Pueblos que parecen de verdad, pero solo son fachadas

La realidad era un desastre y la zarina estaba a punto de llegar a Crimea. El mariscal Grigori Potemkin encontró una rápida solución, dijeron, para mostrar a su amante lo que ella esperaba ver: la grandeza del territorio recién conquistado. Según varios historiadores, esta historia nunca existió.

A saber: que Potemkin encargó la construcción de muros que simulaban fachadas de edificios, que pagó a los vecinos para que se mostraran elegantes y encantados con Catalina la Grande y que a esta le pidió que observase los pueblos desde la distancia de una colina, con la excusa de que no se mezclara con el vulgo. Para que no viera la ruina.

Thames Town, Songjiang, China, 2016, Copyright Gregor Sailer
Thames Town, Songjiang, China, 2016, Copyright Gregor Sailer

Quienes dieron por hecho que esto ocurrió aseguraron que Catalina II se marchó encantada de aquella zona próspera donde, además, creyó, era muy querida. Por San Petersburgo se extendió el rumor de que Potemkin ni siquiera elaboró demasiado el engaño.

Se dijo que, mientras la zarina avanzaba en su viaje, varios obreros trasladaban las fachadas y volvían a recrear el mismo pueblo, con distinto nombre, en el siguiente valle. Algunos llegaron a asegurar que habían reconocido a la misma vaca en distintos pueblos por los rasgos faciales. Puede que sea uno de los bulos más extendidos y prolongados de la historia, con la única finalidad de desacreditar al favorito de Catalina II. O puede que fuera verdad.

No obstante, tanto si los pueblos Potemkin existieron como si no, su nombre perdura y designa esos lugares que ocultan la pobreza y la ruina tras atrezzos y que aparentan prosperidad y belleza. Con su libro Potemkin, Prince of Tauris, Georg Adolf von Helbig difundió todos estos detalles o rumores. Fue él mismo quien creó el concepto de aldea Potemkin que aún se utiliza. Por distintas razones, varios siglos después, existen diversas recreaciones de este tipo dispersas por todo el mundo.

Tiefort City, Fort Irwin, US Army, Majave Desert, California, USA 2016, Copyright Gregor Sailer
Tiefort City, Fort Irwin, US Army, Majave Desert, California, USA 2016, Copyright Gregor Sailer

Atraído por todo aquello que es simulado, pero también por los límites entre la ilusión y la realidad, el fotógrafo austriaco Gregor Sailer comenzó a investigar sobre las aldeas Potemkin con el objetivo de encontrarlas en la vida real.

Tras varios meses documentándose y tramitando la obtención de los permisos necesarios para acceder a algunas áreas restringidas, comenzó a viajar por Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Suecia, Alemania e Inglaterra. En distintos viajes, durante dos años, Sailer fotografió hasta veinticinco pueblos de mentira en siete países.

Los lugares que aparecen en las fotografías de su reciente libro, The Potemkin Village, no responden a la idea clásica de aldea Potemkin. Salvo dos: Suzdal y Ufa, en Rusia, que se prepararon para recibir la visita de Vladimir Putin. En Ufa, dice Sailer, «se enmascararon calles enteras con papel de aluminio adhesivo, papel pintado y lonas en un esfuerzo por dar a edificios abandonados un falso sentido de actividad».

Salvo estas excepciones, los lugares que ha visitado el fotógrafo durante la realización del proyecto fueron construidos con fines militares, políticos y económicos. Por esta razón, el acceso a algunos de esos pueblos está restringido. Al fotógrafo austriaco no solo le llevó meses conseguir algunos permisos –que a veces no obtuvo–, sino que una vez allí el disparo era crucial y requería una gran concentración: a menudo no le permitieron tomar más de una fotografía.

«Si no vas muy preparado de antemano, es imposible producir series convincentes en una mañana. A veces me quedaba varios días, pero otras veces solo podía estar un par de horas. Es mucha presión: quizá tienes tres horas para seleccionar lo más importante y hacer la foto. Además, yo trabajo en analógico», cuenta Sailer a Yorokobu.

Afganistán en Estados Unidos

De todas las aldeas Potemkin que ha conocido, la que más impresionó al fotógrafo fue Junction City, en el desierto de Mojave, California. En esta zona, el ejército estadounidense ha construido una veintena de pueblos en los que los soldados entrenan como si estuvieran en lugares como Afganistán o Irak.

«De ahí que el pueblo que visité tuviera un toque árabe o afgano. Está diseñado para parecer real, pero al mismo tiempo tú sabes que estas ciudades están deshabitadas. No hay gente viviendo ahí, solo un telón de fondo», explica.

Estos lugares se construyeron de la manera más real posible, aunque estuvieran destinados a nadie. Al vacío. Que no haya habitantes reales no significa que, por fidelidad al simulacro, por alguno de esos pueblos no pasee gente. En Junction City, Sailer encontró figurantes: «Hay unas trescientas personas que están interpretando sus respectivos papeles: se hacen pasar por gente que camina hacia el mercado o que vende sus productos o por terroristas».

Junction City, Fort Irwin, US Army, Majave Desert, California, USA 2016, Copyright Gregor Sailer
Junction City, Fort Irwin, US Army, Majave Desert, California, USA 2016, Copyright Gregor Sailer

El fotógrafo recuerda con una sensación de extrañeza estas falsas ciudades con fines militares. Mientras caminaba por lugares desiertos, no dejaba de escuchar ruidos. Trabajar con tormenta o escuchando los golpes de una puerta a su espalda le inquietaba y le aterraba, en parte, porque a pesar de que el lugar era una copia, lo que escuchaba era real.

«Es muy impresionante porque lo que estás oyendo es real: los sonidos de los vehículos del ejército, tanques, aeronaves, disparos… Aunque sea una zona de entrenamiento, es peligroso, porque utilizan munición real. Para cualquiera que venga de fuera, parece de verdad», aclara.

Aunque en algunas aldeas Potemkin el fotógrafo se encontró con personas, decidió que no aparecieran en las fotografías. Esa ausencia de seres humanos refuerza la sensación fantasmal y le permite hablar de seres humanos sin retratarlos. No obstante, él sí protagonizó algunas fotos. En China, donde encontró aldeas Potemkin que simulan ciudades europeas en miniatura, los turistas le hacían fotos en un pequeño Londres. A pesar de que no es inglés, a ellos les pareció parte del espectáculo.

El pueblo chino al que nadie se mudó

Thames Town se terminó de construir en 2006 cerca de Shanghái. Pero nunca ha estado habitada. Aunque el resto de pueblos que aparecen en The Potemkin Village se diseñaron y construyeron para que no viviera nadie en ellos, este lugar de inspiración inglesa y con un topónimo que evoca el río Támesis es una excepción.

Thames Town se ideó para acoger población procedente del centro de Shanghái y de la ciudad universitaria Sonjiang. Aunque tiene capacidad para alojar a 10.000 personas, siempre ha estado deshabitado. La peculiaridad del lugar es que emula con todo detalle un pueblo típico inglés.

«La idea de ofrecer a la población china una atmósfera exótica no funcionó. Existen varias ciudades como esta en China. Hay, por ejemplo, una réplica de París. Lo raro es que la gente no se mudó a estos lugares», explica Sailer. Lo que ocurrió fue que la gente comenzó a comprar estas casas como segundas residencias y los precios se dispararon, con lo que, cada vez más, solo resultaron accesibles a quienes podían venir de vez en cuando. Nadie pudo permitirse vivir ahí.

Suzdal, Vladimir Oblast, Russia 2016, Copyright Gregor Sailer
Suzdal, Vladimir Oblast, Russia 2016, Copyright Gregor Sailer

A excepción de Thames Town, lo que muestran todas las imágenes de The Potemkin Village es la contradicción y el absurdo: mientras las zonas rurales de gran parte del mundo sufren un problema de despoblación extrema, quién sabe si irreversible, otros construyen pueblos fantasmas para que nadie viva en ellos. Y, como aclara el fotógrafo, la proliferación de falsas aldeas y copias «no es un fenómeno que se dé en Estados Unidos o en Francia, sino algo que se ve a nivel mundial».

«En el siglo XXI hay lugares inaccesibles para los visitantes que son un mundo de falsas copias y telones de fondo. Tuve la posibilidad de ir y cuestionar este desarrollo absurdo de nuestra sociedad actual. Para mí, estos falsos pueblos son interesantes como perfectos símbolos o espejos de nuestra sociedad». Esa es la paradoja que Sailer quiso mostrar y por la que omitió intencionadamente a quienes solo estaban de paso. Para que su presencia, quieta, no creara una segunda mentira.

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