Puede que seas un liberador y no lo sepas 

Conviene recordar que ni las colillas ni los plásticos ni las latas forman parte de la naturaleza, pese a que nos hayamos acostumbrado a encontrarnos con este tipo cosas cuando salimos a caminar por el campo o por la playa. Son basuraleza. El término cuenta con apenas unos años de vida y, sin embargo, se ha enraizado en nuestro vocabulario por su capacidad para describir un problema no menos arraigado: el de los residuos generados por el humano y abandonados en la naturaleza.

Fue en 2017 cuando el concepto vio la luz de la mano de Proyecto LIBERA, creado por SEO/BirdLife y Ecoembes para concienciar y movilizar a la ciudadanía con el objetivo de mantener los espacios naturales libres de basura. Desde entonces son numerosas las campañas e iniciativas con las que LIBERA ha conseguido que instituciones, ONG, gobiernos locales y regionales, empresas y, por supuesto, voluntarios se sumen a la causa.

Pero la lucha contra el abandono de residuos no admite relajación. De ahí que desde LIBERA no cesen en su empeño de conseguir más liberadores, esto es, gente corriente con vidas corrientes, pero con valores extraordinarios, tal y como los definen en la web del proyecto. De ello y de algunas cosas más hablamos con Eliezer Sánchez González, portavoz del Proyecto LIBERA.

¿Qué valoración hacéis desde LIBERA de lo conseguido en estos cinco años?

La valoración es muy positiva. En cuanto a la captación de voluntarios y personas que colaboran en el proyecto, hemos crecido de forma exponencial. La gente involucrada cada vez lo está más y contagian su energía, lo que provoca un efecto llamada entre la gente de su entorno. Estamos sorprendidos y muy contentos en este aspecto. No sabemos dónde puede estar el techo.

Buena parte del éxito probablemente se deba a la gran aceptación del concepto basuraleza. ¿Lo veis así?

Sí, la verdad es que fue una gran idea que partió de la agencia TBWA, con la que trabajábamos originariamente. Hacía falta una palabra que, solo con escucharla, todo el mundo supiese de qué estábamos hablando. Antes de basuraleza utilizábamos el término inglés littering, pero mucha gente desconocía su significado. Gran parte de la fuerza del movimiento LIBERA radica en el término basuraleza, en su cercanía, su sencillez, lo que genera empatía y ganas de colaborar. 

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¿Cómo se consigue el apoyo y el compromiso por parte de tantas ONG, entidades de todo tipo, empresas, instituciones educativas, etc., y, por supuesto, de los voluntarios que respaldan a LIBERA? 

Sobre todo, mostrando que la basuraleza no es un problema lejano. No estamos hablando de la contaminación de entornos u océanos lejanos, estamos hablando de las colillas, los restos de plástico y demás basura que te encuentras al pasear por un sendero de tu pueblo. Puede que lo que ocurre a miles de kilómetros de tu hogar te pille lejos, pero seguro que quieres que tu entorno esté limpio, que la basura no afecte a la fauna o flora de tu zona.

Al final, es un problema de civismo y para solucionarlo es necesario hablar a la gente de lo que ocurre a su alrededor, tanto si se encuentra en una gran ciudad como en un pueblo pequeño.

Se trata, entonces, de acercar el foco… 

Se trata, fundamentalmente, de conocer qué problemas afectan a los diferentes entornos. Hay problemas muy diferentes relacionados con la basuraleza en diversos puntos del país. La clave es trabajar con los diferentes agentes que trabajan en cada zona, es decir, los técnicos, los alcaldes y alcaldesas, las asociaciones locales… para que sean ellos quienes nos cuenten a nosotros qué problemas medioambientales hay en su zona. La clave está en tener esa capilaridad para conocer los problemas de cada lugar y que la gente se involucre para solucionarlos. 

¿Crees que existe un gap generacional en cuanto a la concienciación sobre este problema? 

Existen diferencias, sobre todo, a la hora de llegar y divulgar la información entre los grupos de edad. Es necesario utilizar diferentes canales en función de a quién te diriges. Si quieres llegar, por ejemplo, a una persona de 17 años, no puedes hacerlo mediante un mailing convencional. Para llegar a este tipo de público lo mejor es TikTok y demás redes sociales porque son los medios que utilizan para informarse. Y si quieres llegar a un centro de mayores, posiblemente lo mejor es que vayas allí y lo cuentes en persona, que enseñes vídeos, fotos y puedas responder in situ a todas las preguntas que les surjan. Que noten la cercanía de una persona, no de una pantalla. En definitiva, hay que adaptar el mensaje a cada público. 

En cuanto a lo involucradas que están las distintas generaciones, me llama la atención que haya quien piense que los más jóvenes no se implican lo suficiente, porque yo no lo veo así. Creo que están muy concienciados y que muchos invierten el poco tiempo que les queda en reivindicar un medio ambiente más sano, a luchar contra el cambio climático… Es algo que me parece estupendo.

¿Qué papel desempeña la tecnología y los medios digitales en LIBERA? 

Son fundamentales, no solo en lo que respecta a utilizar las redes sociales para llegar a determinados públicos, sino también por las aplicaciones que utilizamos en la caracterización, esto es, la categorización de los residuos una vez recogidos, para que esté disponible para el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO). Antes recabábamos esta información en un excel, mientras que ahora disponemos de apps, como la de Basuraleza, que además cuenta con un componente de gaminifiación para que el proceso resulte más entretenido. 

Además, también permite fidelizar a los voluntarios con incentivos relacionados con el propio proyecto. Por ejemplo, a los mayores recolectores de basulareza se les puede premiar con una experiencia a bordo de un velero centenario que recoge microplásticos y redes fantasmas que entorpecen el paso de las tortugas. 

¿Es cierto eso que oímos durante la pandemia hasta la saciedad sobre que de aquella experiencia saldríamos todos más concienciados con el medioambiente? 

Nosotros hemos apreciado distintas fases en ese aspecto. La primera, cuando estábamos aún confinados y veíamos por televisión imágenes como las de los delfines nadando en canales de Venecia, nos hizo darnos cuenta de que aquella situación que nos retuvo en casa permitió que la naturaleza retomase su camino. Después, cuando empezamos a retomar la normalidad, la mayoría empezamos a centrarnos en nosotros mismos, en vivir el momento por si acaso volvían a encerrarnos. Y ahora parece que estamos recuperando las reivindicaciones anteriores a la pandemia, pero también las que surgieron durante esta. 

En vuestra memoria de 2022 os proponéis como uno de los grandes objetivos el de llegar a donde aún no habéis llegado. ¿A dónde no habéis llegado aún?  

Siempre hay sitio a donde llegar y gente a la que llegar. No me refiero tanto al plano individual, sino al hecho de seguir bajando en determinados escalafones. Por ejemplo, el contacto con las comunidades autónomas y sus consejerías de medioambiente suele resultar sencillo, pero es necesario seguir descendiendo a las provincias, los municipios, porque si te quedas en los problema de una comunidad, a la gente puede que se le siga quedando un poco lejos.

Ahora estamos poniendo el foco en los pueblos pequeños, esos que apenas tienen unas cuantas decenas de vecinos pero que en verano multiplican su población. Porque, aunque el turismo aporta riqueza, también trae consigo el riesgo de más abandono de residuos. A través de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) estamos realizando charlas, y a través de la iniciativa Mi pueblo sin Basuraleza, los alcaldes y técnicos ponen en común sus iniciativas para acabar con el problema.

Se trata de generar esa capilaridad que permita que hasta el pueblo más pequeño sea consciente del problema y se les ofrezcan las herramientas necesarias para luchar contra él. 

¿Cuál es el reto medioambiental más acuciante al que nos enfrentamos? 

El del abandono de residuos no es quizás el principal problema de la crisis climática, sino la consecuencia de otros. Los mayores retos están relacionados con el calentamiento global, el desabastecimiento de agua, los cada vez más comunes eventos climáticos complejos, la sequía, que es un problema endémico en España… Son asuntos que van más allá de los pequeños gestos que podemos hacer cada uno y que requieren de un esfuerzo superior por parte de los países, instituciones y empresas porque, si no, la cosa va a ir a peor.

¿Te consideras optimista respecto al futuro?

Personalmente sí, soy optimista en general. A pesar de que el ambiente destila cierto pesimismo, creo que siempre hay destellos de esperanzas y gente que te sorprende y que ayuda a mejorar. En este sentido, siempre me remito al ejemplo del agujero de la capa de ozono. Era un problema muy grave y parecía irremediable y, sin embargo, hemos conseguido contenerlo cuando todos, desde distintas esferas, nos pusimos las pilas. Esto demuestra que se pueden hacer las cosas bien y que hay motivos para ser optimista. 

Para conseguir este tipo de cosas hay que ser optimista. De hecho, hay gente que era bastante escéptica con esta problemática a la que hemos conseguido hacer cambiar de opinión y que se implique. Porque uno de los objetivos de este tipo de proyectos también es el de devolver el optimismo, al menos en la parte que nos toca.

Precisamente lo que tratamos de conseguir con la campaña Liberadores es que cualquier se sienta liberador. Que sea consciente de que no hace falta dejarse la vida ni el dinero, sino que solo son necesarios pequeños gestos en tu día a día, como reciclar, limitar el consumo, utilizar el transporte público siempre que puedas… Acciones que suponen poner tu pequeño granito de arena. Porque, como decía Galeano, «mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo».

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