del DLE comadreo, bocas, aporofobia, chakra o vallenato. La lista completa de novedades, incluidas las acepciones, puede verse aquí.

De algunas sorprende la rápida incorporación al diccionario, y hace pensar si no corren el peligro de llegar a quedarse obsoletas mucho antes de lo deseado. «Sí, siempre hay el riesgo de que algunas voces pierdan vigencia, pero el diccionario tiene que servir para los usuarios que no conozcan la voz, aunque esta sea relativamente antigua», explican desde la RAE. «El equilibrio entre las novedades y las voces bien establecidas es un aspecto que la RAE y la ASALE tienen en cuenta cuando sopesan las palabras. Algunas veces pueden equivocarse, naturalmente, pero hoy se tiene al alcance mucha documentación».

La otra novedad a la que hacíamos referencia es más un gesto que algo concreto: una cierta voluntad de la institución por adaptarse a los tiempos y al lenguaje vivo de la calle. Así, al menos, lo cree Mar Abad, periodista, fundadora de Yorokobu y autora del recién publicado De estraperlo a postureo. Cada generación tiene sus palabras (Vox). «La RAE está demostrando que quiere estar más apegada a la calle y al presente», afirma. «Es fundamental que se recoja el uso de una palabra cuando se produce y no años después. Porque así, cuando ves su fecha de entrada en el diccionario, sabes cuándo se popularizó. Lo que resulta extraño es que metan a las niñas topolino en el diccionario cuando ya eran abuelas o estaban muertas».

No lo ve de igual manera el filólogo Juan Romeu, el creador de la viral tabla periódica de la ortografía. «Aunque no se debe tomar esta actualización como una inclusión exhaustiva de las palabras que hacía falta que estuvieran para completar el diccionario, creo que la elección ha sido algo caprichosa, desorganizada e incoherente y bastante dirigida o guiada por la opinión de las redes y por las presiones sociales», afirma sin medias tintas.

«Se ve en que, por ejemplo, se ha incluido un término como aporofobia (!) cuando siguen sin estar palabras tan comunes como yincana (o como se quiera adaptar) o sanjacobo. Da la sensación de que, si, por ejemplo, los amantes del sushi hubieran protestado, podrían haber entrado maki, niguiri, sashimi, wasabi y tataki. Parece como si hubieran seleccionado algunas de las palabras que han entrado al buen tuntún».

Algo parecido opina Paulina Chavira, periodista y editora de la versión en español del New York Times. «Me parece un acercamiento tibio, como que se quedó ahí, a la mitad. Sí se puede contrarrestar un poco la idea de que el diccionario no se actualiza y que es un gran proceso burocrático poder incluir nuevas palabras o modificar algunos conceptos, pero es como si hubieran dado un pasito aunque no muy convencidos».

Romeu opina que la presión de la calle ha sido fundamental para que estas palabras y no otras hayan entrado en el diccionario o hayan ampliado alguna de sus acepciones en el caso de que ya estuvieran. «Es de elogiar que la RAE atienda las peticiones de los hablantes, pero tiene que satisfacerlas de una manera ordenada, sistemática y coherente, no a arrebatos sin demasiado fundamento a veces», explica el filólogo. «El regusto que se queda es el de que han intentado capear algunos frentes y que, para disimular, han metido en el paquete otras palabras elegidas al azar».

Álex Herrero, asesor lingüístico y editorial, opina, sin embargo, que es positivo que la RAE haya añadido acepciones nuevas a ciertas palabras porque reflejan por fin el uso que hacemos de ellas. «Hay muchas etnias, colectivos, etc., que también necesitaban ver esa realidad reflejada, sobre todo cuando estamos hablando de cuestiones tan sumamente delicadas».

Sin embargo, como Chavira, Herrero también cree que la Academia se ha quedado corta. Al fin y al cabo, «solo se ha retocado el 5% de las palabras que había en el DLE». Aunque, opina, «es un cambio razonable y puede haber sido gracias a la incorporación de Paz Battaner a la Academia, que ha llegado con muchas ganas de trabajar».

¿Suenan muy españoles, en cuanto a localización geográfica, los términos incorporados y revisados en esta versión electrónica 23.1? Paulina Chavira cree que no, aunque haya palabras como buenismo y buenista que ella, mexicana, no haya oído ni usado jamás. Sin embargo, se muestra encantada con comadrear, chicano y latino. Si bien es cierto que para hablantes latinoamericanos son términos de sobra conocidos, que aparezcan por fin en el DLE «nos hace sentirnos más reconocidos»

Quizá la iniciativa de la Fundéu que recoge la Palabra del año pudiera ser tenida en cuenta por la Academia para próximas actualizaciones del diccionario online. «Una vez digitalizado el DLE, estas actualizaciones se harán de manera continua», confirmaba la RAE en la presentación.

«Al menos debería servirle de observatorio», propone Álex Herrero, sobre todo porque son términos que según el lingüista hablan de realidades nuevas. «Aporofobia, por ejemplo, es candidata a una de las palabras del año, y lo novedoso no es que haya estado en boca de todo el mundo; no es polémica ni controvertida; incluso habrá gente que no la entienda. Lo bueno es que está nombrando una realidad. Es la primera vez en muchos siglos que empezamos a llamar al pobre con una fobia».

Chavira, Romeu, Abad y Herrero tienen sus propias palabras candidatas a ser incorporadas al diccionario. La lista de Juan Romeu es larga. «Una vez que se colaron tuit y tuitear, no hay razón para que no estén wasapear y wasap (o guasapear y guasap). En este artículo he mencionado otras como zasca, pirsin, selfi, spoilermeme. Y faltan muchas otras de uso común como gogó (en el sentido de ‘bailarín y animador de discoteca’) o pinganillo (está con otro significado). También se echan de menos palabras como báner, códec, farlopa, hípster, pixelar, prémium, tolay, okey, ey (o hey)… Incluso juernes o, por qué no, pelazo», y hace un guiño así a la petición que lleva varias semanas haciendo a la RAE La Vecina Rubia en redes sociales sin éxito (y sin visos de que lo vaya a tener).

Mar Abad votaría por machorragia y machoexplicación. Álex Herrero apuesta por finde. «Pues yo creo que les faltó googlear, que se usa desde hace mucho», comenta Paulina Chavira. «Creo que todavía no se deciden si van a poner guglear con u o con la doble o, aunque es probable que se quede con la doble o por mantener la marca».

Y expresa un último deseo, por si la Academia quiere escucharlo: «Me hubiera gustado que hubieran presentado una plataforma en la que esto fuera más dinámico. Creo que si llegamos al punto en el que sea muchísimo más fácil eso le podría aportar mucho mucho a la Academia». ¡Quién sabe!

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