Estos factores predisponen a ser gay, y la evolución no los erradicó por algo

21 de diciembre de 2015
21 de diciembre de 2015
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Al igual que algunos factores biológicos pueden predisponerte a sufrir diabetes o poseer una mayor masa muscular, también hay factores que predisponen a la homosexualidad (lo cual no es malo ni bueno, pues queda fuera del juicio moral). La orientación sexual es como el color de los ojos y no reviste ningún problema de salud, por ello fue retirado del DSM-III en 1973.

Las preferencias sexuales están parcialmente programadas biológicamente por nuestros genes. Por ejemplo, un estudio llevado a cabo por gemelos idénticos en 1991 sugería que si uno de ellos era gay, el otro tenía el triple de probabilidad de serlo también. Una correlación que no tenía lugar entre gemelos no idénticos. Como abunda en ello el psicólogo Davin Linden en su libro El cerebro accidental:

Al parecer, en torno al 15 por ciento de las hermanas de mujeres lesbianas son también lesbianas (comparadas con el 2 por ciento de la población general), y el 25 por ciento de los hermanos de hombres gais son también homosexuales (comparados con el 4 por ciento de la población general). Resulta interesante señalar que el hecho de tener un hermano gay no hace aumentar las probabilidades de que una mujer sea lesbiana ni viceversa.

Pero no todos son genes en nuestra orientación sexual. A diferencia del color de ojos, la homosexualidad no se hereda al cien por cien: también son relevantes otros aspectos.

Influencia anatómica

Si existe una predisposición genética, también la hay a nivel anatómico. Al parecer, el tamaño de una parte del cerebro es igual en mujeres heterosexuales que en hombres homosexuales: concretamente el tercer núcleo intersticial del hipotálamo anterior (INAH3), una pequeña zona del hipotálamo, esencial para los instintos primarios como el hambre, el cansancio y el deseo sexual.

Estas conclusiones, con todo, son controvertidas, porque el tamaño de esta zona en los propios homosexuales varía mucho, y el estudio se realizó en autopsias de víctimas del sida. Todos los estudios fueron de cerebros muertos, y no sabemos cómo son los cerebros de las personas homosexuales cuando nacen o poco después de venir al mundo, antes de que los factores socioculturales tengan ocasión de ejercer mayor influencia.

A pesar de ello, los neurocientíficos parecen encontrar pequeñas diferencias entre los cerebros homosexuales y heterosexuales, como la comisura anterior, que es un 34% mayor en hombres gays. El núcleo supraquiasmático, también es mayor.

Incluso se encuentran diferencias en las huellas dactilares, pues las de los hombres homosexuales son más similares a las de las mujeres heterosexuales, como explica Zoe Cormier en su libro La ciencia del placer:

La diferencia de tamaño entre el dedo índice y el anular (el índice 2D:4D) también parecía ser una marca de homosexualidad: un índice 2D:4D bajo significa que el índice es mucho más corto que el anular. Parece que en los hombres homosexuales es más frecuente que el dedo índice sea más largo que el anular, y se cree que existe una relación con los niveles de testosterona en el útero durante el embarazo.

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Influencia familiar

También parece existir cierta influencia familiar en la homosexualidad, pero no en el sentido de que padres gays predispongan a hijos a tener la misma orientación sexual. Además, los padres homosexuales no perjudican el desarrollo de sus hijos. La cuestión se reduce al orden de nacimiento en la familia.

En las familias con muchos niños, los menores tienen mayor probabilidad de ser gays que los mayores. Ray Blanchard, catedrático de la Universidad de Toronto, señala que si eres hombre, tu probabilidad de ser gay aumenta en un 33% por cada hermano mayor que tengas. Pero ello tampoco parece ser fruto de la convivencia familiar, sino que ocurre a nivel fetal, como explica Cormier:

los restos de células fetales masculinas que quedan en el útero y en el torrente sanguíneo de la madre provocan un contraataque cada vez más virulento. El sistema inmunitario de la madre produce cada vez más anticuerpos contra las hormonas masculinas, lo que origina unos niveles reducidos de testosterona en el útero.

 

¿Un error en la evolución?

Abordar la homosexualidad como un error evolutivo (bajo el argumento de que los homosexuales no se reproducen, lo que conduce a la extinción de la especie) probablemente es consecuencia de una mala comprensión del proceso evolutivo. La evolución no es una carrera biológica por la excelencia, sino que residen en el satisficing (satisfacer de manera suficiente), un término empleado por el Premio Nobel Herb Simon. Los aspectos que se perpetúan por la evolución no tienen que ser necesariamente buenos, ni siquiera deben ser cada vez mejores, sino que basta con que sean suficientes para sobrevivir y prosperar.

El funcionamiento de nuestro ojo, por ejemplo, es un completo despropósito desde el punto de vista de la ingeniería. Nadie que hubiera diseñado un ojo en un laboratorio habría incurrido en tantas equivocaciones y redundancias. El ojo está montado al revés, y deberíamos contemplar continuamente una gran mancha negra delante de nuestros ojos, que es el punto ciego de nuestra visión de resultas de la ubicación del nervio óptico en la retina. Sin embargo, es suficiente para seguir adelante.

Lo mismo sucede con la blancura de piel. Ser blanco y de ojos azules es casi una anomalía biológica en el sentido de que solo resulta útil en países muy septentrionales en los que apenas hay presencia de luz solar. El hecho de que los blancos se hayan dispersado por todo el mundo no impide que continúen teniendo descendencia (y, por tanto, que nazcan más niños que hereden su condición), pero muchos de ellos sufren cáncer de piel porque no están bien adaptados al medio, a diferencia de los más oscuros de piel.

La razón de que un porcentaje de la población sea homosexual y la tendencia homosexual no se erradique por cortesía de Darwin se debe, pues, a dos factores no necesariamente excluyentes. El primero es que no afecta a la supervivencia de la especie (porque son minoría) y segundo, porque muchos homosexuales también se reproducen (y sus vástagos pueden heredar su inclinación). Este caso, irónicamente, se ve reforzado por el tabú hacia la homosexualidad: cuanto mayor sea éste, más homosexuales se verán empujados a mantener relaciones heterosexuales y reproducirse por miedo al rechazo social.

Además, todavía no existe un consenso a propósito de la razón biológica de la homosexualidad y hay diversos estudios que sugieren la importancia de los homosexuales en las dinámicas sociales de los primeros cazadores-recolectores, con lo cual podrían haber sido imprescindibles para la superviviencia de la humanidad. Estudios genéticos también indican que las parientes de sexo femenino de los hombres gays son más fértiles. Estas mujeres transmitirían un gen que propiciaría la homosexualidad a su descendencia, porque los hijos que nacieran heterosexuales serían más fértiles, lo que podría encajar perfectamente en la carrera armamentística darwiniana.

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Ni antinatural ni anormal

Habida cuenta de que la homosexualidad está favorecida por la propia evolución, no podemos considerarla antinatural. Tampoco anormal, porque un porcentaje significativo de la población es homosexual. Además, obtener placer del sexo sin perseguir la reproducción es algo que también hacen los heterosexuales cuando recurren a la anticoncepción o al kleenex. La sodomía solo es un uso exadaptativo de un parte del cuerpo, como lo es el puente de la nariz y la aleta de las orejas para sujetar las gafas.

Y, por si fuera poco, el comportamiento homosexual en el reino animal no es una rareza, sino la norma, como señala Joan Roughgarden, profesora emérita de la Universidad de Stanford. En todas las ramas del árbol evolutivo, comprendiendo peces, aves, reptiles y anfibios, hallamos ejemplos de homosexualidad. Por ejemplo, hasta el 31% de las parejas de albatros son hembra-hembra. Tal y como afirma Bruce Bagemihl, de la Universidad de Wisconsin, en su libro Biological Exuberance: Animal Homosexuality and Natural Diversity, hay más de quinientas especies animales donde se presenta la conducta homosexual

Lo que, de nuevo, pone en evidencia que la reserva genética colectiva no se daña o elimina a causa de la homosexualidad, sino que florece como un rasgo más de la naturaleza. Y quien sabe si en un mundo futuro próximo, cuando releguemos la reproducción a úteros artificiales, no intervengamos en nuestros mecanismos del deseo para ampliarlo hasta el punto de que nos podamos sentir atraídos tanto por hombres como mujeres. Seguro que el sexo acabará siendo más divertido.

Foto: Shutterstock/Pixabay

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